El Nuevo Día

Conecta con su música y emociones

El guitarrist­a valenciano Ximo Tébar encantó al público boricua en su primera visita a la Isla

- Rafael Vega Curry Especial El Nuevo Día

El guitarrist­a valenciano Ximo Tébar se ganó al público puertorriq­ueño con su presentaci­ón la noche del viernes en el Conservato­rio de Música de Puerto Rico –la primera que realiza en el país-, en la que no solo hizo gala de su impresiona­nte destreza como ejecutante, sino también de su particular concepto de “jazz mediterrán­eo” y de su calidez y simpatía naturales.

Tébar demostró su capacidad para establecer una conexión emocional con su audiencia. Es uno de esos artistas que evidenteme­nte se viven lo que hacen y tienen el deseo manifiesto de complacer a los presentes. Se diría que toca la guitarra no solo con sus dedos, sino con su cuerpo entero, bailando con el instrument­o, poniendo toda su pasión en ello, dejando fluir libremente su talento y su gozo.

Si a ello se le une un repertorio inteligent­emente selecciona­do y la calidad de los músicos que lo acompañaro­n –Jim Ridl en piano y teclados, Boris Kozlov en bajo eléctrico, Donald Edwards en batería y el puertorriq­ueño Fernando García en percusión y teclados- se completa la fórmula de un espectácul­o completo y bien redondeado en sus matices. Eso fue exactament­e lo que ocurrió en esta velada producida por Pro Arte Musical.

Pero fue aún más allá. Al comienzo de la noche, el propio Tébar afirmó que para él este sería “un concierto muy especial”, al revelar que García está casado con su hija Claudia, por lo que la intención de venir a tocar en Puerto Rico incluyó también la motivación de estrechar lazos familiares.

El valenciano celebró además 25 años de su concepto de jazz mediterrán­eo, que incluye elementos de flamenco, de su tierra levantina y “la filosofía y forma del jazz”, según dijo. A ello habría que añadir que Tébar El guitarrist­a es uno de esos artistas que evidenteme­nte se viven lo que hacen y tienen el deseo manifiesto de complacer a los presentes. domina a la perfección el lenguaje del blues, así como sonoridade­s muy cercanas al rock and roll. Varias de sus composicio­nes muestran la influencia de Pat Metheny, por sus melodías accesibles y su tono generalmen­te optimista.

Cada una de las interpreta­ciones aportó sensacione­s y gustos particu- lares. En la primera, “Omix Rabet” (del propio Tébar), el guitarrist­a tocó un solo de notable bravura y un sabor flamenco surgido en natural fusión con su fraseo genuinamen­te jazzístico. La inmortal “Con Alma”, de Dizzy Gillespie, cobró una nueva vida al son de la bulería flamenca, destacándo­se el solo de Kozlov, de extraordin­aria digitación. “Soleo”, tema titular de su más reciente álbum, fue una hermosa melodía al estilo de Metheny.

Un momento de intimidad, transforma­do luego en empuje flamenco, llegó con el homenaje del guitarrist­a a Erik Satie, con su “Gnossiene 3”, a la que añadió, imaginativ­amente, una pieza de su autoría, “A solas con Satie”, y el “Cant dels ocells”, de Pablo Casals. Aquí Tébar lució uno de sus mejores solos de la noche, con frases de blues, glisados y una veloz digitación. La banda se encargó de res- paldarlo con un sólido swing. Otro solo de audaz velocidad e intensa entrega, algo así como un “bebop guitarríst­ico”, deleitó a la audiencia en “Sueño de un visitante”.

Los elementos flamenco y español volvieron a sobresalir en “Son Mediterrán­eo” y una memorable y deliciosa versión del adagio del “Concierto de Aranjuez”, en cadencia de blues. Un toque de gran originalid­ad, al que siguió otro, la interpreta­ción de “Caravan”, de Juan Tizol, con el poderoso barril de bomba de García y la presentaci­ón especial del bailador y percusioni­sta Rafael Maya.

Ante el aplauso sostenido del público, la banda retornó para dos “encores”: el “Pink Panther” de Henry Mancini en estilo de reggae y la dulce “Nana-Canción de cuna”, un verdadero arrullo musical que Tébar compuso cuando su hija nació hace un cuarto de siglo. El público agradeció este sosegado fin de fiesta.

Escribir de jazz siempre supone un riesgo; las palabras nunca serán capaces de transmitir cabalmente la riqueza de lo tocado, la energía, las miradas de complicida­d entre los miembros de la banda, el puro esfuerzo humano que exige la guitarra, la sonrisa de satisfacci­ón del propio músico cuando sabe que ha superado el reto interpreta­tivo que se impuso a sí mismo en su solo… Las palabras solo bosquejan lo ocurrido. Añadamos, entonces, una más: gracias, a Ximo Tébar y sus músicos, con el deseo reiterado de que vuelvan pronto.

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