EN CARNE PROPIA
A todos nos preocupa el cambio climático. Bueno, lamentablemente no a todos. Quizás los que niegan el fenómeno por capricho, ignorancia o profunda y criminal indiferencia hacia el futuro de nuestra especie no han sufrido en carne propia algunos de los efectos que ya está teniendo el aumento de temperatura en nuestro planeta.
No viven, por ejemplo, en zonas costeras que ya se han inundado ni en ciudades que están gastando sumas millonarias para defenderse del mar ni en áreas agrícolas donde los pozos se han secado.
Luego de todos los estudios realizados por científicos reconocidos mundialmente no logro entender a los que opinan que el problema se ha exagerado o simplemente no existe.
¿Y qué podemos hacer los habitantes de nuestro hermoso (y algo maltrecho) Planeta Azul? Desde luego, debemos exigir que los líderes del mundo dediquen los recursos necesarios para combatir este gravísimo problema y respeten los acuerdos internacionales orientados a mitigarlo. Y si tales líderes parecen ser sordos y tercos, recordemos que ahora vivimos en un mundo en el cual la comunicación, cuando se trata de unir voluntades, es más efectiva y poderosa que nunca.
Pero, además, a nivel individual podemos modificar en forma inteligente nuestro estilo de vida para que no dañemos tanto el ambiente con nuestras actividades.
En Puerto Rico, por ejemplo, podemos aficionarnos a la ventilación natural y depender menos de los acondicionadores de aire. Podemos también utilizar más la transportación colectiva evitando así aumentar nuestra huella de carbono cada vez que guiamos nuestro carro. ¿Y qué tal si apagamos las luces cuando salimos del cuarto? ¿Y, de paso, compramos bombillas más eficientes?
Sé que vivimos en una isla y que posiblemente se nos hará difícil seguir este consejo, pero, bueno, aquí va: el planeta y sus habitantes nos van a agradecer muchísimo que viajemos un poco menos en avión para así disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero.
¡Espero sus sugerencias!