Repudio contundente a cualquier acto de terror
La atroz masacre perpetrada en un pueblo sirio, el martes pasado, utilizando armas químicas que ocasionaron la muerte a decenas de civiles, entre ellos muchos niños, tiene que ser investigada y condenada como el acto terrorista que es, y por el que deben
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dándole un giro a sus propias teorías de que no era bueno acrecentar las intervenciones militares en la zona, ordenó el pasado jueves el ataque con misiles a una base aérea en la región de Homs, creándose por el momento una tensa situación mundial, cuyas consecuencias aún son imprevisibles.
Aunque las autoridades sirias -y sus aliados rusos- han negado cualquier implicación en los hechos, no sería esta la primera vez que al gobierno de Bashar al-Ásad se le atribuye el uso de armas prohibidas, pues existe el precedente de otro ataque similar en 2013, en las afueras de Damasco, que acabó con la vida de 1,400 civiles, intoxicados de la misma forma.
La fuerte respuesta del entonces presidente Barack Obama estuvo a punto de llegar también a la acción militar, aunque al final solo quedó en la movilización de destructores en la zona del Mediterráneo.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha pedido que las respuestas militares a los actos de barbarie, se canalicen a través de ese organismo, rechazando las acciones unilaterales que lo único que consiguen es crear más inestabilidad y terror.
Las imágenes que han estado circulando alrededor del mundo, trágicas en el dolor de decenas de cadáveres amontonados, pero especialmente en la punzante tragedia de niños agonizantes o muertos, evidencian que el terror es repudiable en todos los casos, y que no hay nada que lo justifique.
Hay que remarcar que la participación activa de las tropas rusas, en el intento por desplazar la salvaje presencia del Estado Islámico en Irak y Siria, ha tenido innegables avances durante estos meses, haciendo posible liberar un buen trozo del territorio en manos de la organización terrorista, pero levantando, a la misma vez, acusaciones de abuso y muerte de civiles provocadas por las incursiones del Gobierno sirio. Prueba de ello es el saldo de diez millones de desplazados y 312,000 personas muertas en los siete años que lleva el conflicto.
La guerra contra el ISIS es una tarea encomiable, pero son los excesos contra la población civil los que minan al fin y al cabo las negociaciones de paz y prenden la llama del odio que desemboca en los repugnantes atentados que se siguen produciendo en gran parte de Europa.
El objetivo de los terroristas es inocular el miedo, intimidar a la sociedad y crear un estado de psicosis entre los ciudadanos. Su principal afán es atraer la guerra y la confrontación a su propio terreno, que es el terreno de lo irracional, una trampa en la que suelen caer algunos gobiernos, respondiendo al terror con más terror. En otras palabras, a la crueldad ejercida por los integristas del Estado Islámico, no se puede responder arrasando sin mirar quien cae, porque entre los caídos, como en el caso de Siria, hay gente buena y aterrorizada.
Puerto Rico es parte de una comunidad internacional que debe cerrar filas contra el odio y la injusticia. Condenar crímenes terroristas en cualquier parte del mundo y conmovernos ante el horror que se abate sobre pueblos enteros, aun en lugares lejanos, nos da legitimidad internacional para proyectarnos con verdadero carácter democrático.