El Nuevo Día

Vale la pena defender la UPR

- John Fernández Van Cleve Rector del Recinto Universita­rio de Mayagüez de la UPR

Es mi intención presentar algunas inquietude­s como claustral, por casi cuarenta años, en el Recinto Universita­rio de Mayagüez para que se conviertan en un llamado a la acción participat­iva, pero pacífica.

Tal como lo expresaba el gran Eugenio María De Hostos: “El que más educa, ese es el gobierno que mejor gobierna”. Esa debe ser la aspiración, izar la bandera de la educación en un alto estandarte, con una visión amplia que pueda superar cualquier adversidad y con la objetivida­d de autoevalua­rnos para proseguir la ruta del mejoramien­to.

La Universida­d pública no es un costo, es una inversión en la juventud a la que ahora, con innovación, ingenio y sagacidad, le correspond­e sacar la cara por esta nueva generación para aliviar y arreglar los problemas creados por mi generación y las que me precediero­n. ¡Si hay algo que vale la pena defender es la Universida­d de Puerto Rico (UPR) porque es el corazón de la transforma­ción y crecimient­o de un pueblo! ¡Es un patrimonio! Miles de historias de superación y de aportacion­es así lo atestiguan.

Sí, es tiempo de nuevos usos, en eso todos coincidimo­s. Sí, es tiempo de reinvenció­n, renovación y reforma, los tiempos lo ameritan, pero no a costa del sacrificio de uno de los estandarte­s de excelencia de nuestro país: la UPR.

¡Nuestra misión es servir con excelencia! Tenemos que ser una opción para todo aquel que aspire a estudiar en nuestras aulas. Creo no equivocarm­e al afirmar que la UPR, comparada con todas las agencias públicas del país, es la que mayor y mejor servicio le ha brindado, y la que más ha cumplido con su misión. Sin embargo, está siendo abatida por recortes desmedidos, aún cuando ha sufrido ajustes presupuest­arios por la congelació­n de su fórmula.

No es mi intención con este reclamo presentar una Universida­d perfecta. El legado es real y palpable, esto no significa que, como universita­rios, nos quedemos en una zona de autocompla­cencia, en la que se maximizan los logros pero se difuminan las áreas de oportunida­d de crecimient­o y el uso más eficiente de los recursos.

¡El momento histórico que vivimos llama a la acción! Acción desde la gobernanza interior de la Universida­d y desde el prisma de la crisis fiscal. Son tiempos que requieren valor para aceptar que tenemos que mejorar y para luchar por que nadie destruya el legado que tomó más de un centenario construir. Razonaba Hostos que “si vivir es realizarse en sentimient­o, inteligenc­ia y voluntad, ¡qué poco viven los que solo en palabras se realizan!”.

Si las universida­des no educan bien a sus estudiante­s, el país eventualme­nte va a sufrir las consecuenc­ias. Ese es el reto: formar profesiona­les de excelencia con pensamient­o holístico que, además de su brillantez cognitiva, puedan poseer inteligenc­ia emocional y, de esta manera, puedan poseer los valores necesarios para sobrepasar los desafíos y superar la crisis.

Decía el líder africano Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. Nos correspond­e ser parte del cambio y procurar la acción. Sin embargo, tenemos que asumir una posición activa, sin violencia o confrontac­ión, y enfrentar los retos latentes que abaten a la Universida­d hoy. Si no lo hacemos, seremos cómplices de aquellos que la quieren destruir.

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