Clave la seguridad acuática desde los primeros meses
En estos días en que más familias visitan las playas, es fundamental la precaución y que los niños aprendan a nadar
Nadar es divertido, pero no es cosa de juegos. Puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte, sobre todo en un país que es archipiélago, como Puerto Rico. Por eso quienes dedican gran parte de sus energías a educar sobre la seguridad y la supervivencia acuática recalcan que nadar es un asunto vital, particularmente en estas fechas en que más personas y familias comienzan a abarrotar las playas.
“Para mí es tan fundamental como leer y escribir. Aparte de lo críticamente importante que es aprender a nadar en una isla, (enseñarlo) debería ser política pública no solo por supervivencia sino por todo lo que aporta”, esboza Alberto Martí, de la escuela de buceo Scuba Dogs y de Scuba Dogs Society de Puerto Rico. Se refiere a destrezas como coordinación motora, tonificación muscular, cardiovascular, resistencia, disciplina y enfoque, entre otras, que se desarrollan con la natación.
Pero no solo se debe aprender a nadar. Tal y como apunta la instructora certificada en Infant Swimming Resource (ISR) Luna del
Mar Aguilú, nadar podría no ser suficiente si no se sabe flotar.
“Flotar en una destreza sumamente esencial para cualquier niño, porque tú puedes saber nadar, pero en el momento en que te canses y estés en el agua -ponle que no sea en una piscina, que sea en el mar- tu manera de descanso es flotar, así que esto es una herramienta esencial. Hay mucha gente que no sabe flotar. Mucha gente piensa que nada porque se defiende con lo que le dicen el estilo del perrito, pero ¿qué pasa cuando te cansas?”, plantea la otrora atleta de nado sincronizado.
Durante entrevistas separadas coinciden en que mientras más temprano en la vida se le enseñe a los niños a sobrevivir en el agua, más seguro y provechoso para ellos.
“La Cruz Roja Americana, que lleva más de 100 años enseñando seguridad acuática, recomienda que desde los seis meses de vida se expongan. Mientras más bebé es, más fácil el proceso de sentirse cómodo”, indica Martí.
Las destrezas que se trabajan inicialmente son las de controlar la respiración, sumergirse para nadar y flotar.
Los cursos de supervivencia acuática de ISR van dirigidos precisamente a menores de entre 6 meses y seis años de vida. “Lo que queremos es enseñarles técnicas adecuadas para sobrevivir en el agua en caso de un accidente. Normalmente un bebé a los seis meses se puede sentar. Una vez el bebé se sienta tiene la fuerza adecuada para poder ir al agua y enseñare todas estas destrezas. De seis meses a un año lo que se le enseña a bebé es aguantar la respiración, voltearse y flotar, y lo dejamos ahí. Ya cuando bebé tiene un año o empieza a caminar, entonces se le enseña la secuencia completa que es flotar, voltearse a nadar y flotar, nadar, flotar, nadar hasta tocar la pared”, explica Aguilú. Aclara que inicialmente los pequeños no deben estar más de cinco segundos bajo el agua, y que niños mayores de un año pueden tomar el entrenamiento también.
“Hay varias diferencias con clases de natación. Lo primero es que esto es supervivencia. En las clases de supervivencia las clases son individuales y diarias, se trabajan por un espacio de diez minutos porque el 'attention span' de un bebé con 15 y uno no quiere fatigarlo. El curso dura de cinco a siete semanas, cinco días a la semana”, detalla sobre el currículo que siguen ella y otros cinco instructores certificados en ISR que hay en Puerto Rico.
Si bien estas experiencias tienen un efecto inmediato de reducir los riesgos de incidentes y desgracias, facilitan que a largo plazo cada individuo tenga una mejor relación con los cuerpos de agua. Martí define eso como “desarrollo intelectual de seguridad”. Explica que en el caso de Scuba Dogs cada clase de natación o buceo es precedida de una breve charla sobre aspectos de prevención y respuesta en casos de peligro. “Es tener un buen juicio, respeto al agua, tener un comportamiento adecuado
cuando se esté cerca de un cuerpo de agua”, agrega. Los dos especialistas en seguridad acuática entrevistados desalentaron la práctica de confiar la seguridad de los menores a flotadores o salvavidas.
“Una de las cosas que le decimos a los padres durante el desarrollo del curso es no usar flotadores porque los flotadores te dirigen las piernas hacia el fondo, y lo que le enseñamos al niño es que las piernas tienen que ir horizontalmente. Si bajas las piernas te cansas más y no te mueves”, ilustra Aguilú.
Martí, por su parte, reconoce que “un flotador aprobado por el U.S. Coast Guard es una buena herramienta, pero uno tiende a crear dependencia y el día que no le pongas las boyitas (al niño) por el mero hecho de no tenerla el nene entra en pánico”. “Lo mismo pasa con los 'goggles', crean dependencia. Creo mucho en desarrollar destrezas de modo bastante independiente de estos aditamentos”, plantea.
Sobre la posibilidad de enseñar a los niños a nadar y a flotar en casa, Aguilú indica que lo más importante antes de comenzar es que los niños disfruten de estar en el agua, de jugar siempre junto al adulto. Sin embargo, insiste en la importancia de contar con instructores certificados para las demás etapas, pues han sido extensamente adiestrados para observar la respiración de los pequeños e identificar cuando esta llega a su pico y lo que le sigue es la exhalación para proceder a sumergirlos por pocos segundos. De igual manera los guían a través de la experiencia de flotar, que se facilita en menores de siete años según explica, porque “la cabeza del niño pesa más y conseguir ese balance es más fácil”.
“Parte de las técnicas en ISR es que la respiración se esté dando bien. Nosotros trabajamos con unas prioridades, tanto cuando los hundimos para que aguanten la respiración como al flotar. Lo primero que buscamos es el 'breath control', que el bebé esté respirando para que se relaje. Uno también busca la orientación de la cabeza; si un bebé tiene la cabeza abajo es mucho más difícil que flote. Y después se le busca la orientación del cuerpo, que las piernas estén bastante elevadas. Queremos que el bebé flote, que esté seguro y que esté respirando bien”, describe la instructora.
Las estadísticas sobre ahogamientos en el País no son claras. La Policía de Puerto Rico no pudo proveer datos actualizados a Por Dentro. El Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico ha creado un banco de datos juntando información que obtiene de la Policía y del Instituto de Ciencias Forenses, pero solo conserva información de personas ahogadas en el mar. Según los mismos, en el 2016 se ahogaron 25 personas en playas y de estas 23 eran varones.
Berliz Morales Muñoz, del Programa Sea Grant, indica que de enero de 1999 a diciembre de 2016 en promedio han ocurrido unas 30 de estas fatalidades cada año. “Es triste porque ese promedio se mantiene. Quisiéramos que bajara, pero se mantiene. Los hombres superan a las mujeres, están casi ya en 90%, y entre las edades de 30 a 60 años es que más se ahogan. Estamos viendo que aunque la mayoría son nacionales, residentes en Puerto Rico, hay números de turistas que pueden estar cambiando porque cuando forenses hacen entrevistas a familiares, a veces los ponen como nacionales y son turistas”, lamenta .
Al igual que ella, el resto de los entrevistados expresó deseos de combatir más eficazmente la mortalidad por ahogamiento.
Además del llamado de Martí para que la educación sobre seguridad acuática sea parte de la política pública del Estado, Jennifer
Steininger, instructora de ISR y madre de una niña que en 2010 sobrevivió un ahogamiento, hizo un llamado a rescatar el Proyecto de la Cámara 698 radicado por el representante José Enrique Meléndez Ortiz en el 2013 para crear la “Ley de Seguridad en las Piscinas Residenciales en Puerto Rico”. Steininger indica que espera respuesta a una solicitud de audiencia con la primera dama Beatríz Rosselló para que le ayude a “educar a las familias antes que los chicos puedan llegar al agua solos”.