Ernesto Ramos Antonini y el ELA
Una presentación de la vida y ejecutorias de quien fuera la segunda figura del PPD después de su fundador, Luis Muñoz Marín
La Universidad Interamericana ha emprendido la tarea de biografiar y documentar a los integrantes de la generación que obró la transformación de Puerto Rico entre 1940 y 1960 del pasado siglo. La colección, “Raíces de nuestra épica”, comprende ya diez volúmenes. El editado ahora por José Luis Colón versa sobre Ernesto Ramos Antonini (1898-1963).
No importa cuánto hayan cambiado las visiones sobre las personas y los eventos que a mediados del siglo pasado propiciaron el surgimiento de un Puerto Rico moderno y próspero, con cierta autonomía política, lo cierto es que resulta útil examinar de cerca a los responsables del cambio, Ramos Antonini entre ellos. Mayagüezano de nacimiento, ponceño de crianza, fue la segunda figura del PPD después de su fundador, Luis Muñoz Marín. Músico de vocación, maestro y luego abogado criminalista de profesión, fue electo a la Cámara de Representantes por el Partido Liberal en 1932, uniéndose en 1938, como vicepresidente, al partido recién fundado. En 1940 fue elegido a la Cámara de Representantes, cuya presidencia ocupó desde 1948 hasta su muerte. Fue, además, dirigente de organizaciones obreras, miembro de la Convención Constituyente y delegado adjunto del grupo que representó a Estados Unidos ante la ONU en 1953, cuando se proclamó la descolonización de Puerto Rico. Apoyó legislativamente al establecimiento de instituciones culturales: las Escuelas Libres de Música, la DIVEDCO, el ICP, la Orquesta Sinfónica y el Conservatorio de Música. Apoyó también legislación clave a favor de los sectores menos privilegiados, especialmente los niños. Tal ejecutoria impresionante lo es aún más si se tiene en cuenta que era un hombre negro, con lo que eso conllevaba -y conlleva- de prejuicio racial en su contra.
El libro ofrece múltiples miradas a su persona y su obra. Tres entrevistas iniciales -a Jeannette e Ivette Ramos Buonomo, sus hijas, y a Luis Camacho, de la Juventud Popular- ofrecen una visión íntima de Ramos. Los ensayos son más informativo y ofrecen perspectivas valiosas sobre sus relaciones con el movimiento obrero, su papel en el desarrollo del ELA, la legislación cultural que auspició, su relación con los detallistas puertorriqueños y otros extremos. Dos sobresalen por iluminar aspectos menos conocidos. “El Lcdo. Ernesto Ramos Antonini y su defensa en el caso de la masacre de Ponce”, del Lcdo. Pedro Malavet Vega, revela datos sobre el juicio seguido a los nacionalistas acusados de disparar contra la policía -dando muerte a dos- durante la masacre de Ponce. Ramos Antonini fungió como abogado defensor y logró que resultaran absueltos pese al clima creado en su contra. Malavet ofrece el trasfondo completo de los acontecimientos que llevaron a aquel aciago 21 de marzo de 1937, incluyendo los nombramientos de los estadounidenses Francis Riggs, Cecil Snyder y Robert Cooper a los cargos de jefe de la policía, fiscal federal y juez de distrito federal, respectivamente, además de la designación de Blanton Winship como gobernador. Se refiere, además, a la masacre de Río Piedras de 1935.
Otro ensayo revelador sobre un proceso complejo que ha adquirido nueva relevancia tras la resolución reciente del Tribunal Supremo de los EEUU en el caso de Sánchez Valle vs Commonwealth of Puerto Rico es el titulado “Ernesto Ramos Antonini y el caso del Estado Libre Asociado en las Naciones Unidas en 1953” de Carlos Zapata Oliveras. Se expone la trayectoria entera de aquel incidente en que, en aras de lograr una verdadera descolonización, el PPD forzó, en cierta medida, una declaración de la ONU respecto al status de la Isla, esperando así “obligar” a los Estados Unidos a reconocer que el “pacto” entre las dos naciones era verdaderamente bilateral. Buscaban con ello concesiones en términos del gobierno propio, las relaciones con la metrópoli y la condición jurídica de la Isla.
Conocer las incidencias de aquel esfuerzo extraordinario (y, a la larga, fútil) es darse cuenta hasta qué punto el asunto fue cuestión de equívocos, evasiones y supuestos insubstanciados de parte y parte. Se da la cronología, se nombran los funcionarios estadounidenses y puertorriqueños involucrados en él, entre ellos Ramos, quien asistió a las deliberaciones. Es el recuento más completo que conocemos de aquel proceso que resultó -como sabemos ahora- un espejismo, a pesar de que la delegada de EEUU a las Naciones Unidas, Frances Bolton, declaró que el pacto entre Estados Unidos y Puerto Rico tenía un “carácter sagrado” (palabras que el viento se llevó).
El libro incluye fotografías y un espléndido acervo documental, donde aparece nada menos que el historial de informes negativos del FBI sobre su persona.