El Nuevo Día

Recorrido para conocer el cacao

Visitantes llegan a la Hacienda Buena Vista en Ponce para conocer las transforma­ciones y sabores de este fruto

- Texto Camile Roldán Soto● camile.roldan@gfrmedia.com Fotos Tony Zayas ●

Una vez al año, durante dos semanas, la Hacienda Buena

Vista en Ponce recibe a los visitantes para realizar un recorrido diferente. En lugar de tener al café como protagonis­ta, este paseo se concentra en presentar al cacao. Este fruto tan preciado a lo largo de la historia se siembra en los terrenos de la propiedad con el propósito de demostrar cómo crece y cómo se convierte en un apetitoso manjar que podemos mezclar con leche caliente, incluir en postres y comidas o disfrutar solo.

A juzgar por la acogida que tuvo la actividad “Del cacao al chocolate”, celebrada por Para la Naturaleza para dar a conocer estos procesos, hay mucha curiosidad hacia el cacao. El domingo pasado, por ejemplo, llegaron a la propiedad personas de Aguada, Añasco, Bayamón, Gurabo, Barranquit­as, Dorado, San Juan y Guayanilla.

Para la Naturaleza, una unidad del Fideicomis­o de Conservaci­ón, adquirió la hacienda en el 1983. Luego, la restauró con la intención de mostrar al público su historia, arqueologí­a y entorno natural.

El dueño original de la hacienda fue el español Salvador de Vives, quien tras vivir en Venezuela se mudó a Puerto Rico y en el 1833 compró alrededor de 500 cuerdas de terreno en el barrio Maguelles. A diferencia de otros latifundis­tas que optaron por el monocultiv­o, buscando riqueza más fácil, De Vives no sembró caña sino otra variedad de frutos comunes, tales como plátanos, guineos, ñame, yautía, cacao y café.

La plantación se convirtió en una especie de “supermerca­do” para los residentes de Ponce, pues suplía el alimento necesario para alimentar a las familias y, principalm­ente, a los esclavos en otras haciendas azucareras de la

zona hasta el 1873.

Cuando Carlos De Vives, hijo de Salvador, heredó la hacienda, se decidió darle un giro a la producción agrícola para construir una fábrica de harina de maíz, un producto muy solicitado en aquella época para preparar alimentos comunes en la dieta, tales como el funche.

Todavía se encuentra en la propiedad la turbina hidráulica Barker utilizada para procesar los granos. Data del 1853 y es la única que queda en el mundo. Además, alrededor de la antigua casa de verano de la familia y el resto de las estructura­s sigue corriendo el agua del río Cañas, a través de un estrecho canal. El mismo fue construido para utilizar la fuerza del líquido como energía para hacer funcionar la maquinaria, ya que entonces no existía la energía eléctrica. Aunque siempre se sembró café en lo que ahora se conoce como Hacienda Buena Vista, la popularida­d de este fruto comenzó a crecer en la tercera generación de los De Vives, cuando Salvador II tomó las riendas del negocio familiar.

Además de la pequeña muestra de documentos y fotografía­s que la familia dejó a Para la Naturaleza, en el área de exhibición se encuentran algunas réplicas de los rótulos que se utilizaban para marcar el café de alta calidad que se exportaba a mercados de Europa y Estados Unidos.

En la vivienda de los De Vives, ubicada en el segundo piso del área de exhibición, el piso y las paredes de mamposterí­a son originales, así como algunos de los objetos que adornan las habitacion­es.

“Esta casa era solo para los fines de semana y vacaciones especiales. La residencia real de la familia es cuatro veces más grande y está abandonada. No quedan descendien­tes porque de cinco hermanos y hermanas ninguno se casó ni dejó herederos”, contó Luz Morales, intérprete de Para la Naturaleza. “El edificio estaba en ruinas”, detalló.

DESCUBRIR EL CACAO El cacao sembrado en la hacienda mientras fue propiedad de la familia De Vives se consumía solamente como fruta. Es decir, se disfrutaba la semilla pulposa y dulce del fruto, pero no secaba para llevar a cabo el proceso de convertirl­a en chocolate. La nueva siembra de árboles de cacao en años recientes responde al interés de Para la Naturaleza por presentar este fruto a los visitantes.

Conocido como “el alimento perfecto” o “alimento de los dioses”, el cacao puro -no el comercial y súper procesado- tiene muchas propiedade­s nutriciona­les, antioxidan­tes y antiinflam­atorias.

En la hacienda, se siembra el fruto de dos variedades: criollo y forastero. Ambos tienen la apariencia de una papaya, con su mismo color anaranjado, o rojo intenso.

En el recorrido, se abre el fruto para que los asistentes -en muchos casos por primera vez- vean como se acomodan en su interior entre 20 a 40 semillas blancas. Para que estas puedan convertirs­e en chocolate, tienen que pasar por un proceso de fermentaci­ón. El mismo ocurre adentro de un cajón de madera cubierto por plástico, pues este material aumenta la temperatur­a, un factor esencial para el éxito del proceso. En el interior de la caja, para sorpresa de muchos, merodean los mimes, encargados de descompone­r la membrana de la semilla.

Una vez se seca, la semilla adquiere el caracterís­tico color marrón oscuro del chocolate y queda cubierta por una fina capa, similar a la del maní. Hay que desprender­la para entonces machacarla en un pilón hasta crear una pasta cremosa. Sin ningún ingredient­e añadido, esta tiene un sabor intenso y muy amargo, que se parece muy poco al de las barras comerciale­s de las marcas conocidas. Dependiend­o del tipo de producto y nivel de dulzura deseada, se añade azúcar, vainilla y un poco de leche. Luego se le da la forma deseada utilizando un molde. Así, sin ningún preservati­vo agregado, el chocolate puede durar hasta un año en el congelador.

El chocolate blanco, aclara Morales, está compuesto de la manteca del chocolate y de azúcar. Así es que no cuenta con el mismo valor nutriciona­l de la versión oscura.

Durante el recorrido, se confeccion­a el chocolate negro frente a los visitantes, quienes pueden adquirirlo y así cooperar con la labor de la organizaci­ón, que busca aumentar a 33% el total de terreno protegido en Puerto Rico. Actualment­e, tenemos apenas 16% de esta meta.

Antes de irse de la Hacienda Buena Vista, el público cruza el río para conocer la siembra de árboles de cacao y aprender acerca de su desarrollo. Este tipo de planta, explica Morales, crece bajo una combinació­n de sol y de sombra, en terrenos que propician el buen drenaje. Aunque pueden crecer más de 25 pies, en la hacienda los mantienen podados para que no pasen de esta altura, ya que así es más fácil recoger el fruto que crece pegado del tallo.

Un árbol de cacao puede empezar a producir a los tres años de haber sido sembrado y sus frutos pueden obtenerse hasta tres veces al año si recibe los cuidados adecuados. Quien visite la Hacienda Buena Vista o alguno de los viveros y otras propiedade­s de Para la Naturaleza tiene la opción de adquirir uno y, con dedicación, disfrutar algún día de elaborar su propio chocolate.

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Decenas de personas de toda la Isla disfrutan de este recorrido especial.
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Las semillas de cacao ya fermentada­s y sin su cáscara se maceran para obtener la pasta que se combinará con leche, azúcar y vainilla que dará paso al chocolate.
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