Trump y su “Arte del Trato” entre Palestina e Israel
Las recientes movidas del Presidente Donald Trump en el Medio Oriente han dejado evidenciado que su famoso “Arte del Trato” (Trump: The Art of the Deal- 1987) está basado en mentir y romperlo. Su decisión de mudar la embajada norteamericana, al menos de forma protocolar, de la capital de Israel en Tel Aviv a Jerusalén no es de beneficio alguno para la política internacional estadounidense y desvirtúa la posibilidad de convenir a israelíes y palestinos a la mesa de negociación. Es una burda decisión tomada en ánimo de campaña electoral que se suma a la reciente decisión aún más torpe y peligrosa de abandonar el acuerdo nuclear iraní. La primera tomada ante la oposición de casi la totalidad de la comunidad internacional y la última tomada a pesar de la oposición de aliados estadounidenses y co-signatarios del acuerdo nuclear iraní Francia, Alemania, Reino Unido y la Unión Europea.
Destacamos la situación de la mudanza de la embajada toda vez que sirvió de agente catalítico a una cadena de eventos que resultaron en la reciente masacre en la que el ejército israelí mató a 62 ciudadanos palestinos e hirió de bala a otros varios miles. La movida de la embajada fue un acto de provocación toda vez que Jerusalén es una ciudad en disputa entre palestinos e israelíes. Ningún país del mundo había establecido su embajada en la Ciudad Santa precisamente para dar espacio a una futura negociación.
Con la movida, Estados Unidos además se descartó como intermediario o garante de futuros acuerdos entre las partes pues su embajada sita en territorio ocupado que la comunidad internacional no reconoce como parte integral de Israel. Así las cosas, fuimos testigos de estadounidenses e israelíes descorchando vino y champán en la embajada mientras que, a unas 50 millas de distancia en Gaza, miles de palestinos conmemoraban el Nakba, o catástrofe, cuando perdieron sus casas y medios de vida como consecuencia de su expulsión luego de la guerra en 1948. En estas manifestaciones
“La movida de la embajada fue un acto de provocación toda vez que Jerusalén es una ciudad en disputa entre palestinos e israelíes”
estuvo ausente el histórico pretexto de Israel para desembocar la fuerza su ejército pues no llovieron cohetes desde Gaza ni se infiltró ningún ciudadano palestino por algún túnel. Aun así, observamos vídeos de francotiradores israelíes disparando impunemente a civiles desarmados y en ocasiones incluso celebrándolo.
La situación en Palestina es precaria. Prevalecen la continua expansión de asentamientos ilegales de colonos judíos, la ocupación militar en el Margen Occidental y el bloqueo aéreo, marítimo y terrestre de Gaza. Gaza se ha convertido en una especie de cárcel abierta de 2 millones de palestinos que no tienen control alguno del suplido de electricidad, agua, alimentos, medicinas ni materiales de construcción.
La mayoría de los ciudadanos del mundo tenemos las esperanzas cifradas en que la diplomacia triunfe y que la paz reine; ¿esperanza inútil? Bueno, al menos por el momento, poco o nada de ella podemos depositar en el liderazgo político que dirige cada una de las partes envueltas, comenzando con el desacertado liderazgo del Trump.
A Israel lo lidera un Netanyahu que ha perdido toda credibilidad ante la comunidad internacional, especialmente ante su longeva y mendaz denuncia del supuesto armamento nuclear iraní “a la vuelta de la esquina”, que viene haciendo desde que ocupaba una silla en el Knesset hace 20 años atrás. A ello sumamos las acusaciones criminales de corrupción que enfrentan él y su esposa en Israel.
Por otro lado, Palestina sufre de una marcada división fratricida entre el Fatah y Hamás, que ejerce el control político de facto en Gaza. Hamás ha sido deslegitimizado políticamente ante la comunidad internacional y designado como organización terrorista por el Departamento de Estado. Fatah tiene un largo historial de pillaje y corrupción. Los habitantes de Gaza no son terroristas, sino ciudadanos que sufren en carne propia, tanto de la inmisericorde agresión del ejército de ocupación israelí, como de las agresiones internas y corrupción de los líderes de Hamás.
A este cuadro sombrío nos enfrentamos todos. Roguemos por la paz, pero con una visión realista. No debemos esperar sino el continuo deterioro e inestabilidad en la región. Al menos mientras prevalezcan estos corruptos a la cabeza.