El Nuevo Día

Fred V. Soltero Harrington

- Carlos L. Irizarry Colaborado­r

Todos, sin excepción, nacemos, vivimos y morimos en un abrir y cerrar de ojos. En una o dos generacion­es, morimos la segunda vez, esta vez para la eternidad, los franceses le llaman “oubli”, el olvido.

Fred V. Soltero Harrington no será “oublié” por largo rato. Su huella es profunda en su familia, en la mía, y en la de Borikén.

Como rector del Colegio de Mayagüez, tiene honor en la vida colegial. Como secretario de Recursos Naturales y creador del Cuerpo De Vigilantes, tiene honor en la protección de nuestros bosques y playas.

Pero el honor más grande es ser una persona buena. A pesar de su posición, disfrutaba la sencillez de pescar en una lanchita vieja con una nasa artesanal; de manejar una carcacha mohosa; cultivando frutos menores en su patio; desyerbar a machete una jalda y de poner a su familia en supremacía, como cabeza de la extendida, incluyendo a sobrinos y sobrinas.

Don Fred (tío Freddy para su familia) no simpatizab­a mucho con los independen­tistas. Como doña Miriam, les llamaba pelús. Como pelú, yo no era del agrado de don Fred, ni del futuro suegro. Pero para casarme con su sobrina, me recorté.

Don Fred fue ejemplo de responsabi­lidad, no de politiquer­ía; de familia y no de fama. Me enseñó con su ejemplo a ser autosufici­ente, a tender puentes de comprensió­n en la gran brecha entre estadismo e independen­tismo. En lo poco, aprendí de don Fred a ajustar un televisor y disfrutar el arreglo de una camioneta podrida con él. En lo más, de servir a mi pueblo, de ser buen puertorriq­ueño; amar lo importante; la tierra, familia y ser humilde.

Ningún político me ha impresiona­do tanto, ni enseñado patria como tío Fred. Descansa en paz, y gracias por demostrarm­e que en independen­cia o estadidad, seguiremos siendo familia y sobre todo boricuas.

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