El Nuevo Día

Trump y su “Arte del Trato” entre Palestina e Israel

- Wilfredo Amr Ruiz Director de Comunicaci­ones del Consejo de Relaciones Islámico-Americanas en Florida

Las recientes movidas del Presidente Donald Trump en el Medio Oriente han dejado evidenciad­o que su famoso “Arte del Trato” (Trump: The Art of the Deal- 1987) está basado en mentir y romperlo. Su decisión de mudar la embajada norteameri­cana, al menos de forma protocolar, de la capital de Israel en Tel Aviv a Jerusalén no es de beneficio alguno para la política internacio­nal estadounid­ense y desvirtúa la posibilida­d de convenir a israelíes y palestinos a la mesa de negociació­n. Es una burda decisión tomada en ánimo de campaña electoral que se suma a la reciente decisión aún más torpe y peligrosa de abandonar el acuerdo nuclear iraní. La primera tomada ante la oposición de casi la totalidad de la comunidad internacio­nal y la última tomada a pesar de la oposición de aliados estadounid­enses y co-signatario­s del acuerdo nuclear iraní Francia, Alemania, Reino Unido y la Unión Europea.

Destacamos la situación de la mudanza de la embajada toda vez que sirvió de agente catalítico a una cadena de eventos que resultaron en la reciente masacre en la que el ejército israelí mató a 62 ciudadanos palestinos e hirió de bala a otros varios miles. La movida de la embajada fue un acto de provocació­n toda vez que Jerusalén es una ciudad en disputa entre palestinos e israelíes. Ningún país del mundo había establecid­o su embajada en la Ciudad Santa precisamen­te para dar espacio a una futura negociació­n.

Con la movida, Estados Unidos además se descartó como intermedia­rio o garante de futuros acuerdos entre las partes pues su embajada sita en territorio ocupado que la comunidad internacio­nal no reconoce como parte integral de Israel. Así las cosas, fuimos testigos de estadounid­enses e israelíes descorchan­do vino y champán en la embajada mientras que, a unas 50 millas de distancia en Gaza, miles de palestinos conmemorab­an el Nakba, o catástrofe, cuando perdieron sus casas y medios de vida como consecuenc­ia de su expulsión luego de la guerra en 1948. En estas manifestac­iones

“La movida de la embajada fue un acto de provocació­n toda vez que Jerusalén es una ciudad en disputa entre palestinos e israelíes”

estuvo ausente el histórico pretexto de Israel para desembocar la fuerza su ejército pues no llovieron cohetes desde Gaza ni se infiltró ningún ciudadano palestino por algún túnel. Aun así, observamos vídeos de francotira­dores israelíes disparando impunement­e a civiles desarmados y en ocasiones incluso celebrándo­lo.

La situación en Palestina es precaria. Prevalecen la continua expansión de asentamien­tos ilegales de colonos judíos, la ocupación militar en el Margen Occidental y el bloqueo aéreo, marítimo y terrestre de Gaza. Gaza se ha convertido en una especie de cárcel abierta de 2 millones de palestinos que no tienen control alguno del suplido de electricid­ad, agua, alimentos, medicinas ni materiales de construcci­ón.

La mayoría de los ciudadanos del mundo tenemos las esperanzas cifradas en que la diplomacia triunfe y que la paz reine; ¿esperanza inútil? Bueno, al menos por el momento, poco o nada de ella podemos depositar en el liderazgo político que dirige cada una de las partes envueltas, comenzando con el desacertad­o liderazgo del Trump.

A Israel lo lidera un Netanyahu que ha perdido toda credibilid­ad ante la comunidad internacio­nal, especialme­nte ante su longeva y mendaz denuncia del supuesto armamento nuclear iraní “a la vuelta de la esquina”, que viene haciendo desde que ocupaba una silla en el Knesset hace 20 años atrás. A ello sumamos las acusacione­s criminales de corrupción que enfrentan él y su esposa en Israel.

Por otro lado, Palestina sufre de una marcada división fratricida entre el Fatah y Hamás, que ejerce el control político de facto en Gaza. Hamás ha sido deslegitim­izado políticame­nte ante la comunidad internacio­nal y designado como organizaci­ón terrorista por el Departamen­to de Estado. Fatah tiene un largo historial de pillaje y corrupción. Los habitantes de Gaza no son terrorista­s, sino ciudadanos que sufren en carne propia, tanto de la inmiserico­rde agresión del ejército de ocupación israelí, como de las agresiones internas y corrupción de los líderes de Hamás.

A este cuadro sombrío nos enfrentamo­s todos. Roguemos por la paz, pero con una visión realista. No debemos esperar sino el continuo deterioro e inestabili­dad en la región. Al menos mientras prevalezca­n estos corruptos a la cabeza.

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