La búsqueda inconclusa
La novedad no es necesariamente una función de lo reciente. Este poemario resulta sorprendente por la renovada atracción que supone utilizar la lira, metro típico del Renacimiento. Garcilaso de la Vega le dio su nombre en español; Fray Luis de León le imprimió elegancia y solemnidad y San Juan de la Cruz escribió en liras su sublime poesía mística.
Se trata de una estrofa de cinco versos, tres de siete sílabas y dos de once, con un esquema fijo de rima (que aquí no se sigue siempre), cuyo movimiento interno, acelerado al principio, se remansa hacia el final. No es poco, pues, el reto que se ha autoimpuesto este poeta puertorriqueño contemporáneo, consciente como está de que sus palabras, hoy, no tienen iguales resonancias que las usadas en el siglo XVI. La complejidad de su propuesta poética toma en cuenta tales contrastes en los momentos poéticos.
No solo son, además, los ecos poéticos de los siglos áureos los que amplían el alcance sonoro -elegante y melodioso- de estos versos. También corre por ellos, en un intrincado e interesante juego de alusiones, apropiaciones y referencias, el aliento del último Palés, que persigue una elusiva esencialidad. Hay, en ambos poetas, búsqueda, persecución y encuentro con algo -o alguien- presentido e inasible. Hay también misterio y revelación: “No esperaba la gracia/ de la mirada intensa de sus ojos/ entre tantos despojos,/ entre tanta falacia,/entre tantos inútiles cerrojos.”
La búsqueda es “asesina” para ambos poetas. Noel Luna escribe: “Su búsqueda asesina/ rodea como el aire en que se mece/ claridad matutina”. El inicialmente perseguido se torna en perseguidor. La espesura del bosque donde se pierden -y encuentran- los actores de este drama, es tan oscura como la noche emblemática de San Juan de la Cruz: “Vagando por la oscura/ y densa selva extraña la presiento/ midiendo mi premura,/ ciñéndome el aliento/ lo mismo que al follaje un suave viento”.
Abunda esta poesía en “…ecos que al sonar/ sugieren ominoso abecedario”. Pueden ser explícitos, como cuando el poeta contemporáneo confiesa, como San Juan: “persigo un no sé qué que nunca encuentro/ y por más que me adentro/ en la selva confusa/ no logro precisar dónde está el centro/ que me atrae y rehúsa”, o sugerentes. Noel Luna forja un alter-ego de la Filí Melé palesiana: “la inaprehensible ya atrapada,/…numen y esencia de la muerte”. Por “gándaras [eriales] de sueño” la persiguen ambos poetas. Su esencia cambiante la torna elusiva: para Noel es “divina danzante… ondulando su cuerpo levemente…”; para Palés, “Cambio de forma en tránsito constante/ habida y transfugada a sueño, a bruma…”. “…el amor dormido aquí en la hierba” de Palés aparece asimismo en la poesía de Luna: “dormida junto a mí como si hubiera/ el tiempo que quisiera/ tener para de veras contemplarle/ sin que ella lo supiera…”.
El ímpetu que recorre estos poemas abunda en búsquedas, encuentros, posesiones y pérdidas que se suceden y enmarañan en la selva tupida de las posibilidades. Este poeta, tan erudito como sensible, está acostumbrado a las búsquedas. En un poemario del 2014, “La escue- la pagana”, efectuó una especie de arqueología literaria, trasvasando formas clásicas en propuestas poéticas contemporáneas. Sus estudios asiduos de Luis Palés Matos, además, han desembocado en libros necesarios y -aquí- en un homenaje tan profundo como sentido.
Tanto Palés como Luna persiguen la poesía, aunque conocen la inutilidad de la búsqueda, lo fugitivo del encuentro, la fugacidad de la huella y lo interminable y necesario de la cacería. Inasible -como Filí Melénecesarios son los insuficientes intentos de atraparla; conforman un historial quimérico que impacta -y cambia- la sensibilidad del lector. En la búsqueda, en cierto sentido, está el encuentro.
Este poemario premiado por el ICP es para leer y releer, para admirar y gustar como testimonio de una gloriosa tradición de búsquedas inconclusas.