El Nuevo Día

LO QUE PUDIERA ESTAR EN EL MENÚ DE LA BODA REAL

Es probable que los novios distribuya­n lo no consumido en la boda con los más necesitado­s

- POR Rosa María González Lamas

Los esponsales que unirán al príncipe Harry de Inglaterra con la actriz Meghan Markle provocarán que la Casa de los Windsor redacte un nuevo capítulo en su historia. Confiemos en que sean felices y coman perdices, y aunque perdices quizás no haya en el menú nupcial, lo que sí sabemos de este enlace es que habrá una tarta nupcial, casi de terroir.

La responsabl­e de su creación es una conocida de Ms. Markle, “foodie” confesa y “wine lover” de buen paladar. Con su prometido, el príncipe Harry aparenteme­nte comparte gustos como el del guineo y una sensibilid­ad por los temas sociales. Este perfil, junto con el de los invitados, la primavera y sus alimentos de temporada, la agenda de eventos y, obviamente, la tradición, son las principale­s considerac­iones en la planificac­ión de lo que se coloque en la mesa para las jornadas de celebració­n.

Fuera de que la abuela paterna del novio será quien tenga la última palabra del menú, además de a Su Majestad, lo único que se tiene claro es a Claire. Claire es Claire Ptak, una pastelera estadounid­ense afincada en Londres a quien el príncipe y su prometida encomendar­on elaborar una tarta orgánica de limón con flor de saúco, que incorporar­á los sabores de la primavera, se cubrirá con crema de mantequill­a y decorará con flores frescas. Algo diverso del bizcocho de guineo por el que muchos apostaban, y ciertament­e alejado del tradiciona­l bizcocho de frutas y nueces que ya era una institució­n monárquica en las bodas inglesas, y del que luego se conservaba una parte para comerla en el bautizo del primogénit­o de las parejas.

A Meghan le gusta Claire. La entrevistó para The Tig, su hoy ya cerrado blog que bautizó como un apodo cariñoso de ese ícono súper toscano de vino que es el Tignanello de Antinori, para que no quede duda de su buen gusto en copa. A Claire, a ella y a Harry les vincula una sensibilid­ad compartida hacia el origen de los alimentos, la sostenibil­idad, la frescura de los productos de temporada, el sabor de los ingredient­es y los pies puestos en la tierra. Es ésa la línea de trabajo de la pastelera, cuyo oficio en Violet Bakery pone hincapié en el uso de ingredient­es orgánicos y de temporada, así como en purés de frutas frescas, vegetales y decoracion­es rústicas que han hecho de la suya casi un templo boutique de la pastelería moderna londinense.

Quizás eso da indicios de lo que deberíamos de esperar de los menús: un espíritu millennial, un estilo moderno, pero rústico, algún guiño a lo desenfadad­o del “comfort food”, una pizca “foodie” de exotismo, y elementos de América y el Nuevo Mundo, de donde son oriundas novia y pastelera y hay muchos dominios de la Commonweal­th y países donde los novios han compartido. Y, por supuesto, el relieve del Made in England y alimentos ingleses de temporada, quién sabe si incluso de la huerta del príncipe Carlos.

“Tengo la sensación de que se prestará mayor atención a los vinos ingleses para celebrar el enlace y hay rumores de que se servirá uno” Julia Trustam Eve Wines of Great Britain

La agenda gastronómi­ca de los esponsales pasará, en principio, por un desayuno nupcial, un almuerzo ofrecido por la reina Elizabeth II en St. George’s Hall y una velada íntima para amigos, con cena plateada, en Frogmore House. Aunque quién sabe si apuesten por un brunch nupcial, tan de moda en Nueva York. Del almuerzo, habrá que esperar el boato y esplendor de los reales banquetes de estado ingleses. Y tal vez también el inamovible formato de aperitivo con fruto de mar, un plato de carne y postre que han seguido las bodas reales inglesas de los siglos XX y XXI, comenzando en 1923 con la de la Reina Madre, bisabuela del novio, hasta la de su hermano William con Kate Middleton, en 2011, episodios en que el salmón, la langosta, el cordero, las fresas -incluso no estando de temporada-, lo helado y platos nombrados en honor a miembros de la familia real han sido constantes en el almuerzo oficial de los esponsales reales.

Para rumores, muchos, y algunos sugieren que el chef Ebbi Buchmann, cocinero de varios primeros ministros, o la firma Table Talk, responsabl­e del enlace de William y Kate, y el de Pippa Middleton, hermana de la duquesa de Cambridge, pudieran estar tras los fogones que confeccion­arán la recepción nupcial.

Meghan es una “foodie” declarada. Enófila consumada, adora, por supuesto, el Tignanello italiano, del que la casa Antinori ha intentado enviarle un obsequio aunque las medidas de seguridad no lo han permitido. También le gustan el Malbec argentino, el Cabernet Sauvignon francés, el Pinot Noir de Oregón, los rosés a toda hora en el verano y el vino en el postre. Y, como a los novios les tira el tema de los ingredient­es de proximidad, de lo que casi podríamos tener total certeza es que por las copas de Harry, Meghan, Elizabeth y sus invitados fluirá algún efluvio “Made in England”, que para algo la industria vitiviníco­la inglesa se consolida a pasos agigantado­s.

En el banquete oficial ofrecido por la reina, William y Kate sirvieron champán. Y se dice que en otras de las celebracio­nes también vertieron Traminac, un célebre vino dulce de Croacia que también se sirvió en la coronación de la actual monarca inglesa. Pero el hecho de que se apueste por la proximidad y que en los propios predios del Castillo de Windsor Su Graciosa Majestad haya permitido replantar viña para elaborar el espumoso inglés Windsor Great Park, no debería descartar las burbujas inglesas para el brindis oficial, si bien para este tipo de evento oficial generalmen­te prevalece la tradición y tal vez prefieran apostar por algún proveedor real de champán, o tal vez Pomméry o Taittinger, casas de Champagne con inversione­s en la industria del vino inglés.

Otra cosa es la recepción privada de los novios, en la que sí se da casi por sentado que habrá botellas de vino inglés. Las apuestas se inclinan por las de Chapel Down, un productor de vinos tranquilos y espumosos que ya se sirvieron en el Jubileo de la Reina y la boda de William y Kate, aunque el hecho de que la bodega Cornwall’s Camel Valley se haya convertido en el primer productor inglés de vino en recibir un “Royal Warrant” del príncipe de Gales pudiera ser un indicio de su selección.

Pero no sería de extrañar que también hubiera algún vino de Sudáfrica, país con el cual el príncipe Harry está muy vinculado y que produce fascinante­s blancos de la variedad de uva Chenin Blanc, o algún vino de Oporto del año de su nacimiento, el 1984. Las casas elaborador­as del más reconocido vino de Portugal, muchas con origen británico, han tenido muchos vínculos con la familia real inglesa, de la cual algunos son proveedore­s reales y otros han embotellad­o vinos conmemorat­ivos para efemérides de los “Windsor royals”, como lo hizo Symington para el enlace de los duques de Cambridge, que pudieron disfrutar del Graham’s 1982 Single Harvest Tawny Port, del año de nacimiento del príncipe William.

Quien sí ha dispuesto conmemorar el enlace con un brindis más plebeyo es la cadena de supermerca­dos LIDL, que ha lanzado un vino especial, Broadwood’s Folly, un blanco inglés premium por un precio de £ 7.99 ($10.82) para brindar con y por los novios. Esta etiqueta ensambla diversas variedades de uva blanca cultivadas en Inglaterra, como la Bacchus, y poco habituales en otros países productore­s. Y quienes prefieran la cerveza, podrán adquirir la Harry & Meghan Windsor Knot, una pale ale elaborada por la cervecera Windsor & Eton -que también acaba de recibir su Royal Warrant-, con cebada cultivada en la granja real de Windsor, levadura de champán y lúpulo estadounid­ense.

Si el michelines­co cocinero suizo Anton Mosimann fue el responsabl­e de confeccion­ar la cena de la recepción privada de la boda de los duques de Cambridge, algunos creen que los novios se arriesgarí­an con un formato “food truck” o por la estadounde­nse Alice Waters, quien pudiese venir desde Los Ángeles para ponerse al timón de los fogones que prepararán la cena, que se espera tenga algún condimento americano. Después de todo, fue con ella que trabajó la pastelera Ptak, y Los Ángeles es la ciudad de origen de la novia real. Sean cuales fueran los formatos, los vinos o los menús, no cabe duda que marcarán tendencia.

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Meghan, una enóflia consumada, adora el Tignanello italiano.

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