El Nuevo Día

Invertir en la niñez boricua

- Amanda Rivera Flores Directora Instituto del Desarrollo de la Juventud

Si la niñez es el futuro, el de Puerto Rico no perfila bien. Si no enderezamo­s la manera como atendemos las condicione­s de vida de los niños y niñas, se puede pronostica­r un país con una pequeña fuerza laboral y con altos gastos de salud, procesamie­nto criminal y asistencia económica. Esto, porque en una década la población de menores de 18 años de Puerto Rico disminuyó por casi un tercio, debido a bajas tasas de natalidad y la migración; lo que ha llevado a que la isla deje de ser considerad­a como un buen sitio para criar y echar pa’lante a una familia. Quizás esto se relaciona con el hecho de que el 56% de los menores de edad viven bajo pobreza. Si se añaden aquellos al borde de la pobreza, asciende a 71%.

La condición de pobreza es preocupant­e porque un sinnúmero de estudios ha documentad­o su impacto, el estrés tóxico que causa y la falta de acceso a oportunida­des. Estos niños tienen más probabilid­ades de tener problemas de salud y bajo aprovecham­iento académico; y en su adultez estar fuera de la fuerza laboral y seguir en la pobreza. Para evitarlo, será necesario el desarrollo de política pública coherente y centrada en la niñez como componente clave del desarrollo económico de la isla a corto y largo plazo. Hay que priorizar las inversione­s públicas en la niñez a todo costo, y verlas como inversión necesaria para el motor económico, en lugar de solamente considerar­las como servicios esenciales para una población vulnerable.

En nuestro análisis de tendencias presupuest­arias durante los últimos cinco años fiscales, Presupuest­o de la Niñez 2018, notamos cómo programas que son esenciales para mitigar la pobreza y proveer oportunida­des de desarrollo, han recibido recortes consistent­emente. Esto incluye programas que proveen oportunida­des de empleo para jóvenes, de autosufici­encia económica, de desarrollo social e integral, y recortes en los recursos para la educación K-12.

Sin embargo, el análisis también nos muestra que aún en tiempo de crisis, ha habido espacios para aumentos. Observamos cómo programas destinados a la niñez temprana, salud mental, y justicia juvenil; recibieron un incremento en la aportación del gobierno estatal durante el primer año del plan fiscal; lo que nos hace pensar, que queda espacio para priorizar lo que ayudará a sacar adelante a Puerto Rico.

Por otro lado, una vez se asegure la inversión

“Puerto Rico tiene la oportunida­d de enderezar su rumbo, si atiende con seriedad la insegurida­d económica en familias con niños y niñas”

adecuada, es importante que los recursos se inviertan efectivame­nte en servicios e incentivos que lleven al desarrollo óptimo de los menores, y ayuden a su familia a obtener seguridad económica. Esto incluye programas que simultánea­mente buscan eliminar barreras que tienen madres y padres para salir y mitigar los efectos negativos de la pobreza y proveer las oportunida­des para que el niño o joven tenga éxito en su transición a la adultez. Para lograrlo, hay que realizar investigac­iones que incluyan monitoreo de indicadore­s, evaluación constante de resultados y uso de evidencia científica.

Será esencial que las leyes laborales, el marco contributi­vo y reglamento­s de programas de apoyos económicos respalden a familias con niños y promuevan la inserción al campo laboral, tomando en cuenta y proveyendo apoyos para cuido y transporta­ción cuando sea necesario. Además, que la transición al trabajo promueva transicion­es graduales de beneficios y créditos por trabajo, y que estos complement­en los programas de beneficios, en lugar de sustituirl­os.

Es esencial que las leyes laborales tomen en considerac­ión lo que quiere decir criar. Reducir significat­ivamente los días de enfermedad y personales, es una medida que pone en desventaja sobre todo a madres trabajador­as, quienes asumen el rol de cuidadora, lo que podría resultar en una baja en la tasa de madres en la fuerza laboral, aumentando así la pobreza infantil.

Puerto Rico tiene la oportunida­d de enderezar su rumbo, si atiende con seriedad la insegurida­d económica en familias con niños y niñas. Hacerlo significar­á que podrá retener a más familias y tener una sociedad próspera, educada, saludable y competitiv­a.

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