LA OBSESIÓN DE COMER
Se diagnostica cuando hay un patrón de atracones de por lo menos tres veces a la semana durante unos tres meses o más
Conoce este trastorno por atracones que puede atacar a cualquier edad, en especial durante los últimos años de la adolescencia
El gusto por comer lo desarrolló desde muy pequeña. En su hogar, como en muchos de Puerto Rico, la comida era una forma de demostrar amor. “Era un ritual en que se celebraba al que comía más” recuerda Marta, tras aceptar que ya a los 16 años estaba “bastante gordita”.
Fue, a su juicio, lo que eventualmente la llevó a una espiral de atracones de comida dos o tres veces a la semana, a comprar comida en tres o cuatro restaurantes de comida rápida y a esconderse en su cuarto para comérselos todo en una noche. Se juraba que no lo volvería a hacer, pero en uno o dos días no podía reprimir el deseo de hacerlo de nuevo.
“A los 22 años me casé y rápido salí embarazada y eso me dio permiso a seguir comiendo como una desesperada. Pero luego de que mi hija naciera, seguía igual y comencé a tener problemas en mi matrimonio. Luego de mi divorcio, la comida me ayudaba a calmar la ansiedad y la tristeza que sentía”, recuerda la mujer, quien pidió usar un seudónimo.
En los próximos ocho años, la obsesión por comer la aisló de su círculo de amistades y familiares, engordó más de 100 libras, desarrolló hipertensión y diabetes tipo 2. Hasta que, finalmente, le diagnosticaron obesidad mórbida.
“Me di cuenta que si no hacía algo por mi salud iba a morir y mi hija se iba a quedar huérfana. Fue un punto de no retorno para buscar ayuda y entender que tenía un trastorno alimentario serio”, comenta Marta, quien hoy a los 36 años se define como una comilona en remisión o “abstinente”, gracias a un tratamiento de psicoterapia que inició hace dos años y medio y que también la ha ayudado a bajar de peso.
Según la edición más reciente del Manual DSM-5 (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales publicado por la American Psychiatric Association), se identifica este trastorno alimentario como “binge-eating disorder”, o trastorno por atracones. Una dolencia que afecta a un 3.5% de las mujeres, 2% de hombres y hasta 1.6% de adolescentes en Estados Unidos, según la Asociación Nacional de Trastornos Alimentarios.
“Casi todos podemos comer excesivamente en algunas ocasiones, sobre todo en nuestra cultura donde la comida es tan importante. Por ejemplo, en las fiestas navideñas tendemos a servirnos más comida. Pero cuando una persona come excesivamente y siente que no puede parar y esto se vuelve algo habitual, se convierte en un trastorno por atracones”, explica la psiquiatra Lelis Nazario, directora del Programa de Psiquiatría de Niños y Adolescentes de la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas.
Se trata de un trastorno alimentario, explica la especialista, que se caracteriza por periodos de ingesta voraz, similar a los observados en los casos de bu-
limia nerviosa, pero sin que posteriormente se ejerzan conductas compensatorias, como vomitar, abuso de laxantes u otros fármacos, ayuno y ejercicio físico excesivo.
“La persona tiene episodios de comer mucho y aunque esté llena, sigue comiendo sin control. Hay una disfunción y esto causa mucho sentimiento de culpa, vergüenza y malestar”, agrega Nazario, tras añadir que se diagnostica cuando hay un patrón de atracones de por lo menos tres veces a la semana durante unos tres meses o más.
“Esto afecta cómo la persona se ve a sí misma, puede afectar la autoestima y debido a que muchas veces la persona se siente avergonzada, empieza a comer secretamente y se aíslan. A su vez, les afecta su concentración, el trabajo, su vida personal y, como van engordando, su salud general”, describe Nazario.
Algunos de los síntomas incluyen comer más rápido de lo normal, comer hasta sentirse incómodo, ingerir grandes cantidades sin tener hambre y aislarse debido a que le da vergüenza la cantidad comida consumida, agrega Nazario.
Relación con la obesidad
Según la nutricionista y dietista licenciada Charmaine Alfonso, se relaciona con la obesidad ya que al consumir grandes cantidades de comida, se crea un desbalance entre las calorías consumidas versus las calorías que necesita el cuerpo.
“Todo el exceso que consume el cuerpo lo va a almacenar en forma de grasa, lo que resulta en una ganancia de peso”, añade Alfonso, mientras resalta la importancia de descubrir la causa de esta conducta.
Una vez se hace la intervención psicológica adecuada, agrega la licenciada Alfonso, se debe comenzar a auscultar qué intervención nutricional se debe utilizar. “Cada caso es único y se debe trabajar de forma interdis- ciplinaria para lograr una recuperación a largo plazo”, recomienda la nutricionista, al tiempo que aconseja un consumo de varias comidas y meriendas al día, técnicas innovadoras como “Mindful eating” y el aumento gradual de actividad física bajo supervisión médica.
En ese sentido, la doctora Nazario resalta la importancia de que este trastorno se trabaje en conjunto con otros profesionales de la salud, como lo es un psiquiatra y psicólogo, un médico primario y que la persona esté en un programa de control de peso supervisado.
“A veces las personas hacen dietas extremas y eso, a su vez, es un detonante para que sigan atracándose. Por eso no se recomienda que esté en un programa de pérdida de peso si no está en un tratamiento psicológico”, advierte la psiquiatra.
Precisamente, dice que en la psicoterapia hay diferentes intervenciones que se pueden utilizar. Por ejemplo, menciona las vertientes en la que se trabaja con el enfoque conductual del comportamiento o aspectos interpersonales de cómo la paciente se relaciona con otras personas.
“Además, mucha gente come por la parte emocional, así que la parte terapéutica tiene que trabajar con el manejo de emociones y la impulsividad”, explica la psiquiatra.
En caso del paciente necesitar medicamentos, agrega Nazario, hay algunos que se pueden utilizar. Por ejemplo, menciona la Lisdexamfetamine, un estimulante del sistema nervioso central que afecta los químicos en el cerebro y nervios que contribuyen al control de impulsos e hiperactividad.
“Ayuda a disminuir el apetito y el ‘craving’ por la comida (deseo muy intenso por comer”, enfatiza la psiquiatra. También menciona el anticonvulsivo Topiramato que disminuye el apetito, así como algunos antidepresivos que pueden ayudar si el paciente presenta depresión y ansiedad asociados con el trastorno alimentario.
“Pero todo esto se tiene que hacer bajo supervisión médica. Por eso es importante que tenga un médico para el control de peso y un psiquiatra que trabaje la parte de médica”, agrega la doctora Nazario, quien destaca que hay psiquiatras que también dan la terapia psicológica a nivel individual. En caso de que no sea así, recomienda que el psiquiatra trabaje en conjunto con un psicólogo.
Según información publicada por Clínica Mayo, se desconocen las causas del trastorno por atracones. Sin embargo, destacan que la genética, los factores biológicos, las dietas prolongadas y los problemas psicológicos aumentan el riesgo.