Mar de ansiedad
El trayecto en barco entre Puerto Rico y Saint Thomas agudizó el temor de una pareja ante el inminente encuentro con la destrucción
SAINT THOMAS.- Cuando intercambiamos un saludo caluroso, como se acostumbra en suelo caribeño, no advertí la ansiedad que ocultaban sus rostros y que trascendería poco después, en medio del inquieto oleaje que marcó la ruta desde Fajardo hasta esta isla.
Se llamaban June y Helen, dos orientales de cuarenta y tantos años que llevaban ocho de ellos residiendo en Saint Thomas, una de las Islas Vírgenes estadounidenses azotadas sin clemencia por Irma, el huracán que logró imponer récords en la historia y en la memoria colectiva.
“Perdimos nuestro carro”, dijo June. ¿Y su casa? “No está bien”, se limitó a responder.
La pareja contó que estaba de vacaciones en Italia cuando surgió la emergencia. Desde ese 6 de septiembre, comunicarse con la isla había resultado casi imposible.
Mis colegas y yo nos dirigíamos a documentar cualesquiera que fueran los efectos de Irma en la isla vecina; ellos procuraban -tras dos días en San Juan- llegar a su hogar, si es que había sobrevivido.
Cuando había transcurrido más de una hora de viaje en barco, a lo lejos, se divisó Saint Thomas.
A medida que nos acercábamos, el rostro de Helen se transformaba. Finalmente, se despojó de las gafas y pude ver sus ojos. Llorosos, delataban ansiedad, incertidumbre y miedo.
Cuando arribamos a Red Hook, al este del territorio, abandonamos la embarcación sin dilación.
June y Helen nos extendieron la mano. Me despedí con unos deseos inmensos de abrazarlos, de decirles cuánto deseaba que encontraran su hogar tal cual lo recordaban. Caminamos y los perdimos de vista
Luis, Érika y yo abordamos una guagua, en la que, en cuestión de segundos, descubriríamos la desolación que arropa a esa isla hermana.
De June y Helen, no supimos más.