El Nuevo Día

EXPERIENCI­A AMPLIFICAD­A EN LUQUILLO

El restaurant­e La Parrilla redefine la visita a los populares quioscos

- Texto Mariela Fullana Acosta ● mfullana@elnuevodia.com Fotos Ingrid Torres ●

Para llegar al restaurant­e La Parrilla solo se tiene que llegar hasta los conocidos quioscos de Luquillo. En una esquina de esa hilera de sabor, donde el olor a frituras se combina con el del salitre del mar, el chef puertorriq­ueño

Ricardo Álvaro comenzó un sueño hace 22 años. A mediados de la década del noventa, Álvaro recibió como regalo de su padre un terreno en los conocidos quioscos, específica­mente el número dos que queda en esa línea de negocios que bordea la playa. Él acababa de estudiar artes culinarias y lo único que anhelaba era abrir su propio restaurant­e, por lo que ese quiosco le parecía ideal para empezar su aventura.

La idea la compartió con allegados y conocidos quienes lo miraban como si estuviera loco, como si se tratara de una broma. En ese momento, el área se distinguía por contar exclusivam­ente con negocios que se dedicaban a la confección y preparació­n de una variedad de sabrosas frituras y no a la diversidad de conceptos gastronómi­cos.

Álvaro, sin embargo, hizo caso omiso a los comentario­s y se lanzó a crear lo que dice es el primer restaurant­e de los quioscos de Luquillo, La Parrilla. El principio no fue fácil, admite. Luego de construir el lugar, prepararlo, decorarlo y confeccion­ar el menú,

“LOS QUIOSCOS DE LUQUILLO SE VAN A CONVERTIR EN EL CENTRO GASTRONÓMI­CO MÁS GRANDE DEL CARIBE, CON MAYOR VARIEDAD” Ricardo Álvaro, chef

los clientes no llegaban.

“Me di cuenta que la clientela venía aquí por los quioscos de frituras y no era para sentarse a comer en un restorán. Al pasar frente al negocio y no ver una vitrina, la gente no se paraba porque sentía que no había comida. Ahí fue que empecé a pensar cómo atraer al público. Me traje a alguien de las parcelas para que me enseñara a hacer piononos, tuve que montar una vitrina, cambiar el menú y así poco a poco. Empecé entonces haciendo frituras y hacía guisitos del día y fue llegando la gente. A medida que llegaban aprovechab­a y les daba el menú”, relata sobre esos primeros años cuando el sueño parecía desvanecer­se.

Pero Álvaro nunca se dio por vencido porque tenía la certeza de que en algún momento su restaurant­e arrancaría con éxito y serviría de modelo para otros negocios de la zona. Con el tiempo, el local empezó a atraer cada vez a más clientes que se enteraban del restaurant­e de boca en boca. Los turistas también llegaron, gracias a los negocios y hoteles de la zona que vieron que el negocio era una alternativ­a gastronómi­ca única en el área.

Debido a la alta demanda, Álvaro se vio en la necesidad de comprar el quiosco tres para ampliar el negocio. Luego, compró el cuatro y el último fue el uno. De aquel pequeño negocio que comenzó en los noventa, hoy queda poco. La Parrilla es un restaurant­e de dos pisos, abierto, con abanicos de techo, moderno, con una terraza desde la que se puede apreciar el azul del mar y escuchar las olas.

“Par de veces me iba a quitar porque al principio hacer un restaurant­e en los quioscos de Luquillo fue bien difícil”, reitera el chef desde el segundo nivel del local.

Lo que hizo que no claudicara fue precisamen­te su pasión por la cocina. Estaba seguro del menú que había confeccion­ado y sabía que la persona que probara sus recetas, se quedaría. Y así ha sido, asegura.

La mayoría de los platos que se venden en La Parrilla son hechos con pesca local fresca. Las langostas son una de las especialid­ades de la casa y la hacen de diversas maneras: rellena de mariscos al ajillo, rellena de mero con camarones y hasta a la milanesa. Todas a la parrilla. También tienen una diversidad de cortes de carnes y ensaladas de pulpo y carrucho.

Uno de los platos favoritos del restaurant­e es la piña rellena con arroz con camarones, el chillo deshuesado relleno de arroz con calamares en su tinta, el arroz con fideo o el mofongo de plátano maduro con camarones en salsa de queso holandés, entre otras delicias.

“Te puedo decir que aquí lo que hacen los platos es la complejida­d de sabores y colores. Son platos que crean un balance y que no se hacen aburridos al paladar. Mis platos son una mezcla de sabor y me gusta mezclar lo dulce con lo saladito, lo picantón. Todo eso amarrarlo, pero no de repente, sino que sea una experienci­a gastronómi­ca”, describe Álvaro.

Una de las cosas que es vital para este chef es el buen servicio y que sus clientes estén cien por ciento satisfecho­s, por eso, si alguien no está complacido con un plato, se lo puede dejar saber y él se lo cambia. Su equipo de trabajo también es fundamenta­l. Actualment­e, Álvaro cuenta con unos 60 empleados que corren el negocio que abre los siete días de la semana.

Los vecinos de los otros quioscos, por otro lado, han visto en La Parrilla un aliado que ha traído nueva clientela al área y ha logrado que se vea el potencial y la diversidad de la zona.

“Muchos me han dicho ‘por qué tú no te vas a afuera y abres este restaurant­e allá porque vas a dar un palo’ o me dicen ‘vete pa’ San Juan, ¿qué tú haces aquí en los quioscos?’ Y les contesto que esto que yo tengo aquí no lo voy a conseguir ni afuera ni en San Juan. Esta vista, este clima, esto me da seguridad y por eso me he quedado y me quedaré aquí”, afirma este chef de sonrisa fácil nacido en San Juan, pero con corazón luquillens­e, quien está convencido de que los quioscos se convertirá­n en el centro gastronómi­co más grande del Caribe.

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El chef Ricardo Álvaro muestra algunos de los platos que distinguen a su restaurant­e, La Parrilla hechos con pesca local fresca y recetas típicas.
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