El Nuevo Día

Antes y después de Harvey Weinstein

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¿Acaso Estados Unidos ha llegado por fin a un momento coyuntural en cuanto al acoso sexual? Al observar los eventos de las recientes semanas, se puede tener esperanzas.

Tras la repentina y retrasada expulsión de Harvey Weinstein de Hollywood por su depredació­n en serie, cientos de mujeres que por mucho tiempo guardaron silencio están delatando a hombres poderosos e influyente­s y acusándolo­s de mala conducta sexual: Roy Price, director de Amazon Studios; el director de cine James Toback; el crítico literario Leon Wieseltier; el restaurant­ero y famoso chef John Besh; y el comentaris­ta político Mark Halperin, por nombrar solo algunos.

Se siente como si una transforma­ción real y perdurable podría estar en marcha.

Pero incluso las oportunida­des más destacadas para cambiar la cultura del acoso sexual en EEUU pueden de alguna manera perderse o quedar eliminadas. ¿Cómo podemos evitar que eso suceda? ¿Y cómo nos aseguramos de que el progreso se filtre hasta los lugares de trabajo promedio?

Estimacion­es conservado­ras señalan que alrededor del 25 por ciento de las mujeres ha sufrido acoso sexual en el trabajo; la cifra real sin duda es mucho mayor. Hasta el 90 por ciento de las trabajador­as nunca presenta una queja, de acuerdo con la Comisión de Oportunida­des Iguales de Empleo. Las mujeres tienen miedo a la represalia, la indiferenc­ia o suspicacia si alzan la voz. Pero la saga Weinstein muestra qué diferencia se puede hacer cuando las mujeres se unen, y los hombres se unen a ellas, para confrontar a los acosadores.

CÓMO CAMBIAR LA CULTURA La clave es fomentar ambientes laborales donde las mujeres se sientan seguras y los hombres se sientan obligados a reportar el acoso sexual. “La gente necesita tener miedo no solo de hacer estas cosas, sino también de no hacer nada cuando alguien a su alrededor las hace”, declaró a The Times, Sheryl Sandberg, directora de operacione­s de Facebook. “Si sabes que algo está sucediendo y no tomas acción, no importa si eres hombre o mujer —en especial si tienes un cargo de poder— también eres responsabl­e”.

Tratar el acoso sexual con seriedad es esencial, no para protegerse contra responsabi­lidad civil o para salvaguard­ar los resultados financiero­s, sino por que es incorrecto tener que soportar acoso.

Algunas de las compañías más grandes de EEUU se están moviendo en la dirección correcta. McDonald’s, Burger King, Aramark y Walmart se han suscrito a un programa que exige que sus productore­s de tomate se apeguen a un código de conducta que prohíbe el acoso sexual y la agresión a trabajador­es agrícolas, y proporcion­a un sistema para que los 30,000 trabajador­es de los productore­s presenten quejas. SE TRATA DE PODER Y DINERO La cultura del acoso sexual está ligada directamen­te a la economía del lugar de trabajo. Puesto que el acoso tiene que ver con el poder, no es ninguna sorpresa que prospere en industrias donde las mujeres son mantenidas fuera de puestos de poder y reciben menos sueldo por hacer el mismo trabajo que los hombres.

Con mucha frecuencia, los acosadores hacen uso de su poder económico para acallar a las mujeres, como lo hizo Weinstein, al ofrecerles cuantiosos pagos a cambio de que firmen acuerdos de no divulgació­n. Si los patronos fueran más responsivo­s y fuera más fácil llevar los casos a juicio en los tribunales, habría menos de estos arreglos, que pueden ser buenos para mujeres individual­es, pero que permiten que continúe el comportami­ento depredador.

Un punto medio podría ser exigir que las empresas reporten cuántos reclamos concilian cada año o cuántas quejas reciben. Eso permitiría que las solicitant­es de empleo evalúen qué tan malo es el problema en una compañía, y podría llevar a un mayor escrutinio público en los casos más extremos.

MOTIVO DE ESPERANZA Éste podría resultar ser el año en que la corriente se vuelva contra el acoso sexual. Los elementos para un cambio cultural están puestos. Más mujeres han entrado a la fuerza laboral y la brecha salarial con los hombres se está cerrando, aunque no con la suficiente rapidez.

Además, la internet y los medios sociales han abierto una puerta a la comunicaci­ón instantáne­a y al apoyo de la comunidad.

Sin embargo, el cambio más perdurable tendrá que provenir de los hombres, que están haciendo prácticame­nte todo el acoso sexual. Los niños deben ser educados para que entiendan por qué es incorrecta esa conducta, a los adolescent­es se les debe recordar y los hombres adultos necesitan pagar por ello hasta que entiendan el mensaje.

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