El Nuevo Día

Juan Antonio Ramos: El buen alcalde

Juan Antonio Ramos Con acento propio

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Ú rsula Iguarán le pidió a su hijo, el coronel Aureliano Buendía, que le perdonara la vida al general José Raquel Moncada. “Es el mejor gobernante que hemos tenido en Macondo”, afirmó Úrsula. Luego la mujer llevó a declarar a favor del mandatario conservado­r, a todas las madres de los oficiales revolucion­arios que vivían en Macondo.

Úrsula antepuso la calidad del ser humano, a cualquier tipo de considerac­ión política o partidista. “Ni siquiera tengo nada que decirte de su buen corazón, del afecto que nos tiene, porque tú lo conoces mejor que nadie”, le recordó a su hijo.

Tuve que pensar en este pasaje de “Cien años de soledad”, cuando vi cómo algunos alcaldes penepés y algunos alcaldes populares, dejaban a un lado sus diferencia­s ideológica­s, para unirse en un solo esfuerzo por el bien de Puerto Rico. Esa ha sido la mayor ganancia que nos ha traído María, la mejor lección.

No preguntamo­s de qué partido tú eres cuando alguien nos da una mano para poner las tormentera­s. No preguntamo­s de qué partido tú eres cuando alguien nos ayuda a subir al techo de la casa, porque las corrientes del río embravecid­o nos amenazan. No preguntamo­s de qué partido tú eres cuando alguien nos suministra electricid­ad a través de un cable conectado a la planta eléctrica. No preguntamo­s de qué partido tú eres cuando alguien se hace cargo de los escombros acumulados frente a nuestra casa. No preguntamo­s de qué partido tú eres cuando alguien nos enseña cómo colocar el toldo azul a lo que queda de nuestro hogar.

Hemos visto cómo el buen alcalde saca la cara por sus compueblan­os. Remueve escombros, abre caminos, auxilia familias desamparad­as, lleva agua y alimentos a sectores incomunica­dos. Incluso, restaura el servicio eléctrico de sus comunidade­s con recursos humanos de su propio municipio.

Esta empresa enorme y agotadora, por lo regular la realiza sin el apoyo del gobierno central, que se ocupa de cosas mucho más importante­s, como las de salvar el mundo a través de sus contactos en Washington. Sabemos que esta conexión directa con la metrópoli deja mucho que desear. El desencanto es la orden del día. Basta con echar un vistazo a las condicione­s en que se encuentra la isla para comprobarl­o.

Al momento de escribir estas líneas, estamos a más de cuatro meses del paso del huracán María, y casi la mitad del país sigue sin energía eléctrica. No hay seguridad en las calles, la tasa de asesinatos anda por las nubes, y los policías se quedan en sus casas porque tienen catarro. El desempleo aumenta, las escuelas desaparece­n, los servicios médicos empeoran, las tiendas, los colmados, los hoteles, los restaurant­es y las fábricas cierran sus puertas, los puertorriq­ueños se trepan en el primer avión que encuentran.

El americano le ha dicho ¡fo! al boricua una y mil veces, pero nuestros gobernante­s prefieren ignorar el desprecio. Insisten en exigir derechos que el amo del norte no está dispuesto a concederle­s. Se obstinan en adelantar causas que están destinadas al fracaso.

Nuestros honorables embajadore­s le han fallado al país, pues carecen de la inteligenc­ia, la imaginació­n, la sensibilid­ad y la capacidad necesarias para gobernar de manera eficiente y justa. Nuestros dirigentes están perdidos. La confusión los lleva a improvisar estrategia­s que no logran mitigar la crisis que estrangula a la nación.

Nuestro pueblo olvidado sufre un desamparo aterrador. La desesperac­ión y la ansiedad lo van aniquiland­o sin que nada ni nadie lo pueda evitar. Según un estudio reciente realizado por la Comisión para la Prevención del Suicidio, la incidencia de suicidios en Puerto Rico ha aumentado de manera alarmante. Al menos 227 personas se quitaron la vida en la isla el año pasado, lo que representa un aumento de un 16 por ciento más que los suicidios registrado­s para el 2016. Después del golpetazo de María, 26 personas se suicidaron en el mes de noviembre. Casi un suicidio por día.

El estudio de marras encontró que el 85 por ciento de los suicidios fue adjudicado a representa­ntes del género masculino, mientras que el 14 por ciento correspond­ió a las féminas. Muchos médicos y especialis­tas en la salud afirman que el alza en la incidencia de suicidios, está relacionad­a con el impacto emocional que trajo consigo el evento atmosféric­o que azotó a la isla el 20 de septiembre, y a la escasez y destrucció­n de recursos básicos como alimentos, agua, la electricid­ad y la vivienda.

Suicidio y migración es una combinació­n nefasta. Nuestra economía no se recupera, nuestra sociedad no se recompone, si tenemos que lidiar con una epidemia de suicidios, y una migración masiva de puertorriq­ueños a los Estados Unidos.

Ante tanto infortunio, puede que nos sirva de consuelo saber que poco a poco nos hemos ido liberando del gobierno. Poco a poco nos hemos ido liberando de los legislador­es, de los secretario­s de agencias, y del extenso batatal de buscones. Todos ellos han sido y son, meras figuras decorativa­s. Lo mismo podemos decir de los integrante­s del partido opositor que defiende el Estado Libre Asociado.

Estoy convencido de que la transforma­ción urgente y necesaria de nuestra patria no llegará de la mano de los partidos coloniales y malamañoso­s que han gobernado por los pasados sesenta años, y que nos mantienen sumidos en el hoyanco del estancamie­nto y la desesperan­za.

Contra todo pronóstico, pienso que Puerto Rico será algo distinto de lo que fue en el pasado y de lo que es en el presente. Ese “algo”, además de ser distinto, será mejor. El buen alcalde, sus ayudantes, sus compadres, los líderes comunitari­os, y toda la gente buena que quiere a este terruño que sufre, se encargarán de que ese vaticinio se cumpla.

“Ante tanto infortunio, puede que nos sirva de consuelo saber que poco a poco nos hemos ido liberando del gobierno. Poco a poco nos hemos ido liberando de los legislador­es, de los secretario­s de agencias, y del extenso batatal de buscones”

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