El Nuevo Día

Labios secos en el desierto

- JORGE FIGUEROA JORGE.FIGUEROA@GFRMEDIA.COM

SCOTTSDALE, Arizona.Llevo dos días en Arizona y mi boca pide agua a cada minuto.

Puede que esté deshidrata­do pero mis labios están igual de secos que el desierto de Arizona.

No soy el único. Se puede apreciar también las ‘bembas peladas’ de jugadores boricuas como Javier Báez, Carlos Correa y Francisco Lindor.

En Scottsdale, donde Puerto Rico se prepara para el Clásico Mundial de Béisbol, las nubes están de vacaciones.

En el cielo se puede apreciar las líneas blancas que dejan los aviones. Con el techo del planeta Tierra tan despejado en esta zona, las aeronaves parecen botes dejando la espuma en el mar.

El Sol quema. Uno se siente engañado por la brisa fría de primavera, que por la noche baja al parecido de Adjuntas en Navidad, para luego sentir la quemazón en la piel tras refugiarse en la sombra del interior en una instalació­n.

También, llama la atención el silencio en el fondo de la ciudad de más de 200,000 personas y hogar de 14 campamento­s primaveral­es de equipos de Grandes Ligas en la denominada Cactus League.

Después que se disipa los sonidos de los carros en la calle, no se escucha ni un grillo. Para el boricua, como yo y el fotoperiod­ista Ramón ‘Tonito’ Zayas, estamos a acostumbra­dos a dormir con ruido que sirve, a veces, como sedante.

Como todo es color barro y marrón en los espacios de tierra, los edificios en Scottsdale están pintados para lucir igual. Además, las formas de las edificacio­nes son dignas de páginas de revista de arquitectu­ra.

Muchos árboles secos. Muchos cactus. Ver a los jugadores boricuas en este escenario, fuera del trópico en la Isla o en Florida, le da una dimensión peculiar.

Así lo resaltó el expelotero y coach de bateo de Puerto Rico Carlos Delgado, quien por cerca de 20 años se preparó para las temporadas en la Liga de las Toronjas el estado del sur.

En una tertulia en el dugout del Scottsdale Stadium antes del primer partido de fogueo de Puerto Rico contra los Giants de San Francisco, Delgado añoró no tener la oportunida­d de jugar en el Oeste ante el escenario sublime que presenta Arizona.

Quizás debo apreciar la perspectiv­a de Delgado, comprarme un ‘chopstick’ y admirar las maravillas del desierto antes de partir a México.

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