Tercermundismo educativo
Esperar que una huelga magisterial sea el medio con que se reclame el necesario protagonismo de la educación para el desarrollo de una nación demuestra, más que la ineptitud, la soberbia avaricia de quienes, por no perder nada de sus ingentes como turbias ganancias, tuercen en menoscabo un sendero de oportunidades educativas. Con suficiente fuerza presencial se presionaría a que el recorte de recursos comenzara desde arriba, desde el batatal impuesto.
Los objetivos de un sindicato magisterial no solo deben ser reivindicativos en lo remunerativo sino también en lo político y en lo curricular. Una buena educación inscrita a lo social que se atempere a los cambios, o una circunscrita como partera de éstos, son opciones que validan su necesidad social. Una educación que responda a una empresa o a un gobierno innovador, o una que les exija o facilite innovación, añade una corriente fundamental hacia un empresarismo compulso al valor añadido.
Desde su tronco, y expuesto por el gremio en sus posturas, ha de reafirmarse la educación elemental como una prioridad dirigida hacia una óptima ramificación en la escuela superior. Que el cerebro como órgano digestivo del conocimiento no debe atragantarse con demasiado ni intoxicarse con lo desvirtuado. Y que no fueran las F de fracaso sino las R de reubicación en la escuela superior las que reasignen a los que no cumplen los cometidos en ciertas áreas académicas evitando el estigma de inferioridad. Un espíritu crítico como filosofía habría de impregnar todo el proceso para generar plena conciencia de la responsabilidad de a quién se sirve en todo lo académico que se haga, sea música, matemática o un ensayo innovador.
Urge desenmascarar las famosas pruebas estandarizadas como peligrosamente estandarizantes, que mejor una evaluación al servicio de una educación fundada en la diferencia y en la deferencia. Cada país puede reclamar en contraposición ser evaluado en lo que se le considere propio a sus necesidades para evitar el éxodo de profesionales de envergadura porque su educación desvirtuada del contexto nacional resulta más propia de otras latitudes primermundistas.