CRUELDADES IMPOSIBLES
Sabido era y sabido es. Michael Sullivan es un perdedor. Un perdedor extremo. Y ha sido confirmado en extremo por el resultado de la primaria en Georgia. El excandidato, en malsana euforia, decidió seguir en alma y cuerpo a su líder republicano, Donald Trump, y avalar sus estrategias de odio bajo el manto de legalidad.
Como parte de su campaña primarista, tomó un autobús y lo pintó y decoró con frases que delataban su gran plan promocional, ir atrapando a todo “ilegal” que encontrara y llevarlo directamente a México. Deportación rápida quería el perdedor rápido.
Su plan era atrapar y deportar a los que él llamaba asesinos, criminales, violadores y peligrosos mexicanos en todas partes del estado de Georgia, y si era posible de Estados Unidos completo. El “autobús de la deportación” —insulto móvil, treta consciente, crueldad con ruedas— tuvo un fallido comienzo al descomponerse el primer día y hubo que repararlo.
Sin embargo, su mensaje y su campaña no prosperaron. No hubo reparación posible para ellas. Con solo el cinco por ciento de los votos, Sullivan tendrá que borrar las consignas y llevar el autobús a otra parte.
Pero el dolor sigue. Y los envalentonados por Donald Trump no se detienen.
El miércoles, en Rio Bravo, Texas, un guardia fronterizo asesino sin más a una muchacha que se encontraba en el suelo, temerosa. La asesinó, según se informa, de un disparo a la cabeza.
No era violadora, ni asesina ni criminal, pero allí estaba y allí terminó, cumpliendo los designios de la crueldad que ha desatado esta era de resentimientos e intolerancia que no se detiene.
Puede que los candidatos que siguen las directrices de Trump no encuentren victorias en las contiendas electorales, como le ocurrió a Sullivan en Georgia, y Ojalá así sea. No se merecen respaldo. No puede ser. Pero de Georgia a Rio Bravo hay acciones y crueldades imposibles.