Experiencia artesanal
Luis Fernández junto a su hermano Matías y Josén Carlos González han conseguido que Ocean Lab se posicione como una cerveza favorita de muchos
El poeta ecuatoriano Gonzalo Escudero decía que “la cerveza es un amanecer en los párpados”, y eso mismo fue para los hermanos Matías y Luis Fernández su proyecto Ocean Lab Brewing Co. Gracias a su microcervecería descubrieron una nueva manera de despuntar sus días para montar una exitosa empresa en la que todo apunta a que será un gran propósito de vida.
Nos acercamos a Vivo Beach Club, lugar en el que ubica la línea de producción de Ocean Lab Brewing, para conocer de primera mano la historia de esta marca que ha conseguido cautivar a los amantes de la cerveza. Un enér- gico Luis Fernández nos recibe y nos guía por el proceso. “¿Conoces este lugar?”, comenta señalando un escenario repleto de bañistas disfrutando de un día de piscina y playa. “Esto es un club que tiene salones de actos, piscinas, playa, restaurantes y donde producimos la cerveza”.
MICROCERVECERÍA
Al abrir la puerta del espacio de elaboración, el chasquido de las botellas se confunde con un intenso olor a producción. Ese día estaban cocinando un nuevo lote y embotellando otro. Ocean Lab Brewing es un vehículo que se mueve con eficiencia gracias a las tres ruedas que lo dirigen; los hermanos Fernández y el maestro cervecero.
“José Carlos González es nuestro ‘brewmaster’. Es bioquímico y conoce muy bien la industria, es un gran aliado y confiamos mucho en él”, afirma Fernández.
El éxito de la marca ha sido tal que están en vías de expandir el negocio. “En este momento sacamos 40 mil cajas al año. Esperamos con la expansión duplicar la producción. Además, abriremos el Ocean Lab Restaurant donde la gente podrá venir a degustar las diferentes cervezas”.
La calidad y el boca a boca ha sido su carta de presentación.
“No pensábamos que íbamos a tener tanto éxito tan pronto. No hemos hecho ningún tipo de publicidad en parte porque nuestra
producción nos limita la distribución. Imagínate, al principio era yo mismo el que hacía las entregas. En estos momentos se lleva a algunos restaurantes y bares”.
Según nos explica no han recurrido a un andamiaje publicitario para evitar maniatarse con la producción. Una campaña agresiva los obligaría a cumplir unas metas que no necesariamente están a la par con el nivel que desean mantener para sus etiquetas. “Esto es un producto artesanal y no puedes violentar su proceso. Tener esa libertad nos permite experimentar y tener más flexibilidad. Por ejemplo, hemos podido hacer algunas que hemos infusionado con productos naturales como moras, parcha, naranja roja… el ser pequeño y el que controlemos todo nos permite experimentar. En diciembre logramos hacer una con pitorro”.
EL ORIGEN
Para el 2014 los hermanos regentaban un negocio en Hato Rey que servía cerveza de barril. “En Downtown teníamos un ‘multi-tap system’ con 100 plumas. Llegó un momento en el que no conseguía llenarlas y ahí decidimos explorar la idea de hacer nuestra cerveza. Lo hablo con Matías y conseguimos este lugar y empezamos en el 2017 con la Ocean Blonde y Ocean Pale Ale”.
La complicidad de estos hermanos es total y se apoyan mutuamente, porque confían a cabalidad en las habilidades que posee cada uno de ellos.
“Somos muy diferentes, pero nos complementamos muy bien. Él es creativo y yo soy más de producción. Las decisiones las tomamos en conjunto y apostamos a ellas juntos”, manifiesta Luis Fernández.