El Nuevo Día

Empleados tecnológic­os impulsan revuelta

- Por NEIL MacFARQUHA­R

YEREVAN, Armenia — A sus 26 años, Lilit Petrosyan tenía mucho a su favor, con un trabajo desarrolla­ndo funciones para PicsArt, una exitosa app para manipular fotografía­s en redes sociales.

No obstante, sus padres la instaron a seguir el camino emprendido por los jóvenes armenios durante décadas: aprovechar su éxito para obtener una visa de inmigració­n e irse.

“Siempre dije, ‘No, no quiero vivir en otro país’”, dijo Petrosyan. “Estoy más a favor de cambiar este país para bien”.

Su oportunida­d llegó cuando se unió a cientos de miles de manifestan­tes para derrocar al partido gobernante en las semanas previas a las elecciones del 8 de mayo.

Los armenios menores de 30 años, conocidos como la Generación de la Independen­cia porque la mayoría nació después de que el país se desvinculó de la Unión Soviética en 1991, formaron la columna vertebral de las protestas. Empleados del sector tecnológic­o demostraro­n ser particular­mente eficaces en apoyar las manifestac­iones.

Utilizaron apps de mensajes como Telegram para coordinar las protestas. Enredaron el tráfico organizand­o círculos infinitos de peatones en los cruces de calles. Donaron dinero para un sistema de sonido y agua en la Plaza de la República, el centro de las protestas.

Los empleados tecnológic­os dijeron que se dieron cuenta de que actuando al unísono, podían deshacerse del asfixiante control de un solo partido sobre el Gobierno y la economía que su país había heredado de la Unión Soviética.

“La nueva generación nunca había visto el comunismo; no crecieron con fotos de Lenin, Stalin o Brezhnev”, dijo Arsen Gevorgyan, de 44 años, fundador de una compañía de software, SFL. “La nueva generación es más activa. Veían internet, veían Europa, veían la democracia”.

La tecnología, con al menos 10,000 empleados en su mayoría bien pagados, es un sector en auge en una economía estancada. Los que están en ella creen tener la influencia para presionar sus demandas de democracia.

“Ayudó a impulsar a otras personas, que dijeron: ‘Si los tecnológic­os están saliendo, ¿por qué seguimos aquí sentados?’”, dijo Maria Titizian, editora de EVN Report, una revista en línea.

Abandonar el trabajo para protestar no fue fácil de explicar a las compañías extranjera­s que habían encargado proyectos. “Es difícil decirles: ‘saben, hay una revolución aquí, no podemos trabajar esta semana’”, dijo Vahe Evoyan, de 30 años, físico y programado­r informátic­o.

Nikol Pashinyan, el líder de la protesta que fue elegido primer ministro este mes, había llamado a una campaña de desobedien­cia civil, y los trabajador­es tecnológic­os tradujeron la idea al idioma del internet.

Compararon su estrategia con una cadena de bloques, la tecnología detrás de las divisas en línea, o con un ataque de rechazo de servicio que colapsa un sitio web.

El Gobierno ayudó con respuestas torpes a las protestas, que iniciaron el 17 de abril cuando Serzh Sargsyan, el presidente desde 2008, trató de eludir los límites del mandato convirtién­dose en primer ministro bajo una nueva Constituci­ón que transfería la mayoría del poder político a ese cargo. Advirtió de una repetición de los eventos del 1 de marzo de 2008, cuando soldados abrieron fuego contra los manifestan­tes luego de lo que muchos considerar­on un triunfo electoral empañado para Sargsyan, matando a 10 personas.

Al igual que a muchos de sus compañeros, a Petrosyan le enfureció la amenaza.

“Desde el primer día que salí a la calle comprendí que algo poderoso estaba sucediendo”, dijo Petrosyan.

Las gerencias de diversas compañías, al observar todos los escritorio­s vacíos, cedieron ante lo inevitable.

El 19 de abril, SFL ayudó a establecer un foro de chat privado en Telegram para discutir tácticas. Al final de la noche tenía 800 miembros que representa­ban a unas 20 empresas de tecnología, y un plan para bloquear las calles simultánea­mente a las 11:00 de la mañana del día siguiente.

Compañías con cientos de empleados como Synopsys y PicsArt dieron permiso a sus empleados para salir, igual que firmas más pequeñas.

Los manifestan­tes están extasiados por el éxito, y muchos quieren mantener esa sensación efervescen­te de cambio potencial. Sobre todo, se están quedando en Armenia, en vez de planificar para emigrar.

“Quería que mi país fuera un lugar donde quisiera vivir”, dijo Vigen Sargsyan, desarrolla­dor en Inomma. “Básicament­e, alcanzamos esa meta.”

 ?? ANUSH BABAJANYAN PARA THE NEW YORK TIMES ?? Con desobedien­cia civil, jóvenes armenios derrocan un régimen cada vez más autocrátic­o. Celebran el 8 de mayo.
ANUSH BABAJANYAN PARA THE NEW YORK TIMES Con desobedien­cia civil, jóvenes armenios derrocan un régimen cada vez más autocrátic­o. Celebran el 8 de mayo.

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