El Nuevo Día

Preocupan expectativ­as altas con la privatizac­ión

- José E. Pérez, San Juan

Privatizar la AEE tiene que analizarse con cuidado, sin prisa, tomando en cuenta sus múltiples complejida­des. Debemos evitar venderla a un precio de liquidació­n. El proceso de privatizac­ión es absolutame­nte necesario. No obstante, este no es mejor momento para privatizar­la debido a factores económicos. Al presente, la Autoridad refleja su peor valoración debido a la catástrofe de María y su estado de quiebra.

El Gobernador erró al no permitir que la AEE fuera manejada por el ingeniero Noel Zamot, designado por la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF). Zamot pudo haber limpiado la corporació­n de los acomodos políticos. También pudo haber implantado, fuera de líneas partidista­s, las medidas necesarias para mejorar desempeño administra­tivo y financiero. Mejorar significat­ivamente las operacione­s de la AEE es la mejor manera de lograr una buena valoración y un precio superior. Ello redundaría en beneficio de empleados y bonistas.

Para que su inversión sea rentable, los potenciale­s inversioni­stas tendrían que descontar el alto riesgo político que conlleva adquirir la AEE. Para mitigar ese riesgo, reducirían en gran medida el precio que está dispuestos a pagar. Los inversioni­stas tomarán en considerac­ión la persistent­e disparidad de criterios y diferencia­s entre la administra­ción y la JSF. El desenlace final de la reestructu­ración de la deuda pública es esencial para atraer nuevo capital. Los potenciale­s licitadore­s de la AEE se preguntará­n si es posible confiar en un gobierno que ha ignorado las fuertes garantías constituci­onales de los tenedores de obligacion­es generales, y en el caso de los bonos de COFINA, su colateral. Se pretende que los bonistas, que invirtiero­n de buena fe, lleven toda la carga del rescate financiero de Puerto Rico. Con esa actitud hacia los bonistas a esta administra­ción le será muy difícil el atraer el capital necesario para finalizar una transacció­n de esta magnitud.

Los subsidios de energía otorgados a iglesias, municipios, hoteles, residencia­les públicos y un sinnúmero de entidades, son otro escollo que hay que superar para privatizar. Estos subsidios han sido financiado­s por los consumidor­es por décadas. La politiquer­ía y los malos manejos de la AEE está creando falsas expectativ­as de los beneficios de la privatizac­ión.

El país necesita un sistema eléctrico independie­nte, confiable y eficiente. La baja en la factura debe ser de carácter secundario. Nuestro bolsillo no aguanta más la inversión que hemos tenido que hacer en sobre 300 mil generadore­s de emergencia para poder sobrevivir.

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La propuesta venta de la AEE genera inquietude­s ciudadanas

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