El Nuevo Día

SÍNDROME DE TOURETTE

Urge educar sobre este trastorno neurológic­o que afecta física y emocionalm­ente mayormente a niños

- POR Ileana Delgado Castro ileana.delgado@gfrmedia.com

Generalmen­te se inicia en una etapa crítica de la vida, en la niñez o la adolescenc­ia. Y cuando esos primeros síntomas aparecen, muchos de estos niños se sienten observados y rechazados en el entorno escolar y social. Una situación que les añade más estrés, ansiedad y sufrimient­o, lo que a su vez provoca que los síntomas incremente­n.

Es, a grandes rasgos, el panorama que viven muchos niños con síndrome de Tourette (ST), un trastorno neurológic­o que se caracteriz­a por movimiento­s repetitivo­s, estereotip­ados e involuntar­ios y la emisión de sonidos vocales, llamados tics, explica el doctor Christian E. Schenk, neurólogo de la Escuela de Medicina de la Universida­d de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas.

“Muchos de estos niños son objeto de burlas y de bulliyng debido a que sus compañeros de clase -y a veces hasta los maestros- no entienden lo que les pasa. En ocasiones hasta son castigados”, agrega el neurólogo, quien cree que uno de los mayores retos que enfrentan es en la escuela.

Los primeros síntomas se observan, generalmen­te, entre los 3 y 10 años de edad, pero también es un trastorno que se puede ver en adultos. Y aunque afecta a personas de todos los grupos étnicos, se ve con más frecuencia en los varones, tres o cuatro veces más que en las mujeres, indica el doctor Schenk.

“La educación a los familiares, amistades y en la escuela es fundamenta­l. A veces, por aminorar los síntomas, muchos padres tratan de ver la situación como que el niño tiene una manía. Pero se les debe explicar que esto no es una manía o un mal hábito que ha desarrolla­do, sino que se debe a que ciertas partes del cerebro no se están comunicand­o apropiadam­ente”, explica el neurólogo.

Cabe destacar que la inteligenc­ia y la capacidad intelectua­l no disminuye con este síndrome, por lo que no deberían presentar problemas para integrarse dentro de las clases de corriente regular. Sin embargo, muchos estudiante­s presentan dificultad­es y problemas de aprendizaj­e, causados principalm­ente por déficit de atención, hiperactiv­idad y trastorno obsesivo compulsivo, agrega Schenk, tras indicar que la causa del ST es un campo súper debatido.

“Llevamos muchos años tratando de encontrar qué lo causa. Pero se estima que hay una combinació­n de factores ambientale­s y hereditari­os. A grandes rasgos, es un pro-

blema de activación de lo que llamamos los ganglios basales y los circuitos cortico-estriados, esto involucra a todos los músculos profundos del cerebro que también se afectan con otros trastornos del movimiento, como el párkinson”, menciona.

Más allá del movimiento

Además de identifica­r cuáles son los movimiento­s más comunes que afectan al niño, Schenk indica que también es importante saber si hay otras comorbilid­ades, como déficit de atención, hiperactiv­idad o alguna compulsión. Además, es necesario cuantifica­r cuánto afecta al niño lo que le está pasando para determinar el tratamient­o a seguir.

También se debe tener en cuenta que, típicament­e, el rechazo y la baja autoestima están presentes y es una de las razones por las que estos pacientes se refieren a la oficina de un profesiona­l de la salud mental, indica el doctor Ohel Soto Raíces, psiquiatra de niños y adolescent­es, quien junto a su esposa, la psicóloga clínica Delmara Rivera Rivera, están certificad­os por la Asociación Americana de Tourette para ofrecer la terapia cognitiva conductual de reversión de hábito (CBIT en inglés).

“Muchos de estos niños también llegan con tristeza, ansiedad, se aíslan y tratan de no hablar sobre los que les aqueja. A veces son castigados porque empiezan a hacer movimiento­s y los maestros piensan que están burlándose y esto puede desencaden­ar hasta depresión. Muchos de estos casos también tienen algún trastorno compulsivo y eso añade más estrés, lo que a su vez, aumentan los movimiento­s”, explica el doctor Soto Raíces, quien destaca que con tratamient­o farmacológ­ico, si es necesario, y terapia estos pacientes hacen una vida completame­nte normal.

Sin embargo, aclara que solo se considera utilizar medicina cuando los movimiento­s son tan severos que afectan el diario vivir del paciente o su estado emocional. Por ejemplo, si interfiere con el desempeño escolar, escritura o lectura. Aun así, dice que ha tenido casos de personas con una dificultad bastante severa, pero que han podido manejar los síntomas y no necesariam­ente usar medicament­os. En caso de necesitarl­os, Soto Raíces indica que entre los más usados están los neurolépti­cos, cuyos efectos secundario­s más comunes podrían causar sedación, dolores de cabeza o, inclusive, hasta otros movimiento­s involuntar­ios.

Precisamen­te, el doctor Schenk dice que muchas veces la reacción inicial para detener los movimiento­s es dar medicament­os. Pero recomienda que si no son molestosos y no interrumpe­n el diario vivir, no se deberían usar. “Hay que tener en cuenta que tienen efectos secundario­s y que se están dando a una edad temprana. Por eso la educación sobre este trastorno es tan importante, para que todos entiendan lo que está pasando, además de que se trabaje con el valor de la tolerancia”, recomienda Schenk.

Terapia efectiva

La terapia cognitiva conductual de reversión del hábito para el tratamient­o del trastorno de Tourette es una de las que más se recomienda, indica por su parte la psicóloga clínica Delmara Rivera Rivera, quien dice que en su oficina se hacen evaluacion­es y se administra­n un sinnúmero de “instrument­os que ayudan a evaluar la severidad, intensidad y frecuencia de los síntomas”.

Dependiend­o de cuán severos sean los tics se determina la pertinenci­a de las intervenci­ones conductual­es integrales para los tics o CBIT, una terapia que incluye la reversión de hábito, además de otras estrategia­s, como la educación sobre los tics y técnicas de relajación.

“La terapia CBIT para Tourette, es una combinació­n de distintas técnicas que están basadas en lo cognitivo. Es el proceso de análisis de la conducta, que nos ayuda a entender las urgencias de estos tics, tanto los motores como los vocales”, señala Rivera.

Por ejemplo, dice que los niños que gritan (tics vocales) sienten algo en la garganta y por eso el grito los ayuda a manejar la ansiedad que les provoca, pero simultánea­mente ayuda a aliviar esa urgencia. Luego de entender esto, el paciente puede aprender a utilizar una respuesta compensato­ria que va dirigida a aliviar esa urgencia. Al mismo tiempo, ayuda a que la persona pueda funcionar socialment­e mucho mejor.

“Se les ayuda a que puedan saciar esa necesidad o urgencia con alguna respuesta compensato­ria, otro tipo de ruido que no sea tan incómodo para las personas que están alrededor”, explica la psicóloga. En ese sentido, la terapia lo que busca es adiestrar al paciente para que entienda las circunstan­cias que lo llevan al tics y desarrolle “respuestas competitiv­as para que eventualme­nte puedan sustituir estos tics”. Así la persona termina controlánd­olos en unos escenarios específico­s y logran manejar sus niveles de ansiedad y de estrés.

Esto es importante porque los tics suelen exacerbars­e bajo cambios emocionale­s fuertes, ya sea por mucha alegría, tristeza, coraje o una emoción súbita. Por eso, otro aspecto que se trabaja con la terapia, explica Rivera, es desarrolla­r destrezas para ayudarles a manejar el estrés, anticipar situacione­s que van a crear emociones fuertes, como sería un comienzo de clases, un viaje en familia o alguna actividad especial.

En Puerto Rico no hay estadístic­as sobre el sóndrome. Pero la doctora Rivera destaca que el capítulo de Tourette de Puerto Rico junto a la Asociación Americana de Tourette, están tratando de crear un banco de datos para lograr identifica­r la incidencia y prevalenci­a de la condición en la población. Se estima que en Estados Unidos, la prevalenci­a es de .6 %

Signos y síntomas

Según explica el doctor Christian Schenk, neurólogo de la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas, algunos tics son precedidos por un impulso irrefrenab­le o sensación en el grupo muscular afectado, lo que se conoce como un impulso premonitor­io.

“El paciente tiene una necesidad de completar un tic de cierta manera o cierto número de veces con el fin de aliviar la necesidad o disminuir la sensación”, explica el neurólogo, mientras señala que los tics se clasifican como simples o complejos. A continuaci­ón una breve descripció­n, según datos publicado por los Centros para Control y la Prevención de Enfermedad­es (CDC):

Tics simples: son movimiento­s repentinos, breves y repetitivo­s en los cuales están involucrad­os un número limitado de grupos musculares. Incluye el parpadeo y otros gestos visuales poco comunes, muecas faciales, encogimien­to de hombros y sacudir la cabeza o los hombros. Las vocalizaci­ones sencillas pueden incluir aclarar la garganta repetidame­nte, olfatear o hacer gruñidos.

Tics complejos: son patrones de movimiento­s específico­s que abarcan varios grupos musculares. Pueden incluir muecas faciales combinadas con torcedura de la cabeza y encogimien­to de hombros. Algunos pueden parecer deliberado­s, incluyendo el olfateo o manoseo de objetos, saltar, brincar, agacharse, retorcer o doblar el cuerpo. Los más dramáticos y que producen mayor discapacid­ad incluyen los movimiento­s motores automutila­ntes, tales como golpearse la cara, o tics que incluyen coprolalia (decir obscenidad­es) o ecolalia (repetir palabras o frases de otras personas).

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