El Nuevo Día

Cuando se cocina con doble intención

Se trata de planificar dos maneras de disfrutar del mismo producto, pero ya desde el momento en que lo cocinamos con vistas a una deliciosa “segunda vuelta”

- Por Caius Apicius

Hacer una cosa con segunda intención es proceder de un modo doble y solapado; al que obra así se le supone, en principio, una mala intención, algo que no se atreve a confesar; pero... esto no siempre es así. No, al menos, en la cocina.

No me refiero al arte de acomodar las sobras, sino a aquellos casos en que cocinamos “con segunda intención”, pensando en presentar el mismo plato de dos maneras diferentes, que las más de las veces son en caliente y en frío.

Piensen, por ejemplo, en esa maravilla que debemos a la cocina inglesa de la época Tudor: el roastbeef. Para hacer un buen roastbeef hay que usar una buena pieza de lomo de res, así que, salvo que se trate de una comida para un buen grupo de comensales, nos va a quedar la mitad. Pero es que es lo que queremos al cocinarlo.

Porque le daremos, al menos, dos vueltas: primero, cortado en lonchas de un dedo de grueso, mostrando su apetitosa gradación de colores, del marrón de la costra al rojo del corazón de la pieza, acompañado de su propio jugo y un buen puré de papas, con un tinto importante en las copas.

La segunda, frío (a temperatur­a ambiente, no de heladera), cortado en lonchas más finas, con su escolta de encurtidos (cebollitas y pepinillos en vinagre) y, al menos, un par de mostazas, una de ellas inglesa, con una cerveza negra al lado.

Algo así se hizo en casa con unos contramusl­os de pollo, más jugosos que la clásica pechuga. Los abrimos como un libro, los salpimenta­mos y fuimos poniendo encima una línea de pasas, otra de piñones de pino, otra de un queso de vaca cremoso y una última de pistachos. Volvemos a enrollar los contramusl­os y los bridamos con hilo de cocina para mantener su forma.

Ponemos los contramusl­os en una cazuela con aceite, para sellarlos; cuando están dorados por todas partes, incorporam­os cebolla, ajo, zanahoria y un poco de jengibre. Cuando las verduras están rehogadas, añadimos vino blanco y jugo de limón. Además, un poco de lemon grass.

Dejamos evaporar el alcohol, añadimos agua hasta la mitad de la altura de los rollos y dejamos cocer a fuego suave unos tres cuartos de hora.

Se pueden servir calientes, con su propia salsa y acompañánd­olos de arroz o pasta de pequeño formato.

Pero hemos hecho el pollo con segunda intención, así que, ya frío, lo cortamos en rodajas (quedan atractivas si hemos sabido disponer ordenadame­nte los ingredient­es del relleno), en plan fiambre de lujo.

Para acompañar, lo que prefieran; una mayonesa achispada con un poco de mostaza de Dijon y decorada con unas rayas de tomate irá muy bien como contaste y como decoración.

Ya ven que nuestra segunda intención no ocultaba ningún fin solapado u oculto: se trata, sencillame­nte, de planificar dos maneras de disfrutar del mismo producto, pero ya desde el momento en que lo cocinamos con vistas a una deliciosa “segunda vuelta”, en este caso un plato fiambre que resulta perfecto para un almuerzo “informal”, un buffet...

Que, de verdad, hay segundas intencione­s buenísimas, diga lo que diga el diccionari­o.

 ??  ?? Un plato de porciones generosas como el roastbeef nos permite presentarl­o en una segunda ocasión a temperatur­a ambiente acompañado de encurtidos y variedad de mostazas.
Un plato de porciones generosas como el roastbeef nos permite presentarl­o en una segunda ocasión a temperatur­a ambiente acompañado de encurtidos y variedad de mostazas.
 ??  ?? Una cazuela de caderas de pollo rellenas, nos permite presentarl­as luego cortadas en rodajas como corte frío, mostrando sus ingredient­es interiores.
Una cazuela de caderas de pollo rellenas, nos permite presentarl­as luego cortadas en rodajas como corte frío, mostrando sus ingredient­es interiores.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico