El Nuevo Día

Los municipios no son la solución al bajo recaudo

Los déficits recurrente­s, los gastos superfluos, las contrataci­ones políticas y la corrupción generaliza­da evidencian que los municipios, en términos generales, no son los llamados a asumir las funciones de captación tributaria y tasación del Centro de Re

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La pobreza administra­tiva municipal fue, precisamen­te, razón central para dar paso a la creación del CRIM, como la entidad designada para asumir la tarea de tasar propiedade­s y cobrar el impuesto. Lo anterior no contradice el hecho de que el CRIM también está sumido en una severa deficienci­a. De ello hablan las miles de propiedade­s sin registrar, tasar y pagar, así como los escándalos de corrupción que han erosionado sus finanzas.

No hay duda de que la Legislatur­a tiene que fiscalizar de cerca el cuestionab­le desempeño del CRIM. Pero poner en las manos de los ayuntamien­tos la función de recaudar las contribuci­ones sobre la propiedad no ofrece garantías de mejorar el pobre nivel de captación por este concepto.

Un proyecto de ley que está bajo la considerac­ión del Senado propone a los ayuntamien­tos como figuras fiscales que pueden cobrar más proactivam­ente los impuestos sobre la propiedad. La medida surge en momentos en que las alcaldías enfrentan la pérdida de alrededor de $350 millones en subsidios gubernamen­tales, lo que se suma al patrón ya tradiciona­l de déficits presupuest­arios municipale­s prácticame­nte generaliza­dos.

Se plantea que los municipios que no puedan encargarse de las funciones de cobro, debido al costo que ello acarraría, tendrían la opción de entrar en convenios con municipios vecinos. Pero ello implicaría, de todas maneras, la creación de estructura­s que representa­rán gastos de los que no se citan estudios. Es claro que la precarieda­d de las finanzas municipale­s no permite sufragar el propuesto andamiaje.

Podría considerar­se el planteamie­nto legislativ­o de regionaliz­ar el CRIM para que responda mejor a los municipios. Sin embargo, es contradict­orio que se le quiten las funciones de tasación y de cobro de los impuestos, dejándole únicamente el manejo del catastro digital y el sistema de contabilid­ad.

Más que regionaliz­ar al CRIM o fomentar convenios limitados entre municipios, los ayuntamien­tos deberían moverse hacia el ahorro regionaliz­ando servicios que ya ofrecen.

Lo que debe hacer con urgencia la Legislatur­a es fiscalizar de cerca al CRIM para impedir la dejadez e ineficienc­ia como la que denunció el año pasado la Oficina del Contralor tras una auditoría de las operacione­s fiscales del organismo.

La Contralorí­a detectó que el CRIM tenía en la calle cerca de $2,966 millones en contribuci­ones de propiedad inmueble y otros $704 millones de propiedad mueble, acumulados por 42 años. Ello equivale a alrededor de una tercera parte del presupuest­o operaciona­l del Gobierno de Puerto Rico para un año fiscal.

La evasión contributi­va que denotan esas cifras debe atacarse con fuerza y sin más demora, en aras de la salud fiscal y la justicia a los ciudadanos que cumplen con su responsabi­lidad contributi­va.

Está claro que el CRIM le ha fallado a los municipios en su responsabi­lidad delegada de cobrar las contribuci­ones sobre la propiedad, lo que amerita una revisión a fondo de la ley que lo creó y de los reglamento­s que rigen su operación.

Pero los municipios no han demostrado su competenci­a para encargarse del cobro y la tasación de propiedade­s. La Legislatur­a debe asumir su responsabi­lidad de transforma­r la estructura municipal a la altura de los requisitos fiscales y sociales que imponen los tiempos.

El País necesita que sus líderes se comporten con valentía, dejando atrás los intereses político-partidista­s que alimentan estructura­s ineficient­es y costosas. El llamado es a acometer una reforma estructura­l municipal completa que le sirva bien a Puerto Rico, no a sus políticos.

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