La estadidad por la cocina
El grito surgió en la década de 1760, más de una década antes de que las 13 colonias de América se alzaran contra Inglaterra. Se le atribuye a James Otis Jr., un abogado de Boston que representaba a comerciantes sospechosos de contrabandear para evadir los impuestos de la Corona Británica. La frase tiene la cadencia y la trascendente simpleza de los grandes enunciados históricos: taxation without representation is tyranny.
Esas cinco palabras ilustran, como pocas otras, la esencia más básica del coloniaje. Las residentes de las 13 colonias americanas de Inglaterra no tenían representación en el Parlamento británico, que, sin embargo, les imponía contribuciones. Esa injusticia fue la semilla que germinó en la guerra de independencia. Se convirtió en un principio fundamental de ese país.
Ellos mismos lo han violado, pues los imperios, como las personas, cuando se vuelven poderosas a veces olvidan su propia esencia. Pero, en teoría, en términos filosóficos, sigue siendo uno de los principios fundacionales de la nación americana.
Hay patriotas americanos aquí que no entienden eso, como los presidentes legislativos Carlos “Johnny” Méndez y Thomas Rivera Schatz, y muchos de sus seguidores, que están dispuestos a aceptar con ánimo dócil que Estados Unidos imponga contribuciones a empresas aquí, a pesar de que la isla no tiene representación con voto en el Congreso de Estados Unidos.
Estados Unidos está a punto de aprobar un nuevo régimen contributivo. Como es natural cuando se es colonia, Puerto Rico no ha estado ni en los centros espiritistas en las discusiones, a pesar de que la reforma puede costarles el empleo a miles de trabajadores aquí, y empobrecer mucho más a la isla, pues impondría un arancel de hasta 20% a los productos que empresas estadounidenses que operan aquí exportan hacia allá.
Esto es así porque, para efectos contributivos, es una jurisdicción extranjera en Estados Unidos. Las industrias estadounidenses establecidas aquí operan bajo el régimen contributivo conocido como “controlled foreign corporation”, o CFC’s.
Los partidos y la industria privada se movieron a Washington a tratar de convencer a alguien de que no nos dé este golpe. Con diferentes matices, el gobernador Ricardo Rosselló, líderes populares e industriales están pidiendo que no se impongan aranceles a las CFC’s y se nos dé un tratamiento especial, a pesar de que hace años no se ve en Washington ninguna voluntad de trato especial a Puerto Rico.
La comisionada residente, Jenniffer González, apoya que Puerto Rico sea tratado como una jurisdicción doméstica, pero también pide algún tipo de trato especial que suavice el golpe.
Y entonces caen por allá Méndez y Rivera Schatz (el primero acompañado de una resolución de la Cámara apoyando su extraña postura) diciendo que Puerto Rico debería ser tratado como una jurisdicción doméstica de Estados Unidos, incluyendo las contribuciones. Quieren que el trato sea como de estado, pero sin los atributos más importantes de la estadidad, como la representación y la igualdad en acceso a fondos. El consuelo que nos ofrecen, que se ofrecen ellos mismos, es que Hawái pagó contribuciones por 29 años antes de ser estado.
Un día el gobernador decía que la estadidad llega en cinco años. Al siguiente, el resto del liderato del PNP nos plantea la ruta de décadas pagando contribuciones sin la igualdad que tanto pregonan.
Lo hacen porque creen que esto trae “la estadidad por la cocina”, como se decía hace siete décadas del ELA y la independencia. No se han percatado de que la cocina, ahora, tiene la puerta cerrada con 72,000 millones de candados marca PROMESA.
Están ciegos al hecho de que en Es- tados Unidos no hay en este momento absolutamente ninguna voluntad de aceptar a Puerto Rico como un estado. Más aún, que de un tiempo a esta parte todo lo que sale de Washington hacia acá es desconfianza y desdén. Esto no lo vimos venir. El debate político en Puerto Rico lleva años degradándose hasta llegar a la masilla irreconocible que es hoy. Nada está en su sitio. No quedan ya contornos por los cuales uno se pueda guiar. Cada día hay menos verdades comunes que reconozcamos todos, independientemente de nuestras tendencias ideológicas.
Una de esas verdades era que el coloniaje era un mal que todos combatíamos ferozmente desde nuestras respectivas ideologías, salvo los más ciegos partidarios de ELA, que afortunadamente cada día son menos.
Antes teníamos que tolerar a esos estadolibristas sordos y ciegos negando la inviolable verdad de que Puerto Rico es una colonia sujeta a los poderes plenarios del Congreso.
Ahora también nos toca lidiar con sectores estadistas dejando de lado uno de los reclamos fundamentales de ese movimiento, la representación y la igualdad, para aceptar taxation without representation y enterrar a Puerto Rico 200 pies más en el fondo del pantano del coloniaje. El nuevo mantra es “vamos a combatir el coloniaje intensificando el coloniaje”.
¿Deberíamos estar sorprendidos?
“Quieren que el trato sea como de estado, pero sin los atributos más importantes de la estadidad, como la representación y la igualdad”