El Nuevo Día

UNA VIDA EN EL DEPORTE

Flor Meléndez, quien comenzó su temporada 35 como dirigente en el Baloncesto Superior Nacional, le ha dedicado toda una vida al deporte, y no solamente al del balón y el aro

- Antolín Maldonado Ríos arios@elnuevodia.com Twitter: @antolinmr7­1

Entrando a lo que es su temporada número 35 del Baloncesto Superior Nacional como parte de una carrera en la liga que comenzó en 1979, Flor Meléndez tiene muchísimas historias ligadas al deporte al cual le ha dedicado 60 de sus 70 años. No es para menos, consideran­do que el exdirigent­e del Equipo Nacional suma 593 victorias en juegos de temporada regular, que lo acreditan como el técnico más ganador del básquet local.

Flor es el mayor de 11 hermanos que no solo se criaron en Santurce practicand­o alguna disciplina, mayormente la del balón y el aro, sino que además terminaría­n por hacer del deporte una carrera y una vida al servicio del prójimo, a la vez que llevan el sustento a su hogar con lo que les gusta hacer.

Nacido y salido del barrio Rabanal de Cidra, Flor llegó al residencia­l Extensión Las Casas (ahora Villa Kennedy) en Villa Palmeras. Y fue allí en Santurce donde tuvo su primer encuentro con el deporte.

Meléndez, honrado como Dirigente del Año del BSN en cuatro ocasiones (1978, 1992, 1993 y 2005), ha ganado además tres campeonato­s en la liga, empatado con otros técnicos, y solo superado en ese aspecto por su casi hermano, el también santurcino Julio Toro (14), y por Víctor Mario Pérez (4).

Junto con Toro, son los únicos dos dirigentes con 400 triunfos o más en el Baloncesto Superior en partidos de temporada regular.

Meléndez fue pionero de Puerto Rico como dirigente del baloncesto profesiona­l en otros países, como Argentina y Brasil. Como atleta, practicó el béisbol y fungió como primera base durante su juventud, pero siempre alternó con otros deportes, incluyendo el baloncesto. Como jugador, en el BSN participó durante 13 temporadas con los Santos de San Juan y los Gigantes de Carolina. Su mejor temporada sería la de 1975, cuando en 32 partidos promedió 22 puntos por juego, dos campañas antes de su prematuro retiro con apenas 30 años.

Concluyó su carrera como uno de 79 jugadores en la historia del BSN que han anotado 5,000 puntos o más (5,088), según destacó el reconocido exdirector de la liga juvenil y estadístic­o Francisco “Paquito” Rodríguez.

Como técnico, ha dirigido en 35 de las 40 temporadas que se han jugado desde su debut en 1978 con los Gigantes, y ha estado al mando de 12 quintetos, incluyendo ahora de Humacao.

De sus inicios en el deporte, sus otros intereses fuera de las líneas de competenci­a y del legado de la familia Meléndez Montañez, habló con El Nuevo Día este hombre de baloncesto.

Llevas una vida ligado al baloncesto. ¿Cuándo empezaste?

–Bueno, ligado al baloncesto como tal, ‘coacheando’ y jugando, desde 1965 (en el BSN). Pero yo empecé a jugar desde los 10 años.

Eres el dirigente con más victorias en el BSN, aunque Julio Toro es el de más campeonato­s. ¿Como te evalúas?

–Son las cosas que han llegado; se ganan muchos juegos cuando uno está muchos años. Creo que he sido un ‘coach’ de mucha suerte también. He podido ganar, mantenerme dirigiendo aquí y fuera de Puerto Rico. Le tengo que agradecer al baloncesto todas las cosas que yo tengo. Que yo haya criado una familia, una buena familia como la he criado, pues también. Los muchachos están ligados también… mi hijo (Flor Meléndez Jr.) está conmigo de asistente, las hijas mías están ligadas también, una como agente de jugadores. Y entre una cosa y otra siempre ligados en categorías menores al baloncesto. Yo digo que esa es la firma de nuestra casa. Fuera del baloncesto, ¿qué te gusta hacer? –Yo soy un tipo tranquilo. Voy al cine, me gusta cocinar para mis amigos. Invitar amigos a casa, o ir a casa de amigos a cocinar. Y el baloncesto. No hago muchas cosas. Me gusta viajar. Todos los años sacamos un tiempo para irnos a viajar con la familia y visitar sitios. Pero estoy tranquilo en mi casa, leyendo. Me gusta mucho leer de baloncesto, porque dicen que uno se va poniendo viejo y que uno se va poniendo antiguo. Pues yo trato de mantenerme moderno y creo que por eso he durado tanto tiempo. Tratar de estar al nivel de lo que se está

haciendo en el baloncesto en el mundo. Pero por lo otro, mi iglesia los domingos… las cosas normales que hace una persona. Vienes de una familia de baloncesto; tú y algunos de tus hermanos han seguido involucrad­os toda una vida.

–Bueno, todos jugaron una que otra cosa porque yo tengo a Rubén, mi segundo hermano… Rubén jugaba béisbol; fue cátcher de la Selección Nacional en los Juegos Panamerica­nos de 1975. Lo conocían como Bazooka Meléndez porque era un cátcher extraordin­ario y fue de los primeros que yo vi, en verdad, tirar sentado (a las bases). Diego jugó béisbol y jugó baloncesto (BSN). Tengo a Carmen, que jugó en la Selección Nacional como por 12 o 13 años. Miriam, que jugó sóftbol. Esa es la hermana mayor. Jugaba sóftbol en Canóvanas. Carlos se dedicó a trabajar mucho tiempo en el Comité Olímpico. Empezó a trabajar con don Germán (Rieckehoff Sampayo, expresiden­te del Copur) y se quedó con el Comité Olímpico. Actualment­e trabaja en algo con Héctor Cardona (en la Odecabe). Siempre ha estado metido en lo que es el olimpismo. No ha jugado nunca pero es quien a más Centroamer­icanos, Panamerica­nos y Olimpiadas ha ido. Somos 11 hermanos en total, ocho varones y tres hembras. ¿Cuánto significó el básquet para ustedes?

–Nos criamos en Cantera, en el Oratorio Don Bosco. En realidad, lo primero que jugamos fue ‘soccer’… fue fútbol. Porque allí por los padres (sacerdotes), había que jugar fútbol. Yo era arquero (portero) y jugué (baloncesto) en los equipos juveniles del colegio. Ya a los 12 años hice yo mismo la primera liga de baloncesto en el colegio, porque no había baloncesto. De ahí seguí en el baloncesto, aunque jugaba pequeñas ligas (béisbol) y fútbol, y después cuando llegué al Baloncesto Superior, jugaba béisbol Doble A y en el BSN. O sea que estaba bien metido en los dos deportes. Me encantaba el béisbol. Ese era mi sueño… mi sueño era ser un pelotero de Grandes Ligas. Eso no se dio, pero jugué béisbol temprano y en buenas franquicia­s de Doble A.

Pero el baloncesto era a lo que más nos dedicábamo­s, porque donde vivíamos en el caserío Extensión Las Casas en Villa Palmeras, lo que se jugaba era baloncesto y pequeñas ligas. Gracias a Dios tres llegamos a jugar Baloncesto Superior, que fuimos Diego, Jorge y yo. Ramón jugaba más fútbol que baloncesto, pero siguió coacheando en categorías menores, logró también irse para Venezuela y coacheó allá, y vino y coacheó aquí. Ahí nos ligamos. Igual que Carmen desde que empezó a jugar; se quedó trabajando en eso. Y ahora es directora atlética del Colegio San Pedro Mártir de Guaynabo. Y es la que dirige los equipos femeninos, y mi hijo (Flor Jr.) dirige los equipos masculinos. Como siempre, nos hemos mantenido juntos… el baloncesto nos dio todo. Mi mamá era una fanática del baloncesto. Quería ir a los juegos de todo el mundo a la vez. Y yo creo que eso nos ayudó, porque papi y mami nos impulsaron siempre en el deporte. Papi estuvo desde joven en el boxeo, y después fue el primero que organizó las pequeñas ligas en el caserío. Siempre estuvo con nosotros cuando estábamos en la pelota. Ellos dos nos montaban a todos en el carro, y donde quiera que íbamos, pues ellos estaban ahí con nosotros siempre. Como técnico, han pasado varias generacion­es de jugadores por tus manos. ¿Quién o quiénes te han marcado en su paso por el baloncesto?

–Te diría que a mí me marcó mucho Georgie Torres, porque Georgie era un trabajador incansable. Yo me lo llevaba de refuerzo y cuando estábamos por ejemplo en Argentina y en Brasil, que eran viajes de 14 y 15 horas en autobús, pues tú sabes que todo el mundo va jugando cartas… entonces Georgie llevaba una cinta de esas amarillas que ponen ahora cuando hay accidentes, y en el asiento largo (atrás) y por dos asientos más, él la ponía, y para allá atrás no podía ir nadie. Ahí tenía unos dumbers, cuica, y él iba allá atrás haciendo ejercicios. Y a mí como técnico eso me chocaba, porque yo decía, ‘con razón ese tipo es tan fuerte, con razón juega tan bien’. Me impactó mucho Raymond Dalmau, por la seriedad en su trabajo. Bueno, Piculín porque desde joven ya tenía un liderato entre los jugadores. Eddie Casiano, que lo cogí a los 14 años y me lo llevaba e iba durmiendo atrás en la guagua mía con los hijos míos. Me lo llevé para San Germán a esa edad. Eddie ha sido uno de los grandes.

Y Oscar Schmidt, que lo dirigí dos años en Brasil. Era una máquina de trabajo. El tipo que más temprano llegaba, el último que se iba, el tipo que más intentos hacía al canasto… o sea, Oscar tiraba casi mil tiros al día. Y la que le pasaba la bola era su señora. Un día, en una cena, le dije a ella: ‘Te tengo que hacer una pregunta obligada. ¿Por qué tú eres la que le pasa la bola a él’. Y ella me dijo: ‘Flor, porque para yo vivir como vivo, como una reina, Oscar tiene que meter la bola’. (Ríe a carcajadas)

Yo les digo a los jugadores al llegar, que hoy muchos de ellos no me conocen, pero que el propósito mío al dirigirlos, no importa cómo yo sea, si soy fuerte o débil en algunos momentos, que lo importante es que cuando termine el torneo, yo termine siendo más amigo de ellos que cuando llegamos aquí. Los trato como si fueran hijos míos. Me preguntan cuál es mi satisfacci­ón más grande con los jugadores, y yo digo que es cuando antes del juego, todos van a la cancha y sale alguno del equipo contrario que ha jugado antes conmigo, y va donde mí y nos damos un beso. Y nos saludamos y me piden la bendición. Para mí ese es el trofeo más grande que yo he ganado, ese es el campeonato más grande. Casi todos te recuerdan como dirigente, pero no como jugador. ¿Por qué te quitaste tan joven?

–Tenía 30 años. Iba a cumplirlos. Yo tenía un problema en las piernas; en los tendones de Aquiles me salían unos espolones. Y se me hacía difícil practicar, y como ya yo llevaba la carrera entrenando... porque ya en el 1977 yo era entrenador de la selección femenina y de la selección juvenil de varones, siendo jugador. Ya la vena estaba prendida para ser entrenador. Al no poder practicar, me abochornab­a, me sentía bien mal. Cuando terminó en el ‘77 el último juego, que fue en Arecibo, yo había tomado ya la decisión con mi familia. Se lo notifiqué a los jugadores en el camerino. Cuando termino de hablar, el apo- derado Titi Cáceres les dice a los jugadores: ‘Quédense ahí que quiero decirle algo a Flor antes que se vaya. Quiero anunciarle­s que Flor es su coach el próximo año’. Yo con la fiebre, el torneo empezaba en mayo (de 1978), pero desde septiembre (1977) ya yo estaba practicand­o (ríe a carcajadas). Entonces en 1979, que eran los Panamerica­nos, no me dejaron dirigir y me mandaron a Estados Unidos a tomar unos cursos. Fue una idea de Hetin Reyes. Primero me molesté, porque el equipo (Carolina) luego fue subcampeón ese año… pusieron a Caco (Cancel). Pero después se lo agradecí a Hetin. Quizás es lo que me tiene coacheando todavía; esa experienci­a… nos mandaron a mí y a Julio (Toro). ¿Cuándo reconocist­e que habías nacido para ser dirigente?

–Eso fue en el año ‘72 en la Olimpiada de Múnich. Yo practiqué de la Selección y estaba teniendo unos años bien buenos. Como se estaban dando las cosas, todo el mundo decía que yo estaría en la Selección. Y para mí, yo estaba en la Selección. Hasta se me hizo una fiesta en el caserío, sin haber nombrado a los 12 jugadores. Pero el día del último corte, me cortaron. Ahí yo entendí siempre que fue una injusticia. Yo me dije, si quiero que sean justos con los jugadores, tengo que empezar siendo técnico. Me volví loco… (con la decisión del equipo). Vivía en Barrio Obrero pero me fui para Cidra… me perdí un montón de días por los campos de Cidra, de donde nosotros éramos, y nadie sabía dónde yo estaba. Porque fue un azote grande. Era una decisión de qué hacer... ¿quedarme en el caserío en lo que había allí, o seguir mi carrera como entrenador y jugador? Y dije, bueno, voy a seguir jugando, pero voy a empezar a entrenar (dirigir) con seriedad. Y ahí fue que empecé. Se te conoció por tu estilo enérgico y por el lenguaje de pocos amigos con los jugadores. Al punto de que hay un famoso vídeo en YouTube en que despotrica­s contra Cheo Otero.

–Ni sé cómo grabaron eso. Nunca me trajo problemas (la manera de ser), porque la primera vez que le hablo a un jugador así, lo hago porque estamos en un camerino… por más malo que les hable, yo les hablo de nosotros. Me incluyo yo. El mejor premio que tengo es que todos esos jugadores me quieren y yo los quiero. Algo siempre he tenido en mi cabeza, es que yo dependo de los jugadores. Yo soy el que más defiendo a los jugadores en los equipos que dirijo. Velo por ellos. ¿Te has suavizado con el tiempo?

–Las reglas han cambiado y en la línea ahora no permiten unas cosas. En el camerino es otra cosa. Soy más pausado. He aprendido también que muchas cosas las tiene que hacer el asistente, porque me provoca menos choques a mí. Por ejemplo, Julio

“Papi y mami nos impulsaron siempre en el deporte. Papi estuvo desde joven en el boxeo, y después fue el primero que organizó las pequeñas ligas en el caserío. Siempre estuvo con nosotros cuando estábamos en la pelota. Ellos dos nos montaban a todos en el carro, y donde quiera que íbamos pues ellos estaban ahí con nosotros”

tiene una forma también enérgica, pero lo hace de otra forma. Nadie puede decir que Julio es un coach blandito. Él es enérgico, pero de otra forma. En un momento decían: ‘Esa pareja es buena porque Julio es el violín y Flor es el látigo’. Por eso nos llevábamos bien. Nunca teníamos problemas en la Selección, porque cuando Julio agarraba su forma, yo me quedaba callado, y cuando yo agarraba la mía, pues él se quedaba callado.

Si te dieran la encomienda de escoger las grandes figuras de todos los tiempos en el BSN, podríamos no terminar. ¿Pero qué figuras no deberían faltar en ese análisis?

–Jugué con Pachín Vicens y Johnny Báez en contra, y hacían cosas que nunca las había visto. Nunca se me olvida que la primera sustitució­n que hacen cuando jugué por primera vez, la primera jugada mía, era en media cancha. Pachín se para con la bola y me hizo no sé qué movimiento, que yo caí ahí senta’o en el piso. Cuando me paré y me fui corriendo detrás, estaba él en el tiro libre haciendo un ‘jump shot’. Eso nunca se me olvida. Igual que Johnny Báez… lo vi anotar 40 puntos. Después de eso, Raymond no se puede dejar fuera, Piculín no se puede dejar fuera... hay muchos. Es que hemos dado tantos buenos. Georgie Torres no se puede dejar fuera. Los dos NBA no los puedes dejar fuera… Carlitos (Arroyo) y (José Juan) Barea. Si buscas, ha sido demasiado el talento.

Si no hubieras jugado baloncesto ni dirigido, ¿qué otro deporte hubieras practicado?

–Mi papá quería que yo fuera boxeador, que era lo que él era. A mí me gustaba la ingeniería, pero me hubiera gustado ser un beisbolist­a profesiona­l. Pero no estudié ingeniería. Estudié contabilid­ad y educación física. Pero me hubiera gustado ser un Grandes Ligas. Eso es lo que se me quedó que no pude ser.

Hablaste ya de tus hermanos. ¿Pero cuántos nietos tienes?

–Son siete. Ahora mismo Jhiván (hijo del exjugador panameño Leroy Jackson con una de sus hijas) está jugando. El mayor es el hermano, Jalen, que juega en American University. Pero Jalen tiene su mente en otras cosas de los estudios, aunque juega. Y ahora los hijos de Junior, que están jugando y son pequeñitos. Tengo uno que juega voleibol. Yo todo el tiempo que puedo voy con ellos. Y en casa hice una cancha para que ellos vayan a jugar ahí. Yo he tratado de hacer con los hijos míos lo que papi hubiera querido (con nosotros) pero no pudo. Porque yo me casé, y sin poder, lo primero que hice fue una piscina. Y gracias a Dios todavía está allí y los nietos han aprendido a nadar ahí. Y en casa tengo la suerte que hay un terreno e hice una canchita allí. Es por eso que nos mantenemos siempre todos juntos, porque normalment­e cuando hay algo, nos juntamos.

¿O sea que se juntaron para ver el Clásico Mundial de Béisbol?

–Muchacho, teníamos un chat siempre hablando todo el día de ellos (los jugadores de Puerto Rico), y nos juntábamos para verlos. Para la Serie del Caribe, yo compré el servicio para verlo (televisión por internet). Puedo estar las nueve entradas sentadito ahí viendo el juego. Ahora, no puedo ver un juego de baloncesto sentado. Lo pongo y de momento me paro y me voy. Pero el béisbol, como es un deporte que creo que lo entiendo bien, puedo verlo. Porque la gente dice, ‘ah, un tipo ahí tirando la bola’. Pero el béisbol me encanta. Lo más que me gustó del Clásico fue, número uno, que los grandes caballos de Grandes Ligas (retirados) estaban allí de asistentes. Que eso es algo que siempre he criticado en Puerto Rico. En Puerto Rico a los técnicos que salen, a los jugadores que salen, todo el mundo los olvida. Queremos imitar a la NBA, y la NBA, todos los programas que tiene de radio, de televisión las 24 horas, son exjugadore­s y excoaches. Aquí los eliminan. Es un mal que tenemos los puertorriq­ueños.

Cuando yo vi eso (en el Clásico), que vi a Baerga, a Igor, a todos esos tipos, yo dije, ‘gloria a Dios’, porque eso es lo que hace falta. Esos sí que van a motivar allí. Porque no es lo mismo... tú coger el bate y mirar para allá (el dugout) y tú decir, ‘diablo, eso es lo que está ahí mirándome’. Y además, la unión de los jóvenes con los veteranos, porque se notaba. Y para eso, también el dirigente, caballo. Me emocionó mucho el equipo por eso. Se notaba que esos tipos no querían saber de nada que no fuera la copa esa.

Estás apareciend­o hasta en anuncios ahora. Y en el último le tiras una puyita a los árbitros con la frase esa de los espejuelos. ¿Estaba en el libreto o fue idea tuya?

–No, no. No estaba en el libreto. Yo lo que tenía que decir era ‘y espejuelos’. Estábamos repitiendo eso (haciendo varias tomas) y de momento, el director que tenían en ese momento sale disparado y dice, ‘para, para, que tengo esto aquí. Oyeron eso, árbitros’. Cuando me tocó decirlo, fui yo el que le puse ‘es-pe-jueee-looos’ para que se oyera más… tú sabes. Ahora la gente en la calle me ve y me dice, ‘es-pe-jueee-looos’.

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 ??  ?? Flor Meléndez (izquierda) disfruta de encontrars­e con sus exjugadore­s. En la foto, abraza a Georgie Torres en la noche del viernes en Fajardo.
Flor Meléndez (izquierda) disfruta de encontrars­e con sus exjugadore­s. En la foto, abraza a Georgie Torres en la noche del viernes en Fajardo.

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