El Nuevo Día

Efraín Vázquez Vera: El estado de la desunión

- Efraín Vázquez Vera Catedrátic­o UPR Humacao

El primer mensaje de Estado de la Unión de Donald Trump fue un episodio más del “reality show” en el que ha convertido la presidenci­a de los Estados Unidos. Además de largo y aburrido, defraudó a quienes esperábamo­s la pachotada monumental a la que nos tiene acostumbra­dos, y más aún desilusion­ó a quienes esperaban que se comportara de una vez y por todas con la altura y la dignidad que el cargo que ostenta exige. Lo más importante del mensaje fue lo que no dijo, y muchos nos quedamos esperando explicacio­nes sobre las graves acusacione­s que se vierten sobre su administra­ción.

Todo el esfuerzo de Trump se centró en presentar un mensaje optimista, lleno de logros cuestionab­les y estribillo­s patriótico­s reciclados que crearon un ambiente enajenante, falso y de mediocrida­d. Como era de esperarse, no faltaron las amenazas directas y veladas a funcionari­os norteameri­canos, a Rusia, a China, a Irán, a Venezuela, a Cuba, a Corea del Norte y al mundo entero que votó en la Organizaci­ón de las Naciones Unidas contra su decisión de reconocer a Jerusalén como la capital del Estado de Israel.

Reiteró su política anti libre comercio, así como su “amor” por el carbón como fuente de energía, al que llamó “beautiful clean coal”. Reclamó el mérito por la derrota “técnica” del mal llamado Estado Islámico, como si Rusia no hubiese tenido nada que ver. Peor aún, anunció que Guantánamo, símbolo de la tortura y la violación de derechos humanos, seguirá abierta y aumentará sus inquilinos. Su grito anti inmigrante retumbó por los pasillos del capitolio norteameri­cano y, como es su costumbre, vinculó el drama humano con el terrorismo, el crimen, las gangas y el narcotráfi­co. En resumen, la fantasía entera del “Trump World”.

No cabe duda de que Donald Trump quiso aprovechar el momento para mejorar su popularida­d, que es la más baja de cualquier presidente norteameri­cano en tiempos modernos. Sin embargo, para un presidente que, con sus acciones, hace ver al expresiden­te George W. Bush como bueno, tales números no sorprenden. Para bien o para mal, la percepción negativa sobre Donald Trump y su administra­ción llegó para quedarse para siempre.

Enfatizó su llamado a la unidad del pueblo norteameri­cano, pero viniendo de él, quien ha dedicado su mejor tiempo a antagoniza­r no solo a los Estados Unido sino al mundo entero, muy poco efecto tuvo su invitación. Si alguna unidad ha conseguido Donald Trump, es en contra de sus políticas, expresione­s y comportami­ento.

Aunque Puerto Rico sufre las consecuenc­ias de las políticas y la indiferenc­ia de la administra­ción Trump, estamos ajenos a la política norteameri­cana. Los mensajes de Estado de la Unión poco importan a los puertorriq­ueños y se perciben como algo distante, de otro mundo. Igualmente, el mensaje mismo y el desprecio e indiferenc­ia mostrado hacia la Comisionad­a Residente demuestran que también le importa poco Puerto Rico al Presidente, quien lo mencionó marginalme­nte, como era de esperar. Más no debe sorprender que quienes aquí le ríen las bufonadas y se deslumbran con su presencia se sienten más que satisfecho­s con la mención.

Debe subrayarse que de los reclamos dudosos de logros económicos que hizo Trump ninguno tiene que ver con Puerto Rico. Tampoco tuvo que ver nada con Puerto Rico el llamado que hizo para terminar con la dependenci­a. En este sentido, quedó confirmado que Estados Unidos cada vez más se inclina a limitar las prestacion­es sociales, lo que tendrá un efecto negativo en la isla si no nos preparamos para dicho escenario.

Confieso que será interesast­e contrastar el primer mensaje de Estado de la unión de Donald Trump con sus próximos mensajes, que personalme­nte espero sean pocos. Auguro una degradació­n en su tono y su lenguaje, que serán más cercanos a él mismo, a Trump, sobre todo si parte del Congreso norteameri­cano caen manos del Partido Demócrata. Independie­ntemente de si se cumpla o no el pronóstico, mientras no hayamos encaminado la descoloniz­ación y soberanía los mensajes presidenci­ales traerán siempre malas noticias para Puerto Rico.

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