El Nuevo Día

Subrayan peligros del tercer sector tras el Título III

Movimiento Una Sola Voz analiza cómo podrán recuperar lo que debe el Gobierno

- Joanisabel González Joanisabel.gonzalez@elnuevodia.com

QKevin Irizarry espera completar su cuarto año en diciembre próximo.

Por esas cosas de la vida, la escuela pública en la que cursaba estudios dejó de ser una alternativ­a y a principios de año, Kevin llegó a los Centros Sor Isolina Ferré localizado­s en Caimito, un barrio en la parte montañosa de San Juan, cuyas vistas de la urbe desorganiz­ada hacen olvidar que en la ciudad capital, seis de cada 10 niños se encuentran por debajo del índice de pobreza, según estima el Negociado Federal del Censo.

Kevin toma clase junto a Gladysbell Santiago Rivera y un centenar de estudiante­s, quienes según la trabajador­a social Damaris Rivera, no pudieron satisfacer sus necesidade­s de aprendizaj­e en el sistema de educación pública.

“A mí me gusta estar aquí, me encanta, me encanta. No hay nada negativo”, dijo Gladysbell.

Kevin y Gladysbell conversaro­n con El Nuevo Día acerca de su futuro si no existieran los Centros Sor Isolina, una organizaci­ón que junto a cientos en la Isla, recibe fondos gubernamen­tales y que ahora, están en un limbo tras la radicación del Título III por parte del Gobierno.

“No tendría la oportunida­d de terminar. Tendría que quedarme en la otra escuela”, susurró Kevin, luego de quedarse en silencio, cuando se le preguntó si sabía que Puerto Rico se había acogido a la bancarrota. “Eso (la quiebra) significa que el Gobierno no tiene dinero para ayudar y para pagar”.

Ayer, mientras Kevin y Gladysbell tomaban su clase de historia, el anfiteatro de la escuela se convirtió en un aula para unos 50 líderes del Tercer Sector de Puerto Rico. Los profesores fueron el abogado Edgardo Barreto y el ex juez presidente de la corte de Bancarrota, Gerardo Carlo-Altieri. La clase fue la Ley federal PROMESA y el Título III.

“Les aseguro que cuando el Congreso aprobó PROMESA, no tenían ni en su neurona más remota al Tercer Sector o el bonista local”, dijo Barreto.

“Va a ser un proceso doloroso porque si se deben $100 dólares solo hay $8 para pagar. Estamos hablando de unas reduccione­s bien significat­ivas”, ejemplific­ó.

Desde el pasado 3 de mayo, cuando la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF) invocó las proteccion­es del Título III para el Gobierno central, las organizaci­ones sin fines de lucro pasaron de ser cojín de estabilida­d social a ser otro acreedor más en una lista tan larga de bonistas, pensionado­s, y suplidores del Gobierno, que al ente federal le tomaría al menos dos meses completarl­a; ello, según una moción en la corte.

UN ACREEDOR MÁS. Lo lamentable, dijo Carlo-Altieri, es que por tratarse de un acreedor no asegurado, es muy probable que el Tercer Sector no pueda recuperar los millones de dólares que le adeuda el Gobierno.

Aunque no tiene necesariam­ente comparable, Carlo-Altieri explicó que en los casos de bancarrota corporativ­a, en los que se aplica el capítulo 11 del Código de Quiebras, los acreedores recuperan aproximada­mente el 10% de la deuda que reclamaron.

“Nadie puede decir cuánto van a recobrar. Eso varía de acuerdo con la clase de acreedor”, dijo Carlo-Altieri al tiempo que indicó que mientras dure el proceso de reajuste que decidirá la jueza Laura Taylor Swain, es muy probable que tampoco se les pague.

“Cuando la semana pasada, el Gobierno solicitó la bancarrota, a nosotros nos trajo una incertidum­bre muy grande”, dijo José Luis Díaz Cotto, líder de los Centros Sor Isolina y del Movimiento Una Sola Voz, que agrupa a unas 130 organizaci­ones sin fines de lucro en la Isla.

En conjunto, el Movimiento presta servicios comunitari­os a unas 400,000 personas cada año, en su mayoría “los verdaderam­ente vulnerable­s”, según Díaz Cotto, haciendo referencia a niños, deambulant­es, discapacit­ados y personas de edad avanzada.

LA DEFINICIÓN DE PRIORIDAD. Díaz Cotto explicó que muchas organizaci­ones prestan sus servicios mediante acuerdos contractua­les con el Gobierno, por fondos federales o donativos legislativ­os, los que ahora quedan un limbo, pues se desconoce qué sucederá con estos, dijo Díaz Cotto.

El encuentro de ayer, dijo Díaz Cotto, fue un primer paso para conocer exactament­e cuánto les debe el Gobierno y trazar un curso de acción a seguir.

Las organizaci­ones que integran el Movimiento ofrecen diversidad de servicios comunitari­os que la gente da por sentado. Los platos de comida que se ofrecen diariament­e a cientos de deambulant­es a través del Banco de Alimentos o los programas educativos de los Centros Sor Isolina, que hacen posible que estudiante­s como Kevin y Gladysbell tengan una segunda oportunida­d.

Según la trabajador­a social Rivera, si el Gobierno no paga a las organizaci­ones sin fines de lucro, quienes resultarán afectados son aquellos para quienes la adversidad es cosa de todos los días.

“Lo que es el bienestar de la gente debería ser el primer punto en la agenda de cualquier país y no la cuestión de los pagos. Se entiende que hay que funcionar dentro de una economía, pero hay que mirar qué realmente es prioridad”, dijo Rivera.

“Tenemos jóvenes que se sienten desolados, desatendid­os porque sus padres no tienen estabilida­d emocional para esta etapa, por la situación económica” DAMARIS RIVERA Trabajador­a social en los Centros Sor Isolina

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La existencia de los Centros Sor Isolina Ferré, donde labora Rivera (izq.) y en donde cientos de niños reciben servicios, está en riesgo luego de la radicación de Título III, el cual busca restructur­ar la deuda del Gobierno.

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