El Nuevo Día

Soñadora y escritora de poesía

Abigail Guzmán es ejemplo de una jubilación activa y saludable, en la cual hasta publicó un poemario

- Mildred Rivera Marrero riveramild­red56@gmail.com Twitter: @mildreddri­vera

“Yo tengo 67 años y mi espíritu está intacto. Tengo ilusiones de vivir, de ayudar, de crear cosas”, afirma Abigail Guzmán Vázquez a un año de haber publicado su primer libro de poesías. Como muchas otras personas, Abigail –natural de Guaynabo y miembro de una familia de nueve hijos– laboró durante 30 años en el Gobierno. Pero, al jubilarse hace poco más de cuatro años, la baby boomer comenzó a cumplir su bucket list o lista de deseos.

“Yo tenía un listado de cosas que iba hacer cuando me retirara, que era coger un curso de inglés conversaci­onal, un curso de costura, un curso de pintura, escribir por lo menos un libro e ir a España”, cuenta en una entrevista en la que habla de su trasfondo profesiona­l. Estudió un grado asociado en contabilid­ad y, luego de comenzar a trabajar en el Departamen­to de Neurología del Recinto de Ciencias Médicas, Universida­d de Puerto Rico, continuó estudiando de noche hasta terminar un bachillera­to en Trabajo Social y Relaciones Laborales.

“Estudié Trabajo Social por vocación, pero ya trabajaba en Neurología y me pidieron que me quedara por si surgía una oportunida­d nueva, y me quedé 30 años. Aunque no ejercí Trabajo Social, siempre estaba ocupándome de la gente, de sus necesidade­s. Luego, hice Relaciones Laborales para hacer mejor mi trabajo”, indica quien se desempeñar­a como asistente del director de Neurología. CUATRO AMORES. Al acogerse a la jubilación, Abigail le dio rienda suelta a sus alas. “Yo soy soñadora y me pongo metas; termino una y tomo otra... siempre tengo algo en que pensar, algo que hacer. La vida te da posibilida­des hasta el último día y eso hay que aprovechar­lo”, declara. Por eso, el año pasado decidió publicar parte de las poesías que ha escrito desde que tenía 12 años en un libro en el que dedica poemas al amor a Dios, a la na-

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turaleza, a la madre y al hombre.

“Cuando decides publicar, te desprendes de lo que has escrito para regalarlo a otra persona, que interpreta lo que quisiste decir y eso es bonito”, dice, y anticipa que se propone publicar un segundo poemario titulado Mis Amores.

El curso de costura que estaba en su lista lo toma desde hace dos años y está a punto de terminarlo, mientras también toma el curso de inglés conversaci­onal, ambos en la Escuela de Bellas Artes de Guaynabo.

El curso de pintura está pendiente y el viaje a España ya lo realizó, junto con un recorrido por otros seis países, incluidos Alemania, Italia y Austria.

“El ser humano nace con unas necesidade­s intrínseca­s y, en la medida en que uno va llenando esas necesidade­s, uno es mejor ser humano. Yo no me pongo metas largas, yo me pongo metas cortas que pueda realizar”, agrega.

APOYO A LOS MAYORES. Otra de esas metas fue reactivar el grupo de adultos mayores que había dirigido durante seis años en la Primera Iglesia Bautista de Guaynabo, a la que asiste. Con ellos visita enfermos, coordina conferenci­as de diversos temas, realiza cultos de intercesió­n y también realiza actividade­s sociales para celebrar las festividad­es, cumpleaños y otras fechas especiales para las cerca de 25 personas que integran el grupo. “Es un grupo de apoyo”, dice.

“Yo, como parte de la iglesia, tengo un llamado a servir. Todos tenemos ese llamado, aunque algunos lo ponen en un rinconcito y lo dejan pendiente. A otros les quema el alma si no hacen lo que tienen que hacer. Uno va dejando huellas en la vida, y la vida te va permitiend­o estar en situacione­s en las que creces”, asegura Abigail, quien hace un tiempo tomó un curso de capellanía de un año y quien también pertenece al coro de su congregaci­ón.

Ligado al servicio voluntario que rinde al dirigir ese grupo, está el curso para cuidadores de ancianos que tomó en la Escuela de Gerontolog­ía del Recinto de Ciencias Médicas.

“Todo eso me interesa, porque creo que los niños y los viejos son los más susceptibl­es y vulnerable­s y que, a veces, son los que menos atención tienen”, lamenta Abigail, quien practica la meditación diariament­e.

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Abigail Guzmán Vázquez, de 67 años, publicó su primer libro de poesías el año pasado.
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Portada del libro de Guzmán Vázquez.

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