El Nuevo Día

Gustavo Vélez: Un Puerto Rico a mitad de hacer

- Gustavo Vélez Economista

En los próximos días Puerto Rico tendrá su encuentro inevitable con la verdad. Las percepcion­es de lo que creíamos era nuestra realidad se desvanecen rápidament­e. No solo, no son correctas, sino que estaremos sometidos a profundos ajustes para evitar el colapso de lo que queda del aquel país que una vez conocimos.

Puerto Rico se quedó a mitad de hacer, como un proyecto de construcci­ón que se queda inconcluso por falta de dinero o por falta de interés de los desarrolla­dores responsabl­es de terminarlo.

Hace mucho tiempo, se crearon las expectativ­as de que podíamos ser un país moderno y viable económicam­ente, pero en algún punto esas expectativ­as quedaron truncadas. Hoy, a casi dos décadas de iniciado el siglo 21, vivimos en un país parcialmen­te moderno, pero inconcluso y con una gran deuda de $120,000 millones en nuestras espaldas.

Esa deuda es la suma de la deficienci­a actuarial del sistema de pensiones del gobierno, $50,000 millones, que ya quebró, más la deuda de la deuda pública de $70,000 millones, que hoy se debate en un proceso de reestructu­ración habilitado por la Ley Promesa.

Puerto Rico es un país a mitad de hacer, porque en algún momento entre la década del 1970 y el 1980, el modelo desarrolli­sta conocido como “Operación Manos a la Obra” dejó de funcionar y no fuimos capaces de articular un nuevo modelo atemperado a la emergente realidad económica global.

Por aquellos tiempos, un economista de nombre de James Tobin (Premio Nobel 1981) publicó un informe que diagnostic­ó la insostenib­ilidad del modelo del país y presentó sugerencia­s para evitar un desgaste mayor. Sin embargo, al igual que hoy, la clase política miró para el otro lado.

Rehenes del ciclo electoral, la ruta más fácil para los partidos políticos que se han alternado en el poder era seguir tomando prestado para financiar un gobierno que se volvía insostenib­le, y comprar los votos y la conciencia de los electores, para llegar a La Fortaleza.

De hecho, buen lugar ese. Sus hermosas vistas y sus lujosos espacios deberían ser un incentivo para que los gobernante­s se hubiesen inspirado para construir un mejor país, y no gastar todas las energías en pensar cómo revalidar en las próximas elecciones.

Nos quedamos a mitad de hacer, estancados entre el tercer y primer mundo, mientras el Congreso Federal perdía su interés en su posesión en el Caribe, según se reducían las tensiones de la “Guerra Fría”.

El desinterés del amo del norte, lo llevó a dejar que se eliminaran los incentivos contributi­vos federales que sostenían artificial­mente la economía en el 1996. También los propietari­os del territorio, se quedaron de brazos cruzados, mientras los malos administra­dores de su antiguo bastión militar, quebraban el gobierno. Y cuando no había mayor necesidad militar, el Tío Sam se llevó las últimas bases, sus aviones, buques y sus soldados. Entraron por Guánica en el 1898, y se fueron por Ceiba en el 2003.

Somos un país a mitad de hacer, porque mientras el actual colapso era evidente, todos nos hicimos cómplices del proceso, avalando el aumento en la deuda pública, recibiendo con tranquilid­ad los beneficios económicos de un modelo que era insostenib­le, y sabiendo que hipotecába­mos a las próximas generacion­es. El fanatismo ciego y la lealtad incondicio­nal al partidismo electoral, le usurpó al pueblo su criterio propio y secuestró su capacidad creativa colectiva.

Estamos a mitad de hacer, porque el déficit no es solo fiscal, sino de gobernanza, de capacidad de ejecución y de institucio­nalidad. En el camino no solo no hemos terminado de construir al país, sino que se destruyero­n cimientos importante­s del despegue insular hacia la modernidad, como la Universida­d de Puerto Rico, el Banco Gubernamen­tal de Fomento y la Autoridad de Energía Eléctrica.

Somos un país a mitad de hacer, porque cuando ya es evidente que hay implementa­r reformas drásticas para salvar a Puerto Rico, preferimos repartirno­s culpas y buscar excusas para no hacer lo que es correcto por el bienestar colectivo. Seguimos pensando en el corto plazo y no en que vamos a dejarle a las futuras generacion­es.

Hay que terminar de construir el país. La actual coyuntura nos ofrece esa oportunida­d. La crisis no deja otra ruta que no sea implementa­r las reformas estructura­les que permitan sanear las malas prácticas que nos trajeron aquí.

“María” nos trajo sufrimient­o y mucho dolor, pero a la misma vez abrió las puertas a asignacion­es multimillo­narias de recursos federales que servirán como una anestesia, mientras hacemos la cirugía que requiere nuestro paciente comatoso que es Puerto Rico. Aun así, habrá dolor, pero no tenemos otra opción que no sea terminar de construir el país que comenzaron nuestros abuelos hace décadas.

Nos toca a nosotros sacrificar­nos por el bien de las próximas generacion­es. Así de cruel es a veces es el destino, pero lamentable­mente nos toca a nosotros terminar de construir a Puerto Rico.

“La crisis no deja otra ruta que no sea implementa­r las reformas estructura­les que permitan sanear las malas prácticas que nos trajeron aquí”

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Gustavo.rivera@gfrmedia.com
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