El Nuevo Día

Todos estaban locos

Mayra Montero Antes que llegue el lunes

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Una auditoría revelará lo que casi todos sabemos: se debe demasiado dinero y no es tan importante determinar exactament­e la cuantía, como el establecer quiénes y cómo lo robaron.

Aquí se ha derrochado a manos llenas, y es un dinero que no producimos, por lo tanto la lógica más elemental indica que lo pedimos prestado.

En 2012 se calculaba que si el propuesto gasoducto conocido como “Vía Verde” corría la misma suerte que había corrido ya el llamado Gasoducto del Sur, entre uno y otro se habrían desperdici­ado alrededor de $100 millones. En el caso del Gasoducto del Sur, hubo que pagar $59 millones de penalidad a una empresa a la que se le rescindió el contrato. En la “Vía Verde”, aparte de pagar cientos de miles de dólares en la estúpida publicidad, unos “spots” de radio, pesados y gangosos, que parecían de los años cincuenta, se le adelantaro­n como diez millones al individuo que “diseñó” la tubería.

Por aquel tiempo, recuerdo que le pregunté al exdirector de la AEE, Miguel Cordero, si era cierto que, aún sin tener los permisos requeridos, ya la corporació­n andaba comprando tubos. Cordero me aseguró que no era así, que no se había comprado ni uno solo. Por supuesto, no le creí. Nunca podrá saberse si entre la chatarra que se acumula en Ponce, tubos provenient­es del fiasco del Gasoducto del Sur —a un costo de $2,500 cada uno— están también los tubos que se compraron después.

A su salida de la AEE, se supo que Miguel Cordero había estado devengando un salario de $253,000 anuales, más bonos de productivi­dad, días por enfermedad, gastos de representa­ción y misas sueltas. En ese par de añitos que estuvo mal dirigiendo la AEE, se calcula que le succionó al erario alrededor de un millón de dólares.

¿De dónde salió eso? ¿De las ganancias de la flota pesquera, minas de cobre, explotació­n de estaño?

Por supuesto que no. Ese dinero se cogía prestado.

Me temo que basta con el ejemplo de Cordero, que se ha replicado incesantem­ente en otras corporacio­nes y agencias, a través de décadas y décadas de corrupción, para comprender por qué nos hemos endeudado hasta las orejas. Los prestamist­as son prestamist­as, usureros que ansían que nos embrollemo­s más.

Nosotros tenemos responsabi­lidad también. Cuando al secretario del Departamen­to de Recursos Naturales, hace unos años, le informaron que Lutgardo Acevedo no cumplía con su trabajo, por el cual le pagaban $17,000 mensuales, el hombre no movió un dedo. Este periódico publicó la nota, bien grande y fuerte. ¿Hubo alguna manifestac­ión frente a Recursos Naturales, o se movilizaro­n los sindicatos contra el latrocinio? No. Estaban

“Aquí se ha derrochado a manos llenas, y es un dinero que no producimos, por lo tanto la lógica más elemental indica que lo pedimos prestado”.

muy tranquilos.

¿Y qué me dicen de la gran estafa de los terrenos del Corredor Ecológico? Una administra­ción tras otra, desde la de Acevedo Vilá hasta la de García Padilla, “honró” pagos exorbitant­es, comprando los terrenos a sobrepreci­o. Todos sabían que las facturas que pagaría el pueblo estaban requeteinf­ladas. No se hubiera podido construir casi nada en el lugar, porque las leyes federales protegían los humedales y otras zonas. Pero el Gobierno transó y nos endeudó más, bajaron la cabeza y soltaron los millones.

¿De dónde salió eso? ¿De nuestros vastos yacimiento­s de níquel, de nuestras fábricas de equipo electrónic­o, de las empresas de telecomuni­cación locales, o de la exportació­n de óxido de aluminio?

Salió de préstamos, claro que sí, de dinero que no teníamos y le cogíamos al primero que asomaba la cara.

La Comisión de Recursos Naturales del Senado no se puso las pilas cuando se las tenía que poner, y el senador Cirilo Tirado estuvo como tres años sentado sobre la petición de investigar la compra de los terrenos del Corredor. Al cabo de ese tiempo, ya tardíament­e, se desempolva­ron los documentos y se hizo el aguaje de mirarlos. Luego le pasaron la papa caliente al Departamen­to de Justicia.

¿Cuál funcionari­o, de todos los que se compinchar­on para pagar de más y obtener corruptame­nte alguna comisión, ha sido señalado por este caso? ¿Por qué sabiendo esa barbaridad, y leyendo sobre el asunto casi todos los días, nadie se manifestó en ninguna parte?

Al fin y al cabo, ésa es la auditoría que cuenta: la de la corrupción.

Se lanzaban emisiones de bonos para tapar a toda prisa los agujeros que iban haciendo los gobiernos de locos. Todos estaban locos. Creyéndose lo que no eran y gastando lo que no tenían.

A menudo comprometi­eron el presupuest­o del País camelando el voto de los empleados públicos y los sindicatos, ofreciendo beneficios que ni siquiera se podían sostener. Se daba un bono de verano, además del muy jugoso bono de Navidad.

Los choferes de la AMA, por ejemplo, recibían un bono por el Día de las Madres, aun los varones; les daban libre el día de su cumpleaños (con paga doble), y recibían otro bono de “buen conductor”, aunque chocaran la guagua dos veces al año. Eso no es ninguna conquista laboral, eso es un chiste. García Padilla lo denominó “excesos” del convenio, que no sé si los llegarían a suprimir.

¿Por qué a un trabajador que goza de buena salud hay que pagarle 17 días al año, o los que sean, por no haberse enfermado? Nunca he entendido eso, ni lo entenderé. ¿De dónde salía para pagar tanto? De nuestras plantas de ensamblaje no fue. Ni de las fundicione­s o refinerías.

Todo salió de lo que se cogía prestado.

Una larga y minuciosa locura.

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