El peligro de desinformar con absolutos
Los siempre y los nunca, en la mayoría de las situaciones, son trampas en el diálogo. “Eso siempre se ha hecho así” o “eso nunca había sucedido” son frases cargadas hacia el acomodo o hacia la parálisis. Son las posturas del absoluto; esas que quieren controlar el movimiento, el cambio, el hacer o el pensar de maneras diferentes para que cosas diferentes pasen.
En Puerto Rico mucha gente se apega a lo que cree que siempre ha sucedido y se refugia en argumentos que no les permiten ver más allá de sus pequeños horizontes. He escuchado todo tipo de pseudo (falsos) análisis y comentarios sobre nuestra situación económica y social, de que Puerto Rico siempre ha sido un país noble y generoso, que si nuestros valores cristianos o que si cuando estaban las 936 el país no era pobre y era más democrático con la Ley 600 y que nuestra relación con Estados Unidos era equitativa.
Toda esta farsa vendida por políticos y abogados “am” empujan un estado del ser y buena parte de su gente a añorar y aspirar un regresar al estado de lo mismo: ¿en verdad somos un país noble y generoso?; ¿quiénes, en verdad, se be- neficiaron de las 936 y quiénes continuaron en la pobreza?; ¿en verdad se consolidó el país como uno más democrático con la creación del Estado Libre Asociado (ELA) o fue, como aseguran los propios tribunales federales, una farsa más para que nos acomodáramos en un estatus que ahora niegan sus propios creadores?
En Puerto Rico, también, mucha gente se apega a lo que cree que nunca ha sucedido y esto les crea miedo, inseguridad o parálisis por análisis. Aquí, muchos líderes de la opinión mediática hacen su agosto falseando las realidades de este pueblo, porque les facilita el programa y el “rating”, sin tener que investigar mucho o indagar. Sólo les basta lanzar sus propios miedos, prejuicios y su baja estima al aire para lograr adeptos que se apegan de todas aquellas con las que se identifican.
Hace poco escuchaba a uno decir con toda seguridad que el día en que una estudiante golpeó a Jaime Benítez, allá por la década de los setenta, en medio de una huelga, inició la destrucción de la UPR y ésta empezó a perderle el respeto a su institución. “Jamás volvió a ser la misma”, sentenció. De un zarpazo metió metió 40 años de historia, 11 recintos, miles de empleados y muchos miles de estudiantes respetuosos de su Universidad y país en un mismo pote; el de sus propios miedos y prejuicios; quizás el del complejo que proyecta todos los días cuando destruye reputaciones, acciones de colegas y servidores públicos, porque hacen lo que quizás él no se atreve a hacer.
Así hay muchos perdedores que se levantan por las mañanas y no miran la salida del sol, la canción de los ruiseñores, el ánimo de vida de muchos corazones latiendo para no hacer lo que siempre se ha hecho o hacer lo que nunca se ha hecho.
Hay municipios que están haciendo transformaciones para sacar a su pueblo de la bancarrota; hay consejos multisectoriales de salud que están pidiendo un turno para presentar un nuevo modelo de salud sostenible; hay fundaciones virando al revés la inversión y el manejo de la niñez para que no lleguen maltratados a las escuelas; hay movimientos y redes que trabajan por la transparencia, por la planificación de nuestros suelos, por la transición a la energía limpia, por la democracia participativa.
La trampa de desinformar, de proponer posturas que reflejan sólo la ignorancia o la perversión de vivir del “rating” a base de meter miedo es peligrosa en momentos en que necesitamos pensarnos y actuar de muchas maneras diferentes para ir creando caminos, ensayar, errar y ver los grises.
“Aquí, muchos líderes de la opinión mediática hacen su agosto falseando las realidades de este pueblo, porque les facilita el programa y el ‘rating’”.