Manejo de residuos con foco fiscal y salubrista
Los severos problemas de los municipios con el manejo de los desperdicios sólidos, agudizados por las limitaciones fiscales y la pobreza administrativa, obligan a buscar soluciones sensatas a una situación que está a punto de desbordarse como una amenaza
Punto central en la agenda de soluciones es hacer del manejo de la basura una alta prioridad. La distribución de los recursos municipales debe responder a ese orden de prioridades, alejándose de los gastos superfluos a los que están acostumbradas demasiadas alcaldías. La visión amplia debe incluir el reciclaje sistemático como el modelo de solución a la acumulación de desperdicios.
Ya son trece los vertederos sobre los que pesan órdenes de cierre parcial o total por parte de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), ante la persistencia en operar en incumplimiento con las regulaciones federales y por alcanzar o exceder su capacidad o vida útil.
A pesar de las advertencias, varios ayuntamientos se han abstenido de tomar las medidas remediales solicitadas por la EPA. Este es el caso del vertedero de Toa Baja, cuyo cierre en diciembre de 2017 fue ordenado por la EPA, después de que la Junta de Calidad Ambiental (JCA) lo multara por violaciones de años a los reglamentos ambientales. Toa Alta y Mayagüez también atraviesan serias dificultades con el manejo de la basura.
Como en toda situación fiscal, la administración municipal tiene que ejercerse en atención a prioridades, con los servicios esenciales de seguridad, educación y salud a la cabeza. Desatender el recogido, el manejo y la disposición final de los desechos aumenta los riesgos ambientales y salubristas.
En tiempos del azote del virus del zika, la acumulación de basura y de aguas en los espacios expuestos a la lluvia puede convertirse en una gran incubadora de mosquitos y foco de propagación de plagas, algunas de las cuales transmiten enfermedades. A ello se suma la peligrosísima posibilidad de contaminación de las aguas subterráneas, pues las sustancias químicas que se filtran por el suelo debido a la acumulación de residuos pueden desembocar en los acuíferos.
Tan peligroso ha llegado a ser la desatención de los repositorios de basura, que para 2016 entre los 17 sitios de la Isla considerados más contaminados con desperdicios peligrosos y que urgen limpieza inmediata había dos vertederos, el de Barceloneta y el de Juncos. Ambos fueron agregados en la Lista de Prioridades Nacionales, conocida como la Lista del Superfondo, por la contaminación de las aguas subterráneas, entre otros males ambientales.
Aludir a vacíos presupuestarios para justificar la inadecuada disposición de los residuos es una excusa inaceptable. El costo de disponer de estos desperdicios tiene que figurar en el presupuesto del municipio. El hecho es que ninguna comunidad puede vivir entre basura. Y en este punto vale la pena recordar que en Puerto Rico se generan 8,500 toneladas de desperdicios al día, según los cálculos de la JCA.
El recogido y la disposición de desechos es un área de colaboración entre los municipios que se ha dado con relativa eficiencia en la medida que unos reciben, a cambio de pago, en sus vertederos la basura de otros. Ante el creciente número de instalaciones en incumplimiento y bajo amenaza de cierre, esta es una actividad que vale la pena expandir.
La basura es resultado del consumo de los recursos naturales y de otras actividades humanas. Tenemos que asumir su manejo con el más alto sentido de responsabilidad social, aspirando a un desarrollo sostenible.
Si el reciclado municipal es ínfimo y sufre de retraso con respecto a los planes del Gobierno, y los vertederos ni siquiera cumplen los requisitos mínimos para no poner en peligro la salud y el ambiente, es clara la urgencia de promover un nuevo modelo de manejo de los residuos racional y eficiente.