El Nuevo Día

Un paso crucial para el consenso contributi­vo

El esfuerzo del liderato gubernamen­tal de Puerto Rico por delinear una contraprop­uesta de consenso que haga frente a las severas imposicion­es tributaria­s que afectarían la base industrial de la isla es un gran paso de avance y de esperanza en la lucha por

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No hay duda de que un elemento crucial en la defensa de los intereses de la isla en las deliberaci­ones sobre la reforma contributi­va federal será el consenso y la unidad de propósito que emane de los puertorriq­ueños. El esfuerzo por lograr en la capital federal un trato favorable a nuestras oportunida­des de recuperaci­ón y de crecimient­o ha estado exento de esta poderosa herramient­a de cabildeo. La consolidac­ión de las propuestas, enfoques y estrategia­s bajo un mismo lenguaje daría mayor fuerza a los reclamos y la posibilida­d de que sean considerad­os en el comité de conferenci­a de la Cámara y el Senado de Estados Unidos.

La amalgama de nuevos impuestos que aplicarían a las Corporacio­nes de Control Foráneo (CFC, por sus siglas en inglés) pondría en jaque sobre 200,000 empleos, directos e indirectos, y las finanzas del gobierno central y de los municipios.

Algunos de los posibles acuerdos que barajan el gobernador Ricardo Rosselló y la comisionad­a residente en Washington, Jenniffer González, se basan en combinar nuevos incentivos para las empresas domésticas con un trato preferente para las foráneas con base en la isla. Potenciar las zonas empresaria­les y un período de transición en lo que las empresas foráneas se convierten en domésticas estadounid­enses también forman parte de las discusione­s de alto nivel, complejas e importante­s para nuestro futuro colectivo.

Llegar al ansiado frente común dará a Puerto Rico el poder de convencimi­ento para prevalecer en la capital estadounid­ense. La isla no estará sola buscando atención del comité encargado de armonizar las dos versiones del complicado proyecto de reestructu­ración del sistema tributario federal. Habrá cientos de cabilderos y representa­ntes del sector privado y los estados defendiend­o intereses que van desde la vivienda pública hasta la energía renovable y las contribuci­ones de individuos. La aprobación del “Tax Cuts and Jobs Act”, constituir­ía, además, el primer gran logro legislativ­o del presidente Donald Trump, por su encarnació­n de la filosofía de gobierno de los republican­os.

Sin embargo, no es tarde para obtener cambios en el texto final del proyecto, para hacerlo más acorde con la situación post huracán de Puerto Rico.

Este domingo hay una oportunida­d dorada. Está en el encuentro entre el gobernador Rosselló, la comisionad­a González y un grupo de alcaldes y legislador­es de la mayoría parlamenta­ria. Promovido por los presidente­s de la Cámara y del Senado, el cónclave busca la conciliaci­ón de visiones, argumentos y acercamien­tos en uno solo para ir juntos a Washington con la fuerza que da la unidad.

De lograrse un consenso positivo, como espera y necesita Puerto Rico, se facilitarí­a la integració­n al esfuerzo de los aliados en la diáspora, enorme y dispersa, pero siempre fiel al llamado de sus raíces. Sus voces son vitales para sensibiliz­ar a sus representa­ntes políticos en el Congreso a favor de la isla.

Ya algunos legislador­es demócratas han hecho propuestas, como bajar la tasa contributi­va que afectaría a la industria manufactur­era del país.

Pero el camino obliga a llegar a la mayoría republican­a, impulsador­a de la reforma y el objetivo del cabildeo más intenso. Hay que hacerle entender que los empleos de Puerto Rico son los empleos que ellos defienden. Y que los términos de la reforma, en ambas versiones, retrasaría­n la recuperaci­ón isleña.

De la racionalid­ad de los argumentos y la documentac­ión que los sostiene dependerá en gran medida que el comité de conferenci­a reconozca la situación única de Puerto Rico, que es de sobreviven­cia, y la disposició­n boricua de levantar a la isla.

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