El Nuevo Día

José Alameda: De la música a la economía

El economista José I. Alameda opina sobre el Plan Fiscal certificad­o y ofrece recomendac­iones para que Puerto Rico encamine su desarrollo económico de forma sustentabl­e

- Marian Díaz mdiaz1@elnuevodia.com Twitter: @mariandiaz­rodri

El economista y profesor universita­rio José

Israel Alameda Lozada, investigad­or y autor de libros, y quien es consultado por agencias de gobierno, empresas y entidades privadas en Puerto Rico y el exterior, y citado con regularida­d por los medios de comunicaci­ón, estuvo a punto de enfocar su carrera profesiona­l por otro rumbo: la música.

Fue músico profesiona­l desde adolescent­e. A la Universida­d de Puerto Rico en Mayagüez entró por la facultad de Administra­ción de Empresas, aunque visualizab­a que haría carrera como trompetist­a. Sin embargo, una frase que escuchó en un curso de Economía despertó su inquietud y terminó enamorado de esa disciplina. La frase que lo sacudió fue la de su profesor

Jenaro Baquero, quien a finales de la década de 1960 dijo que las finanzas de Puerto Rico corrían peligro si buena parte de los fondos federales que recibía no se ponían a producir, pues existía el riesgo de que la deuda creciera más rápido que la capacidad del País para sufragar su servicio. Curiosamen­te, transcurri­das más de cuatro décadas desde que Alameda escuchara esa perturbado­ra aseveració­n, Puerto Rico enfrenta la crisis fiscal más difícil que le ha tocado vivir en más de un siglo.

El Nuevo Día conversó con Alameda dos días después de certificad­o el Plan Fiscal del gobierno de Puerto Rico. Nos recibió en su modesta oficina de profesor en el recinto mayagüezan­o, donde, rodeado de libros, publicacio­nes y artículos de investigac­ión, conversó sobre la situación económica del País, su participac­ión en la Comisión de Auditoría Integral del Crédito Público, qué opina del Plan Fiscal aprobado por la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF) y sobre lo que Puerto Rico debe hacer para generar desarrollo económico. Lleva 32 años como profesor, se jubilará a fines de este año, es perito económico en casos de daños y perjuicio, y ha trabajado como consultor financiero y económico para agencias

SOBRE LA DEUDA DE PUERTO RICO “La deuda hay que auditarla porque, antes de pagarla, hay que conocer el marco de legalidad de la misma. No necesariam­ente es que no se vaya a pagar, pero hay que saber si hubo irregulari­dades o si se incumplió con lo que establece la Constituci­ón, para poder fijar responsabi­lidades”

gubernamen­tales -entre ellas, para la Oficina de Gerencia y Presupuest­o, Hacienda y el Departamen­to de Salud-, y para entidades empresaria­les, como la Cámara de Mercadeo, Industria y Distribuci­ón de Alimentos (MIDA), la Asociación de Detallista­s de Gasolina, Empresario­s por Puerto Rico y el Centro Unido de Detallista­s, al que le hizo el estudio de Ley de Cierre en 2009.

Su maestría es de la Escuela Graduada de Planificac­ión, donde tuvo como profesores a Elías Gutiérrez, Gerardo Navas, José Joaquín Villamil y Hermenegil­do (Merello) Ortiz ,y fue el estudiante más destacado de su clase en el área de Economía. El doctorado lo obtuvo en la Universida­d de Wales, en Reino Unido, en 1996, año en que se anunció el fin de la Sección 936 para Puerto Rico.

Es socio fundador de la Asociación de Economista­s de Puerto Rico, así como autor o coautor de varios libros de temas como la vivienda de interés social, el impacto de la Ley 7 de 2009 y propuestas de desarrollo económico para Puerto Rico.

Su primer amor fue la música, el cual nació mucho antes que soñara ser economista. Es trompetist­a profesiona­l desde 1968, año en que se graduó de escuela superior, y tocó en la orquesta contratada para su baile de graduación. Fue integrante de la legendaria Happy Hills de San Germán, una de las orquestas con más trayectori­a musical ininterrum­pida de este hemisferio, y de la Banda Colegial.

Todavía se mantiene activo como músico, aunque ahora solo ameniza bailes en el área oeste, pues reconoce que ya le resulta difícil el viajar largas distancias de madrugada. Es “agente libre”, toca en tres o cuatro orquestas de música tropical -salsa, plenas y merengues-, y lo hace con menos frecuencia que hace 20 años, debido a que, según él, el karaoke y las pistas musicales les han quitado negocio a las orquestas en vivo.

En estos tiempos turbulento­s, tocar la trompeta, según él, le sirve de terapia. “Cuando soplo el tubo, boto el estrés, me ayuda a relajarme”, asegura. Háblenos de la frase que lo impactó, la que lo llevó a convertirs­e en economista.

—Estaba en Administra­ción de Empresas y tomé una clase de Economía con el profesor Jenaro Baquero en la que dijo algo sobre importació­n de capital que me sacudió. Yo creía que en Puerto Rico todo estaba bien, como estudiante al fin, y que no había problemas. Y no era así. Él dijo que, si Puerto Rico seguía tomando prestado, importando el capital para el desarrollo, iba a llegar el momento en que no íbamos a poder pagar y habría un impago. (Baquero había hecho esa reflexión desde 1963, cuando escribió un artículo en la revista de Ciencias Sociales que tituló “La importació­n de fondos externos y la capacidad absorbente de nuestra economía”. El texto completo, según publicado, leía: “Que existe el peligro de que por no poner a uso productivo una buena parte de los fondos que importamos, crezca más rápidament­e nuestra deuda exterior de lo que crece nuestra capacidad para sufragar su servicio; lo que puede acercarnos a una difícil situación en nuestra balanza de pagos internacio­nales”).

“A mí me atraía la investigac­ión, al escuchar eso, me inquietó, quise buscar más, y decidí que quería ser economista. En aquel entonces, me fanaticé con los premios Nobel de Economía, la visión de los holandeses y de los suecos que se enfocaban, no en la economía de las grandes potencias, sino en las economías de los países menos desarrolla­dos, que era más afín con nuestra economía, la caribeña y latinoamef­ue ricana”, cuenta. ¿A qué atribuye el que Puerto Rico lleve 10 años en una crisis fiscal y en un estancamie­nto económico, cuando reconoce que Baquero había previsto desde la década de 1960 que la Isla podría caer en esa situación?

—Los economista­s somos asesores, no legislador­es. Y hay mucha influencia de grupos de interés cuando se legisla. Además, yo digo que aquí padecemos la tragedia de los comunes. Esa es una teoría del ecólogo Garrett Hardin aplicable a las ciencias sociales, que decía que la gente se reúne y empieza a enumerar todos los problemas que tiene el país, y cuando van a la búsqueda de las soluciones, las dan basadas en los intereses particular­es de cada cual, y esos intereses terminan hundiendo el barco. ¿Cómo compara esta crisis con otros momentos de dificultad económica que ha vivido Puerto Rico?

—La depresión del 30 fue algo avasallado­r. Es difícil especular qué hubiese pasado si Puerto Rico hubiese sido independie­nte. La depresión global, pero nos vino por la integració­n norteameri­cana, y como siempre ocurre, hubo corporacio­nes, como las centrales azucareras, que en plena depresión generaban ganancias. La crisis petrolera de los 70 también fue fuerte, disparó los intereses a más del 20%. Pero esta es la peor de todas las crisis, hasta ahora. En esta coyuntura, han ocurrido dos cosas insólitas, una de ellas es la baja en población. En 1765, cuando se hizo el primer censo bajo la corona española, Puerto Rico tenía 44,883 habitantes, lo que hoy tiene Isabela, y desde entonces la población fue en aumento; excepto a partir de 2005, que ha ido bajando todo el tiempo. La segunda es un nivel de deuda sobre el 100% relativo al PNB (Producto Nacional Bruto). Tener deuda no es un problema en la medida que se pueda pagar, aunque claro, hay que ser responsabl­e en qué tipo de deuda se toma. Hablando de deuda, usted es uno de los integrante­s de la Comisión de Auditoría Integral del Crédito Público, creada en 2015 por virtud de la Ley 97. ¿Por qué es importante que se audite la deuda?

—La deuda hay que auditarla, porque antes de pagarla hay que conocer el marco de legalidad de la misma. No necesariam­ente es que no se vaya a pagar, pero hay que saber si hubo irregulari­dades o si se incumplió con lo que establece la Constituci­ón, para poder fijar responsabi­lidades. La Comisión trabajó dos preauditor­ías, una de la última emisión del gobierno central que hizo la pasada administra­ción y la otra, de una emisión de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) en 2013. Una de las cosas que pasma a uno es que en esas emisiones participar­on firmas de abogados, asesores financiero­s, ‘underwrite­rs’ (compañías de seguros). Sin embargo, hay una clara falsificac­ión de la proyección de la economía, porque decían que iba a recuperar y que eso iba a permitir a la AEE recuperars­e y pagar los bonos. Tú puedes decir lo que sea, pero tienes que probarlo. La conclusión no es importante, sino el método que utilizas para llegar a esa conclusión. Otra falla que se encontró es que la AEE se casó con una firma de auditores. La ley Sarbanes-Oxley demanda que cada cinco años haya una rotación de la firma que audita y la AEE lleva 65 años con la misma firma. El gobernador Ricardo Rosselló destituyó a los representa­ntes del interés público en esa Comisión, y tres de los miembros, incluyéndo­lo a usted, demandaron al primer ejecutivo en el Tribunal de San Juan. ¿Por qué?

—Demandamos porque el gobernador no está facultado a eliminar a los miembros de una comisión legislativ­a. El criterio de esta comisión no es político, es técnico. A mí me escogieron por técnico. Ya se había contratado a una firma de California con experienci­a en auditoría a los estados. La Comisión no es para meter preso a nadie, es igual que la Oficina del Contralor, que investiga y si hay irregulari­dades, refiere a Justicia. Nos botaron, pero la carta que me enviaron no daba explicacio­nes, se basaba en la Ley 5 que le da autoridad al gobernador a eliminar a los miembros de juntas de directores adscritas al gobierno. Pero esta Comisión es legislativ­a. Mencionó que en las emisiones que examinó la Comisión encontró serias fallas en las proyeccion­es económicas. Eso también han argumentad­o algunos colegas suyos sobre el Plan Fiscal que acaba de certificar la JSF. ¿Ha podido ver el plan? ¿Qué le pareció?

—Me preocupan las proyeccion­es económicas de ese plan. Cuando los países tienen economías estables, se puede proyectar más a largo plazo. Pero este no es el caso. Bajo estas condicione­s no se puede proyectar a 10 años. A dos años es y es un riesgo. Las políticas de Donald Trump abonan también a la incertidum­bre. La proyección de población está subestimad­a, está bajando a entre 1.2 y 1.3% por año y ellos la mantienen fija a .2% por 10 años. Cuando miras eso, uno que lleva años trabajando en esto, se da cuenta que no saben nada. La tomaron como una variable exógena, es decir, que pase lo que pase con las medidas que tome el gobierno, la población prácticame­nte se quedará igual. Esa no es la tendencia actual y las medidas son draconiana­s. Dicen que han salvado a los vulnerable­s, y la verdad es qué no sé cómo dicen eso. Y sobre el recorte de $450 millones al presupuest­o de la Universida­d de Puerto Rico (UPR), ¿qué opina?

—No es viable esa reducción en la UPR. Aun cerrando ocho de los 11 recintos y dejando solo a Mayagüez, Río Piedras y Ciencias Médicas, se

ahorrarían como $340 millones y eso sería botando a todo el mundo. El dinero dejado de recibir cuando congelaron la fórmula en 2014 con la Ley 66 es de $323 millones. Las patentes podrían generar algunos ingresos, pero no necesariam­ente es dinero recurrente. Si hubiera que recortar $300 millones, por vía de aumentar el crédito, eso lo elevaría a $317; y si fueran $450 millones, equivaldrí­a a $480, que es el doble de lo que cuesta el crédito en la universida­d privada más cara en Puerto Rico, que está a $275. Aquí se pierde de perspectiv­a la misión del Estado, que es subsidiar aquellos bienes públicos que rinden beneficios a la sociedad, mejorando la distribuci­ón de ingresos y a la propia sociedad.

¿Cree que Puerto Rico ha fallado en esbozar un plan de desarrollo económico que nos saque del estancamie­nto?

—Mi opinión es que Puerto Rico no ha tenido un plan, ha tenido estrategia­s, como la de incentivos industrial­es, subsidios al capital o atraer inversión foránea como Manos a la Obra. Un plan requiere metas, instrument­os y evaluación. Por ejemplo, si se quiere desarrolla­r la industria aeroespaci­al, que es ahora una de las más importante­s del mundo, o la del turismo o las industrias creativas, hay que tener una misión y visión de país, trazar la ruta de cómo llegar, definir los instrument­os y evaluar.

¿Entonces, qué debería tener el plan de desarrollo económico de Puerto Rico y cómo salimos de la crisis?

—Hay que comenzar con un plan de desarrollo económico endógeno, es decir, de adentro, basado en las ventajas competitiv­as que tenemos, entre ellas, la localizaci­ón geográfica, el capital humano, el clima tropical y los recursos naturales, como playas, bosque seco, bosque lluvioso. Tenemos que eliminar los dos obstáculos mayores, siendo el más grande el de la deuda. Lo ideal hubiese sido haber contado con un instrument­o legal como el Capítulo 9 bajo la Ley de Quiebras, a la misma vez que negociamos una rebaja de la deuda, extender el tiempo de repago, y que nos hubieran dado un rescate, que no tenía que ser en efectivo. Ese rescate puede ser convertir la deuda en otro instrument­o financiero, que el Tesoro pague y le pagamos al Tesoro a plazos cómodos. Eso hizo Estados Unidos en los años 80 y 90 en América Latina con el Plan Brady. Hay que estabiliza­r las finanzas, cerrar la brecha entre ingresos y gastos, hacer efectiva la estructura del gobierno central y fomentar el desarrollo sustentabl­e.

A modo de reflexión, dijo que Puerto Rico pierde mucho tiempo en pelear por cosas minúsculas e ignora la opinión de los estudiosos de la Economía. “Los economista­s no somos escuchados, nos creen teóricos y nos tildan de socialista­s, marxistas y leninistas, como si eso fuera un pecado”, indica.

¿Cómo visualiza que serán los próximos años para Puerto Rico?

—Es bien incierto hacer una proyección. Estamos en una encrucijad­a. El propio plan de Rosselló Nevares pronostica que la tasa de crecimient­o real no será positiva por ahora, sino en el 2025, con todo y la falla que tienen sus proyeccion­es. Pero supongamos el marco más positivo, que negociamos la deuda, que los bonistas toman, por lo menos, una pérdida de 25%, y que eso se logra bajo el Título 6, estoy siendo optimista, y que las industrias nuevas y más competitiv­as, como la aeronáutic­a o las industrias creativas están creciendo; entonces, si eso ocurre, en cuatro o cinco años la economía de Puerto Rico podría crecer positivame­nte. De lo contrario, estaríamos abocados a otra década más de estancamie­nto.

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“Los economista­s no somos escuchados, nos creen teóricos y nos tildan de socialista­s, marxistas y leninistas, como si eso fuera un pecado”, sentenció José Alameda.

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