Conecta con su música y emociones
El guitarrista valenciano Ximo Tébar encantó al público boricua en su primera visita a la Isla
El guitarrista valenciano Ximo Tébar se ganó al público puertorriqueño con su presentación la noche del viernes en el Conservatorio de Música de Puerto Rico –la primera que realiza en el país-, en la que no solo hizo gala de su impresionante destreza como ejecutante, sino también de su particular concepto de “jazz mediterráneo” y de su calidez y simpatía naturales.
Tébar demostró su capacidad para establecer una conexión emocional con su audiencia. Es uno de esos artistas que evidentemente se viven lo que hacen y tienen el deseo manifiesto de complacer a los presentes. Se diría que toca la guitarra no solo con sus dedos, sino con su cuerpo entero, bailando con el instrumento, poniendo toda su pasión en ello, dejando fluir libremente su talento y su gozo.
Si a ello se le une un repertorio inteligentemente seleccionado y la calidad de los músicos que lo acompañaron –Jim Ridl en piano y teclados, Boris Kozlov en bajo eléctrico, Donald Edwards en batería y el puertorriqueño Fernando García en percusión y teclados- se completa la fórmula de un espectáculo completo y bien redondeado en sus matices. Eso fue exactamente lo que ocurrió en esta velada producida por Pro Arte Musical.
Pero fue aún más allá. Al comienzo de la noche, el propio Tébar afirmó que para él este sería “un concierto muy especial”, al revelar que García está casado con su hija Claudia, por lo que la intención de venir a tocar en Puerto Rico incluyó también la motivación de estrechar lazos familiares.
El valenciano celebró además 25 años de su concepto de jazz mediterráneo, que incluye elementos de flamenco, de su tierra levantina y “la filosofía y forma del jazz”, según dijo. A ello habría que añadir que Tébar El guitarrista es uno de esos artistas que evidentemente se viven lo que hacen y tienen el deseo manifiesto de complacer a los presentes. domina a la perfección el lenguaje del blues, así como sonoridades muy cercanas al rock and roll. Varias de sus composiciones muestran la influencia de Pat Metheny, por sus melodías accesibles y su tono generalmente optimista.
Cada una de las interpretaciones aportó sensaciones y gustos particu- lares. En la primera, “Omix Rabet” (del propio Tébar), el guitarrista tocó un solo de notable bravura y un sabor flamenco surgido en natural fusión con su fraseo genuinamente jazzístico. La inmortal “Con Alma”, de Dizzy Gillespie, cobró una nueva vida al son de la bulería flamenca, destacándose el solo de Kozlov, de extraordinaria digitación. “Soleo”, tema titular de su más reciente álbum, fue una hermosa melodía al estilo de Metheny.
Un momento de intimidad, transformado luego en empuje flamenco, llegó con el homenaje del guitarrista a Erik Satie, con su “Gnossiene 3”, a la que añadió, imaginativamente, una pieza de su autoría, “A solas con Satie”, y el “Cant dels ocells”, de Pablo Casals. Aquí Tébar lució uno de sus mejores solos de la noche, con frases de blues, glisados y una veloz digitación. La banda se encargó de res- paldarlo con un sólido swing. Otro solo de audaz velocidad e intensa entrega, algo así como un “bebop guitarrístico”, deleitó a la audiencia en “Sueño de un visitante”.
Los elementos flamenco y español volvieron a sobresalir en “Son Mediterráneo” y una memorable y deliciosa versión del adagio del “Concierto de Aranjuez”, en cadencia de blues. Un toque de gran originalidad, al que siguió otro, la interpretación de “Caravan”, de Juan Tizol, con el poderoso barril de bomba de García y la presentación especial del bailador y percusionista Rafael Maya.
Ante el aplauso sostenido del público, la banda retornó para dos “encores”: el “Pink Panther” de Henry Mancini en estilo de reggae y la dulce “Nana-Canción de cuna”, un verdadero arrullo musical que Tébar compuso cuando su hija nació hace un cuarto de siglo. El público agradeció este sosegado fin de fiesta.
Escribir de jazz siempre supone un riesgo; las palabras nunca serán capaces de transmitir cabalmente la riqueza de lo tocado, la energía, las miradas de complicidad entre los miembros de la banda, el puro esfuerzo humano que exige la guitarra, la sonrisa de satisfacción del propio músico cuando sabe que ha superado el reto interpretativo que se impuso a sí mismo en su solo… Las palabras solo bosquejan lo ocurrido. Añadamos, entonces, una más: gracias, a Ximo Tébar y sus músicos, con el deseo reiterado de que vuelvan pronto.