María: lecciones de adversidad
Este domingo, habrán pasado 60 días desde del embate de María. El sufrimiento, la pérdida, la devastación, el dolor, todo se ha catalogado en una crónica que le ha dado la vuelta al mundo.
¿Pero cómo le podemos sacar provecho a esta calamidad? Sólo podemos aprender de ella y fortalecernos con ese conocimiento. Dicen que en guerra avisada no muere gente, pero mueren sí, sobre todo si no internalizan las lecciones que vienen con adversidad. Aquí unas cuantas…
Estos huracanes grandes van pasarnos cerca o por el medio con más frecuencia. Si Puerto Rico no está preparado para esa realidad, no tenemos un futuro. Puerto Rico sí se puede preparar. La energía eléctrica es el corazón de toda economía. Tenemos que reconstruir el sistema de generación y distribución resistente y redundante para que ningún huracán nos pare la economía.
Tenemos, además que diversificar nuestra dependencia en el gas y la gasolina como única fuente de energía. Las torres de transmisión se van a caer nuevamente; tenemos que tener más generación local, más energía alterna con almacenamiento en baterías. Después de un huracán, no hay distribución de combustible, y de todos modos las plantas de diésel no pueden seguir operando por semanas y meses porque se dañan y porque dañan nuestra salud.
Nuestra economía depende de las telecomunicaciones y de la transmisión de data. La distribución de todo -comida, medicina, materiales, etc. -se paraliza sin comunicaciones. Las comunicaciones dependen de energía. Tienen que contar con sus propias fuentes de energía diversa y las que están expuestas a los elementos de la naturaleza tienen que resistir el embate de vientos huracanados. Tiene que preexistir una red de emergencia que conecte a todos los elementos críticos. El gobierno no es el único elemento crítico. En algunos casos, ni siquiera de los más importantes. Los vínculos colaborativos que se crearon post desastre se tienen que mantener.
Nuestro sistema de salud y sus hospitales y clínicas no se pueden quedar sin energía, ni agua, ni oxígeno ni sin personal. Nuestra geografía no permite la eliminación de hospitales y clínicas de los pueblos si nuestros pueblos quedan inaccesibles al exterior. La triste realidad es que perdimos a muchos seres queridos en este huracán aun estando dentro de los hospitales. Todo esto se tiene que trabajar. Necesitamos preparar planes de contingencia ya listos con la ayuda del mejor peritaje y minimizar lo que se tenga que improvisar en el caos del desastre.
Nuestros sistemas de purificación y distribución de agua no tenían porqué caerse si tuviera la energía asegurada y diversificada. Igual nuestros alcantarillados, las bombas que sacan la lluvia de las áreas inundables y las plantas de procesamiento de aguas negras. No podemos convertir a nuestros estuarios, aguas costaneras y playas en cloacas. Tiene que examinarse de rabo a cabo para eliminar vulnerabilidades.
En fin, tenemos que transformar a Puerto Rico en un lugar donde, venga lo que venga, podamos enfrentarlo y seguir para adelante. Nadie querrá vivir en Puerto Rico, nadie querrá invertir en Puerto Rico si no lo reconstruimos seguro, inclusivo, potente y resiliente. Si lo hacemos, podemos convertirnos en un modelo para la región porque vienen más huracanes para acá y para un vecindario que puede llegar hasta Nueva York.
Nada de esto lo podemos lograr si no estamos abiertos y dispuestos a colaborar, a colaborar entre el gobierno y el sector privado, entre las empresas y las comunidades, en los gobiernos locales, municipales y federales y las organizaciones de alivio locales e internacionales. Porque sí, el gobierno federal va invertir mucho capital el Puerto Rico. Asegurémonos de invertirlo bien, no para recrear un pasado sino para construir un futuro donde el mundo nos vea como una luminaria y un ejemplo a seguir en el siglo XXI.
“Necesitamos preparar planes de contingencia ya listos con la ayuda del mejor peritaje”