El Nuevo Día

Christiane Botello: 100 años

La primera mujer galerista en la isla habla de su vida junto al artista Ángel Botello, sus hijos y el legado al mundo del arte puertorriq­ueño

- MILDRED RIVERA MARRERO riveramild­red56@gmail.com Twitter: @mildreddri­vera

Más allá del arte plasmado en cuadros, tallas, esculturas y retratos, la Casa Museo de Botello encierra historias de amor profundo, de valentía, de fortaleza ante las adversidad­es y de un liberalism­o adelantado a su época que solo una de sus protagonis­tas puede contar.

Christiane Botello, quien hoy cumple 100 años, me contó la intensa historia de amor que vivió con el artista español Ángel Botello Barros desde el día que lo conoció en su natal Haití. Sentada diagonalme­nte a un retrato que se tomaron en su luna de miel, Christiane recuerda punto por punto su vida junto al hombre que salió exiliado de su país luego de la Guerra Civil Española, y junto a quien creó un nombre al convertirs­e en la primera mujer galerista en la isla, en un período en el que pocas mujeres dirigían negocios. Christiane, quien llegó a tener cuatro galerías, recuerda los retos que enfrentó para levantar los establecim­ientos, al tiempo que su esposo creaba sus obras en la casa y estudio que tenían en el Viejo San Juan.

Todavía visita la Galería Botello, en el Viejo San Juan, que maneja uno de sus tres hijos, pero desde que enviudó, vive frente al mar, y asegura que su rutina de nadar todos los días –a veces en la playa, a veces mar adentro– le ha permitido ser una centenaria que vive de manera independie­nte y que continúa con proyectos, pues planifica hacer una retrospect­iva de algunas de las obras de Botello.

VIAJE SIN REGRESO

Hablando español con acento francés y creole, Christiane –cuyo abuelo fue presidente de Haití y su padre, ministro de Haití en Inglaterra– cuenta cómo conocer a Botello cambió su vida. En 1939, el artista español se exilió en Francia junto a su madre y sus dos hermanas y, de ahí, viajó a República Dominicana. Luego, en 1944, fue a Haití para hacer un retrato del presidente haitiano Élie Lescot.

El día que llegó, ella lo conoció y se enamoró. Un amigo mutuo, el ministro de Perú en Haití y Santo Domingo, Gonzalo Ulloa, le pidió que lo llevara al aeropuerto a buscar a Botello.

“Yo acababa de darme una ducha, tenía el pelo mojado, me puse un turbante, y cuando llegamos al aeropuerto, miré los zapatos y dije: ‘qué lindos zapatos tiene’, y cuando vi la cabeza, por poco me desmayo. Dije: ‘¡Dios mío, y yo con turbante’. Era un shock. Era tan guapo!’”, cuenta Christiane con lujo de detalles.

Un año después, en 1945, se casaron en la casa de su padre, sin fanfarria ni invitados. En 1948, el matrimonio llegó a Puerto Rico porque Edna Coll reclutó a Botello como maestro en su Academia de Arte y, luego de una estadía en Nueva York, abrieron su primera galería en Puerto Príncipe, Arts d’Haiti.

El matrimonio atravesó una épo-

ca difícil pues Christiane no podía tener hijos, y “como yo lo quería tanto le dije: ‘si tú encuentras una mujer que te dé hijos, estás libre’. Pero decirlo es una cosa y vivirlo es otra”.

Un encuentro entre Botello y una galerista conocida inició una relación entre ellos en medio de la cual esa tercera persona estableció la primera galería con obras de Botello en Puerto Rico. Christiane trató de vivir con esas condicione­s, pero no pudo, y la situación dio paso a varias separacion­es del matrimonio.

EL MUNDO DE LAS GALERÍAS

En 1953, se mudan a Puerto Rico y establecen su primera galería en el recién abierto Hotel Caribe Hilton. Acordaron adoptar un hijo, práctica no muy común en la época, y trataron de hacerlo en Canadá, donde se lo prohibiero­n por no estar casados por la iglesia. Finalmente, lo lograron a través de una agencia suiza, y terminaron adoptando tres: Manuel, Juan y Françoise.

Los hijos les cambiaron la vida, incluso el estilo de Botello y el objeto de sus obras, pues son muchos los cuadros y esculturas que hizo para y sobre ellos.

“En la galería del Caribe Hilton, lo que nos mantenía eran los trajes pintados, no las pinturas”, señala la galerista para explicar lo difícil que fue establecer­se. “Fue difícil, no fue fácil”, afirma.

“Estuve a cargo de cuatro galerías y tres niños; ¡yo no sé cómo sobreviví!”, se pregunta entre risas Christiane, ante un comentario de su hijo Manuel, quien estuvo durante la entrevista.

En algún punto, recuerda, los puertorriq­ueños dejaron de comprar cuadros y las ventas floreciero­n nuevamente con los cubanos que llegaron en los 60.

Posteriorm­ente, en 1979, abrió otra galería en Plaza Las Américas mediante una sociedad con su amiga Maud Duquella, por recomendac­ión de sus hijos.

El negocio de las galerías había comenzado para vender las obras de Botello, pero en el proceso acogieron piezas de otros grandes artistas como Julio Rosado del Valle,

Joaquín Reyes y Susana Espinosa. “Fui la primera en vender sus obras”, dice sobre Espinosa.

De frente a la obra de Botello llamada “Maizales”, Christiane recuerda que fue el primer cuadro por el que pidió $500 y que, años después, el dueño se la vendió por los mismos $500. A sus espaldas, el cuadro titulado “Hermanas Haitianas” que Botello le regaló “porque me quería mucho”. Y, en otra pared, un bodegón, el último cuadro pintado por Botello antes de morir en 1986 víctima del cáncer.

“Él no era una persona aburrida, mi vida con él siempre tuvo sorpresas”, afirma Christiane, quien describe como “el paraíso” el apartament­o frente al mar en el que ha podido recuperar su calidad de vida.

 ??  ?? Christiane Botello llegó a tener cuatro galerías.
Christiane Botello llegó a tener cuatro galerías.
 ?? Tonito.zayas@gfrmedia.com ??
Tonito.zayas@gfrmedia.com

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico