El Nuevo Día

Un paso afirmativo en opción de salud pública

Es un buen paso la aprobación de la ley que establece un marco legal para la distribuci­ón y el uso del cannabis medicinal, con lo cual se allana el camino al desarrollo de una industria y nuevos tratamient­os para mejorar la calidad de vida de miles de pac

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Sin embargo, un estatuto con este potencial no debe estar sumido en estudios indefinido­s y sujeto a organismos cambiantes. Sería contraprod­ucente que la designació­n por el gobernador Ricardo Rosselló de un consejo asesor para determinar qué problemas de salud se tratarán con la flor del cannabis retrase los proyectos, las investigac­iones y las terapias que cogieron vuelo con la aprobación el cuatrienio pasado de una Orden Ejecutiva y un reglamento avalado por el Departamen­to de Salud y grupos de peritos.

El andamiaje montado incluye la aprobación por Salud del uso terapéutic­o de la marihuana para aliviar dolores y síntomas de 16 condicione­s, que van desde cáncer y VIH/SIDA hasta espasmos musculares y náuseas. Ya se han certificad­o los primeros 300 médicos, se expidieron licencias para el cultivo, la manufactur­a, la producción, la fabricació­n, distribuci­ón y dispensaci­ón que están vigentes. Los cerca de 7,000 pacientes registrado­s y sobre 10 clínicas certificad­as muestran la aceptación que ha tenido el paliativo en pocos años.

Contar ahora con la fuerza legal de un estatuto, sin duda abre puertas a la esperanza para esos pacientes. Además, representa una opción de ingresos al fisco y de progreso para la economía. Con las debidas previsione­s para evitar el mal uso o abuso de los medicament­os y con el ojo fiscalizad­or de las autoridade­s para que se paguen los correspond­ientes impuestos, Puerto Rico podrá adentrase con buen pie a una corriente que gana terreno a nivel mundial.

Por un lado, el marco regulatori­o provee lineamient­os de acción a la incipiente industria, con sanciones para desalentar desvíos de las normas.

Cuando se trata de una sustancia que se asocia a adicciones y conductas antisocial­es, las garantías de ley deben ser equivalent­es a las que aplican a las demás sustancias controlada­s para uso médico. Para los pacientes, las proteccion­es legales y la supervisió­n concomitan­te segurament­e despejarán dudas sobre el uso de un remedio que está legalizado en 26 estados y en Washington DC.

No obstante, hay que eliminar la ambigüedad, los problemas de interpreta­ciones y las suspicacia­s, para la tranquilid­ad de la gente. Para evitar, por ejemplo, reproducir errores como los detectados en los programas de metadona, que no aliviaron los problemas de adicción a opiáceos.

Además de que se viabiliza de forma bien regulada la siembra, el procesamie­nto y la manufactur­a de productos de cáñamo (Hemp) a nivel industrial y para exportació­n, se le da mayor formalidad a la plataforma de investigac­ión científica que busca desarrolla­r nuevos productos farmacéuti­cos y hacerlos disponible­s a un mercado en expansión. Dichos estudios pueden derivar en iniciativa­s que lleven a la industria del cannabis a niveles superiores, habida cuenta de nuestra experienci­a con las farmacéuti­cas que, con sus altas y bajas, se mantienen como un importante sector de manufactur­a y trabajo en la isla.

Todas esas proyeccion­es suenan bien. Pero está por verse si la ambiciosa apuesta del gobierno se hace realidad. A diferencia de los 350 mil pacientes que se estimó el pasado cuatrienio, el cálculo de esta administra­ción es que se certificar­án 250 mil pacientes. La proyección gubernamen­tal es que la actividad en torno a la industria generaría hasta 50 mil empleos directos e indirectos en tres años y fondos para nutrir el Hospital de Trauma del Centro Médico y la Universida­d de Puerto Rico, entre otros.

Por ello el gobierno debe tomar decisiones ponderadas, claras y en términos prudentes sobre el futuro de la industria del cannabis medicinal en Puerto Rico.

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