Trump como cañón suelto y nosotros prisioneros
El presidente Trump fue electo por el pueblo estadounidense y por ello reparte el bacalao entre todos lo estados, pero hay un caso especial y es el de Puerto Rico que no es estado, solo un territorio no incorporado, en otras palabras, prisioneros de guerra.
El compromiso de Estados Unidos y España al firmar el Tratado de París en 1898 redactó el compromiso de acoger a los “portoricensis” como prisioneros de guerra y tratarlos de buena manera a tenor con el derecho internacional, pero con el paso de los años el compromiso se ha desvanecido y ahora en el siglo 21 estamos bajo la tutela del presidente Trump y el Congreso, que ambos tienen la mentalidad de crear un campo de concentración.
Trump es un “loose cannon” (un cañón suelto en cubierta durante una tempestad) y el Congreso, en cuanto a Puerto Rico, es un festival de Venecia con diferentes disfraces. Ambos son como el yo-yo, para arriba y para abajo y lo triste de todo es que somos ciudadanos pero con los “mismos derechos que tiene un prisionero de guerra”.
Para agravar nuestra situación algunos de nuestros líderes políticos engañaron a los “portoricensis” haciéndoles creer que éramos una nación soberana pero, eventualmente, el poder de los Estados Unidos sacudió el “saco de la verdad” y extrajo la etiqueta de prisioneros de guerra; de ahora en adelante gobernados por una Junta (PROMESA) equivalente a un consejo de guerra con todos los poderes que ello implica.
Es insultante, humillante, vergonzoso y todos los adjetivos que encuentres para PROMESA, pero es auto-infligido porque los “portoricensis” lo hemos creado durante los 119 años desde la invasión en 1898. Es difícil pronosticar nuestro futuro pero con Trump, el Congreso y nosotros los prisioneros, siempre existe la esperanza que los “portoricensis” se liberarán del territorio no incorporado y escogerán entre la estadidad o la independencia. Antonio Montalvo-Nazario San Juan