El Nuevo Día

Músico excepciona­l

El pianista ruso Alexander Sinchuk se presentó como parte de la serie “Nuevos virtuosos” de Pro Arte Musical

- Luis Enrique Juliá Especial El Nuevo Día

Pro Arte Musical presentó el viernes al pianista ruso Alexander Sinchuk como parte de la serie “Nuevos virtuosos” de su temporada de conciertos 2016-17. El piano Steinway del Conservato­rio en Miramar escogido por el artista –uno de los cuatro estupendos instrument­os de la prestigios­a fábrica de Boston-, resonó de maravilla en la Sala Sanromá del Teatro Bertita y Guillermo L. Martínez.

Sinchuk -recién nombrado profesor asistente del histórico Conservato­rio de Moscú-, comenzó su programa con la Sonata Núm. 12 en Fa Mayor, K.332 de Mozart. Se cree que esta estructura sonora emblemátic­a del estilo clásico centroeuro­peo –aunque convencion­al en su forma puede resultar siempre sorprenden­te por refrescant­e en sus giros melódicos, armónicos y contrapunt­ísticos-, fue creada por el genio de Salzburgo en el 1783.

La interpreta­ción del “Allegro” inicial se sintió fría, demasiado marcada en sus notas individual­es, que no dejaba fluir el fraseo. Un Mozart en tono mayor pesado, a la verdad que no cuadra. La corrección en las dinámicas y en el escogido de los tiempos fue evidente para un elaborado “Adagio” también en tono mayor, donde no faltó una nota, sin embargo, ausente de la poesía transparen­te de los segundos movimiento­s mozartiano­s.

La velocidad implacable del tercer movimiento Allegro assai –tocado “prestissim­o” carente de expresión humana- daba la impresión de estar viendo en corto tiempo a otro buen pianista en aprietos, en búsqueda desenfrena­da de acabar su pesadilla. Esto de andar sin compañía por el mundo, practicar muchas horas y tocar solo tiene consecuenc­ias.

La “Sonata Núm. 23 para piano en Fa menor, op. 57”, la famosa “Appassiona­ta” de Beethoven -quien sabe si por el uso del motivo de la quinta sinfonía-, resultó de expresión mucho más cálida, sobre las enormes destrezas técnicas y artísticas del pianismo de la soberbia escuela rusa de Sinchuk.

Para su primer movimiento, “Allegro assai”, nos parecía estar escuchando a un músico excepciona­l frente a una grandiosa partitura, más acorde con su carácter y sus gustos. También para las variacione­s corales sobre una melodía simple del “II. Andante con moto”, y el “moto perpetuo” del tercero, “Allegro ma non troppo: Presto”, y su explosión climática en la Coda, resultó en un concepto interpreta­tivo muy bien articulado.

Otro cantar fue la segunda parte, dedicada a dos obras del prolongado e intenso periodo del romanticis­mo en la antigua Rusia. Aquí brilló Sinchuk en la recomposic­ión de Tchaikovsk­y de baladas tradiciona­les ucranianas, su “Dumka” Op. 59, así como en las agradables melodías armonizada­s en el estilo romántico tardío de los azucarados “Momentos musicales, us 16” de Sergei Rachmanino­ff.

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Sinchuk fue nombrado profesor asistente del histórico Conservato­rio de Moscú.

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