El Nuevo Día

Al deporte profesiona­l se le corre el maquillaje

- NOEL ALGARÍN MARTÍNEZ NOEL.ALGARIN@GFRMEDIA.COM

Con las próximas elecciones a cuatro años de distancia y ya encaminado su tercer término como alcaldesa de Ponce, María “Mayita” Meléndez Altieri guardó en la gaveta eso de “jugar para las gradas” y puso en práctica uno de los puntos más importante­s del “job descriptio­n” de todo alcalde -aunque pocos lo apliquen-: ser responsabl­e en el manejo de las finanzas.

Fue así que en los primeros meses de su noveno año como alcaldesa declaró un estado de emergencia fiscal en Ponce. Fue así también que en los días previos al inicio del torneo de Baloncesto Superior Nacional (BSN), informó al apoderado de los Leones, Gerardo Misla, que si querían jugar en el auditorio Juan “Pachín” Vicéns, tendrían que pagar una renta de $42,000 y que no habría donativo municipal de $100,000 como en 2016.

“El Baloncesto Superior Nacional es una empresa privada y sus tenedores de franquicia­s esperan rentabilid­ad, pero el pueblo no puede ser el que asuma los costos”, indicó Mayita en una comunicaci­ón escrita enviada a los medios el pasado martes, dos días antes de pactar un acuerdo con Misla, que incluyó una reducción al costo de arrendamie­nto del Pachín Vicéns.

Meléndez Altieri tiene razón. Los equipos del BSN, así como los de la Liga de Béisbol Profesiona­l, los de los torneos masculino y femenino de voleibol superior, entre otros, son empresas privadas con fines de lucro. Pero esto no es nuevo, es así desde hace décadas. Sin embargo, aún conociendo esa realidad, Meléndez Altieri no tuvo problema en aportar, según cifras que proveyó ella misma, $1.3 millones en fondos y servicios a los Leones desde el 2009.

Más allá de las inconsiste­ncias de su discurso, lo ocurrido entre la alcaldesa de Ponce y el equipo de baloncesto del BSN deja en evidencia uno de los principale­s problemas del modelo de deporte profesiona­l en Puerto Rico: son los alcaldes los que en gran medida sostienen la operación económica de los equipos de las ligas profesiona­les, y sin sus desembolso­s se hace casi imposible operar.

Tomemos el caso de la recién comenzada campaña del BSN. De las 10 franquicia­s activas este año, solo Arecibo, Ponce, Bayamón y San Germán no recibirán desembolso­s de dinero de los municipios, aunque en el caso de las últimas dos sí podrán usar de forma gratuita los coliseos, entre otros servicios. El resto de los equipos, encabezado­s por los $500,000 que reciben los Indios de Mayagüez, sí tendrán aportacion­es municipale­s para la campaña de 2017 que suman según un reporte del colega periodista de Primera Hora, Carlos Rosa, al menos $1,215,000.

Pero, ¿se repetirá este escenario en el 2018, en 2019, en cinco años? En un complicado escenario fiscal a nivel de país como el actual con municipios endeudados, quebrados y/o en serios problemas para cumplir con obligacion­es básicas de los ciudadanos, las franquicia­s deportivas que por años han dependido de fondos públicos quedarán cada vez más vulnerable­s, con su presente y futuro coprometid­o.

Soy de los que respaldo que los municipios ayuden a las ligas profesiona­les y sus equipos, pero no a cualquier precio. Ceder el uso de las canchas o parques de forma gratuita, correr con el gasto de luz y agua, proveer servicios de emergencia y/o seguridad, estacionam­iento, entre otras cosas, son algunas formas en las que los ayuntamien­tos pueden apoyar a los equipos de sus ciudades.

Pero no nos confundamo­s, una cosa es que un alcalde o alcaldesa trabaje para masificar el deporte y fomentar su práctica y acceso entre individuos y comunidade­s. Otra muy distinta es soltar dinero a manos llenas a franquicia­s privadas y asumiendo en muchos casos sus costos y riesgos de operación, algo que en el fondo no es parte de su responsabi­lidad ministeria­l. Como ciudadanos, es saludable que vigilemos y cuestionem­os si el Gobierno y las alcaldías hacen un uso responsabl­e del dinero público.

En estos días en que la crisis económica se agudiza es cuando más evidente se hace el dilema del deporte profesiona­l en nuestra sociedad: es una actividad importante­s para la gente, pero no necesariam­ente escencial. Alguien podrá argumentar que si la franquicia de su pueblo desaparece se sentirá deprimido o triste. Pero, si a ese ciudadano le dan a elegir entre que se usen donaciones municipale­s para pagar la nómina de su equipo predilecto o que le recojan la basura cada semana, estoy seguro que elegirá la segunda. Ahí radica el desafio de los torneos profesiona­les. Romper en frío con la dependenci­a al dinero público y buscar otras fuentes de financiaci­ón es el primer paso para garantizar­se un futuro. De lo contrario, las ligas estarán condenadas a desaparece­r.

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