Soñadora y escritora de poesía
Abigail Guzmán es ejemplo de una jubilación activa y saludable, en la cual hasta publicó un poemario
“Yo tengo 67 años y mi espíritu está intacto. Tengo ilusiones de vivir, de ayudar, de crear cosas”, afirma Abigail Guzmán Vázquez a un año de haber publicado su primer libro de poesías. Como muchas otras personas, Abigail –natural de Guaynabo y miembro de una familia de nueve hijos– laboró durante 30 años en el Gobierno. Pero, al jubilarse hace poco más de cuatro años, la baby boomer comenzó a cumplir su bucket list o lista de deseos.
“Yo tenía un listado de cosas que iba hacer cuando me retirara, que era coger un curso de inglés conversacional, un curso de costura, un curso de pintura, escribir por lo menos un libro e ir a España”, cuenta en una entrevista en la que habla de su trasfondo profesional. Estudió un grado asociado en contabilidad y, luego de comenzar a trabajar en el Departamento de Neurología del Recinto de Ciencias Médicas, Universidad de Puerto Rico, continuó estudiando de noche hasta terminar un bachillerato en Trabajo Social y Relaciones Laborales.
“Estudié Trabajo Social por vocación, pero ya trabajaba en Neurología y me pidieron que me quedara por si surgía una oportunidad nueva, y me quedé 30 años. Aunque no ejercí Trabajo Social, siempre estaba ocupándome de la gente, de sus necesidades. Luego, hice Relaciones Laborales para hacer mejor mi trabajo”, indica quien se desempeñara como asistente del director de Neurología. CUATRO AMORES. Al acogerse a la jubilación, Abigail le dio rienda suelta a sus alas. “Yo soy soñadora y me pongo metas; termino una y tomo otra... siempre tengo algo en que pensar, algo que hacer. La vida te da posibilidades hasta el último día y eso hay que aprovecharlo”, declara. Por eso, el año pasado decidió publicar parte de las poesías que ha escrito desde que tenía 12 años en un libro en el que dedica poemas al amor a Dios, a la na-
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turaleza, a la madre y al hombre.
“Cuando decides publicar, te desprendes de lo que has escrito para regalarlo a otra persona, que interpreta lo que quisiste decir y eso es bonito”, dice, y anticipa que se propone publicar un segundo poemario titulado Mis Amores.
El curso de costura que estaba en su lista lo toma desde hace dos años y está a punto de terminarlo, mientras también toma el curso de inglés conversacional, ambos en la Escuela de Bellas Artes de Guaynabo.
El curso de pintura está pendiente y el viaje a España ya lo realizó, junto con un recorrido por otros seis países, incluidos Alemania, Italia y Austria.
“El ser humano nace con unas necesidades intrínsecas y, en la medida en que uno va llenando esas necesidades, uno es mejor ser humano. Yo no me pongo metas largas, yo me pongo metas cortas que pueda realizar”, agrega.
APOYO A LOS MAYORES. Otra de esas metas fue reactivar el grupo de adultos mayores que había dirigido durante seis años en la Primera Iglesia Bautista de Guaynabo, a la que asiste. Con ellos visita enfermos, coordina conferencias de diversos temas, realiza cultos de intercesión y también realiza actividades sociales para celebrar las festividades, cumpleaños y otras fechas especiales para las cerca de 25 personas que integran el grupo. “Es un grupo de apoyo”, dice.
“Yo, como parte de la iglesia, tengo un llamado a servir. Todos tenemos ese llamado, aunque algunos lo ponen en un rinconcito y lo dejan pendiente. A otros les quema el alma si no hacen lo que tienen que hacer. Uno va dejando huellas en la vida, y la vida te va permitiendo estar en situaciones en las que creces”, asegura Abigail, quien hace un tiempo tomó un curso de capellanía de un año y quien también pertenece al coro de su congregación.
Ligado al servicio voluntario que rinde al dirigir ese grupo, está el curso para cuidadores de ancianos que tomó en la Escuela de Gerontología del Recinto de Ciencias Médicas.
“Todo eso me interesa, porque creo que los niños y los viejos son los más susceptibles y vulnerables y que, a veces, son los que menos atención tienen”, lamenta Abigail, quien practica la meditación diariamente.