ALICIENTE PARA EL ALMA
Durante la vida nos vamos enfrentando a situaciones inesperadas que cambian todo lo que es nuestra concepción de mundo. Esto es parte de lo que vivimos y experimentamos, por ejemplo, ante un desastre natural.
En los niños, situaciones de esa índole pueden generar sentimientos de inseguridad y confusión respecto a lo que debe ser bienestar y seguridad física y emocional. Corresponde a los adultos facilitar y proveer mecanismos de afrontamiento ante situaciones que pudieran representar una amenaza hacia la estabilidad de niños y niñas. La escuela es una institución que siempre ha servido de aliciente a nuestros niños y jóvenes, tanto en situaciones cotidianas y esperadas de cada etapa de desarrollo, como aquellas que se presentan de manera imprevista y que generan sentimientos de vulnerabilidad. Por ello, la escuela juega un papel fundamental al momento de brindar las herramientas necesarias para enfrentar situaciones de emergencia o de crisis.
Los niños podrían sentirse tristes, asustados e incluso incomprendidos ante situaciones sin control aparente. Aquí el rol de los adultos es crucial, ya que muchas veces los niños necesitan de refuerzos externos para manejar sus emociones de manera efectiva. Por ejemplo, en una institución académica, ante una situación de emergencia o crisis el maestro podría mantener la calma. Esto permite proyectar a los niños un espacio de confianza y de tranquilidad, que los invite a desahogarse, dialogar y buscar ayuda cuando así lo necesiten. Para eso, el maestro o la maestra deben reconocer cuándo sus propias situaciones impiden ser de ayuda en un momento dado, e igualmente buscar apoyo para poder continuar enfrentando los retos diarios que conlleva trabajar en una escuela.
Por otro lado, es importante reconocer y validar las emociones de nuestros niños y adolescentes. Así como los adultos sentimos miedo, frustración o coraje, los niños también lo experimentan pero no necesariamente saben reconocerlo o manifestarlo apropiadamente. Abrir un espacio al diálogo es importante para ayudarlos a entender y aceptar que es normal sentirse mal. Al expresar lo que piensan y sienten pueden estar mejor preparados para canalizarlo y enfrentarlo apropiadamente con la guía de su maestro o maestra.
Otro aspecto importante y necesario es fomentar la resiliencia en los niños. Ayudarles a reconocer las habilidades usadas en situaciones pasadas y que le funcionaron adecuadamente, y compartirles ejemplos de personas o comunidades que han sufrido situaciones difíciles y que, a pesar de ello, han salido hacia adelante. Por otro lado, fomentar el apoyo entre pares es importante, especialmente cuando se trata de adolescentes. Esto es una manera de ellos poder sentir que experimentan las mismas situaciones y, por ende, pueden buscar soluciones apropiadas para enfrentar la adversidad.
De igual manera, al trabajar con niños y adolescentes debemos observar indicadores de mayor preocupación que requieren atención particular con un profesional de salud mental y realizar los referidos pertinentes. Ejemplos de estas situaciones incluyen una reducción dramática en el desempeño, cambios significativos en el comportamiento, conducta agresiva, síntomas depresivos, entre otros. Es importante reconocer que un evento difícil puede ocurrir en cualquier momento y representar una amenaza a la estabilidad emocional, por lo que debemos fomentar en nuestros niños y jóvenes las destrezas de comunicación, solución de problemas, así como de afrontamiento y manejo de emociones. Educar en valores como la perseverancia, la colaboración, la cooperación, el compromiso social (ayudar a otros) y compromiso personal (autocuidado), en cada materia, integrando la historia, el análisis crítico y la solución de problemas, incluyendo situaciones pasadas en las cuales nuestra sociedad o nuestras islas hermanas o países han podido salir hacia adelante ante la adversidad, son maneras que tiene la escuela en apoyar al fortalecimiento emocional de niños y adolescentes.
La vida puede parecer difícil, sin embargo, cada experiencia nos ayuda a crecer. Resaltar lo positivo de cada situación permite minimizar el impacto negativo que pueda provocar en nuestros niños y jóvenes. Cada experiencia debe ser una oportunidad para fomentar y desarrollar la resiliencia, para superar la adversidad aunque todo parezca no tener solución.