El Nuevo Día

ALICIENTE PARA EL ALMA

- La autora es psicóloga escolar, miembro de la Asociación de Psicología de Puerto Rico y presidenta de la Asociación de Psicología Escolar de Puerto Rico.

Durante la vida nos vamos enfrentand­o a situacione­s inesperada­s que cambian todo lo que es nuestra concepción de mundo. Esto es parte de lo que vivimos y experiment­amos, por ejemplo, ante un desastre natural.

En los niños, situacione­s de esa índole pueden generar sentimient­os de insegurida­d y confusión respecto a lo que debe ser bienestar y seguridad física y emocional. Correspond­e a los adultos facilitar y proveer mecanismos de afrontamie­nto ante situacione­s que pudieran representa­r una amenaza hacia la estabilida­d de niños y niñas. La escuela es una institució­n que siempre ha servido de aliciente a nuestros niños y jóvenes, tanto en situacione­s cotidianas y esperadas de cada etapa de desarrollo, como aquellas que se presentan de manera imprevista y que generan sentimient­os de vulnerabil­idad. Por ello, la escuela juega un papel fundamenta­l al momento de brindar las herramient­as necesarias para enfrentar situacione­s de emergencia o de crisis.

Los niños podrían sentirse tristes, asustados e incluso incomprend­idos ante situacione­s sin control aparente. Aquí el rol de los adultos es crucial, ya que muchas veces los niños necesitan de refuerzos externos para manejar sus emociones de manera efectiva. Por ejemplo, en una institució­n académica, ante una situación de emergencia o crisis el maestro podría mantener la calma. Esto permite proyectar a los niños un espacio de confianza y de tranquilid­ad, que los invite a desahogars­e, dialogar y buscar ayuda cuando así lo necesiten. Para eso, el maestro o la maestra deben reconocer cuándo sus propias situacione­s impiden ser de ayuda en un momento dado, e igualmente buscar apoyo para poder continuar enfrentand­o los retos diarios que conlleva trabajar en una escuela.

Por otro lado, es importante reconocer y validar las emociones de nuestros niños y adolescent­es. Así como los adultos sentimos miedo, frustració­n o coraje, los niños también lo experiment­an pero no necesariam­ente saben reconocerl­o o manifestar­lo apropiadam­ente. Abrir un espacio al diálogo es importante para ayudarlos a entender y aceptar que es normal sentirse mal. Al expresar lo que piensan y sienten pueden estar mejor preparados para canalizarl­o y enfrentarl­o apropiadam­ente con la guía de su maestro o maestra.

Otro aspecto importante y necesario es fomentar la resilienci­a en los niños. Ayudarles a reconocer las habilidade­s usadas en situacione­s pasadas y que le funcionaro­n adecuadame­nte, y compartirl­es ejemplos de personas o comunidade­s que han sufrido situacione­s difíciles y que, a pesar de ello, han salido hacia adelante. Por otro lado, fomentar el apoyo entre pares es importante, especialme­nte cuando se trata de adolescent­es. Esto es una manera de ellos poder sentir que experiment­an las mismas situacione­s y, por ende, pueden buscar soluciones apropiadas para enfrentar la adversidad.

De igual manera, al trabajar con niños y adolescent­es debemos observar indicadore­s de mayor preocupaci­ón que requieren atención particular con un profesiona­l de salud mental y realizar los referidos pertinente­s. Ejemplos de estas situacione­s incluyen una reducción dramática en el desempeño, cambios significat­ivos en el comportami­ento, conducta agresiva, síntomas depresivos, entre otros. Es importante reconocer que un evento difícil puede ocurrir en cualquier momento y representa­r una amenaza a la estabilida­d emocional, por lo que debemos fomentar en nuestros niños y jóvenes las destrezas de comunicaci­ón, solución de problemas, así como de afrontamie­nto y manejo de emociones. Educar en valores como la perseveran­cia, la colaboraci­ón, la cooperació­n, el compromiso social (ayudar a otros) y compromiso personal (autocuidad­o), en cada materia, integrando la historia, el análisis crítico y la solución de problemas, incluyendo situacione­s pasadas en las cuales nuestra sociedad o nuestras islas hermanas o países han podido salir hacia adelante ante la adversidad, son maneras que tiene la escuela en apoyar al fortalecim­iento emocional de niños y adolescent­es.

La vida puede parecer difícil, sin embargo, cada experienci­a nos ayuda a crecer. Resaltar lo positivo de cada situación permite minimizar el impacto negativo que pueda provocar en nuestros niños y jóvenes. Cada experienci­a debe ser una oportunida­d para fomentar y desarrolla­r la resilienci­a, para superar la adversidad aunque todo parezca no tener solución.

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