La mitad de los jóvenes encarcelados nacieron en extrema pobreza
Estudio revela que los reclusos provienen de entornos muy complicados
La mitad había tenido a familiares presos. La mayoría estaba fuera de la escuela al momento de ser encarcelado. Recibían tratamiento para condiciones mentales. Vienen de barriadas o residenciales públicos. Vivían solo con su madre.
Muchos habían sido maltratados y/o explotados. Una gran cantidad eran estudiantes de educación especial y sufren problemas de aprendizaje y emocionales.
Vienen de entornos de extrema pobreza en los que el desempleo, la dependencia de drogas y la violencia eran fenómenos cotidianos.
A grandes rasgos, así es el joven ingresado en prisiones para convictos que no hayan alcanzado la mayoría de edad, según el Perfil del Menor Transgresor 2016, un abarcador análisis socioeconómico y sociodemográfico realizado por la investigadora Doria A. Martínez Guzmán entre los 254 jóvenes que en febrero de 2016 estaban recluidos en la Administración de Instituciones Juveniles (AIJ).
La AIJ es la dependencia del Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) a cargo de la custodia de reclusos que no han alcanzado la mayoría de edad.
El análisis fue completado en diciembre del año pasado y hasta este
momento no había sido divulgado públicamente.
Los hallazgos, que confirman los de estudios anteriores, revelan un cuadro desolador sobre los devastadores efectos que tienen en amplios sectores de la niñez y la juventud las condiciones de pobreza, marginación, violencia y falta de acceso a servicios de educación y salud de calidad, según varios estudiosos de estos temas.
También arroja luz sobre las condiciones que fomentan la ola criminal que hace décadas arropa al país y apunta hacia dónde deberían dirigirse las políticas públicas para manejar este problema, según estudiosos.
"UN GRAN NIVEL DE POBREZA". "En Puerto Rico todavía existe un gran nivel de pobreza, que incide en las poblaciones que por las propias cir- cunstancias de la vida y las propias carencias que implica la pobreza se ven empujados o expuestos a condiciones que lo vulneran y los coloca ante circunstancias que los llevan a esto", dijo el profesor de trabajo social Víctor Iván García Toro, quien lleva décadas estudiando el fenómeno de la delincuencia juvenil.
El perfil revela que el 48% de toda la matrícula de Instituciones Juveniles residía en barrio o barriada antes de su ingreso al sistema. De la misma manera, el 22% vienen de residenciales públicos. El 20% vivía en urbanizaciones y el 7% en cascos urbanos. Uno de los 254 menores recluídos en Instituciones Juveniles al momento del estudio era deambulante antes de caer preso.
El 82% de los reclusos se había estado educando en escuelas públicas y solo el 7% en el sistema privado.
El resto se educó en distintos momentos en ambos sistema o estudiaba mediante el sistema de módulos.
Igualmente, el perfil revela que el 35% de los reclusos provenía del Programa de Educación Especial del Departamento de Educación y el 65% había padecido de algún trastorno de salud mental.
Solo el 22% de los reclusos terminó su escuela superior. El 59% no estaba en la escuela al momento de ser apresado y de estos el 33% había dejado de estudiar entre séptimo y noveno grado, la época en que, según diversos análisis, es mayor la incidencia de deserción escolar en Puerto Rico.
María del Carmen Torres Meléndez, quien dirige los programas de trabajo social de la AIJ, dice que las cárceles de menores son el último eslabón y que cuando los menores les llegan es que muchas instituciones públicas, sociales y hasta religiosas fallaron en corregir a un menor que, por las razones que fuera, se había desviado de la senda correcta.
"El chico que ingresa con nosotros posiblemente es que no estaba recibiendo una supervisión adecuada. Si hubiese estado en la escuela, en la iglesia o en una familia con unos controles adecuados el chico no hubiese llegado donde nosotros", dijo Torres Meléndez, quien lleva 25 años trabajando con personas encausadas por la ley, tanto menores como adultos.
Las estadísticas confirman que los jóvenes en las instituciones juveniles venían de entornos muy complicados, en los que recibieron muy pobre supervisión y modelajes erróneos.
FAMILIAS DISFUNCIONALES. El 40% vivía solo con su madre, versus el 19% que vivía con madre y padre. El resto vivía con abuelos, en hogares sustitutos del Departamento de la Familia, con amistades o hasta con sus parejas.
El 57% de los jóvenes venían de familias en las que el sustento principal eran las ayudas gubernamentales.
El 72% se crió en familias en las que los ingresos iban desde $0 a $20,000 anuales, colocándolos en el rango de la pobreza.
"Uno de los efectos más dañinos de la pobreza es su impacto sobre el desarrollo de los niños", dijo el profesor García Toro.
El perfil dice que el 46% de los menores había tenido un familiar en prisión. Entre estos, el 35% había tenido al padre preso; el 23% a los hermanos; el 7% al padre y los hermanos; el 5% a la madre y el 5% al padre y a la madre encarcelados al mismo tiempo.
El 47%, además, reveló que en sus familias se usaba drogas, la mayor parte de las veces el padre o los hermanos.
"Estamos hablando de una población que probablemente por todas las circunstancias emocionales, económicas y sociales podía tener una mayor propensión a entrar en la delincuencia", dijo García Toro.
EXPLOTACIÓN. A los expertos les sorprendió la aparición en el perfil del tema de la explotación laboral y sexual infantil, no porque antes no ocurriera sino porque no se le reportaba como tal.
El 23% de los menores reportaron haber sido explotados antes de entrar en prisión, la mayoría (71%) en el mundo de las drogas, la violencia y el narcotráfico.
La mitad de las seis niñas que reportaron haber sido explotadas dijeron que habían sido prostituidas.
En el caso de los varones, el 7% había sido obligado a participar en actividades de pornografía infantil. "A pesar de que la trata y la explotación siempre habían existido, ahora se ve más claro", dijo García Toro.