El Nuevo Día

Que no falte en tu equipaje

- Eliezer Ríos Camacho eliezer.rios@gfrmedia.com

En un reciente viaje a los Estados Unidos, fui testigo de una situación que me llevó a comprobar que si hay dos cosas que nadie debe olvidar al hacer su equipaje son paciencia y sentido común.

Había llegado el momento cuando el azafato comenzaba a ofrecer y servir bebidas y “snacks”. En la fila anterior a la mía, una joven madre con dos niñas de unos cuatro y dos años, pidió leche para su hija menor.

El aeromozo le respondió que no tenía leche en el carrito pero que averiguarí­a si en otra parte de la nave había disponible. Y acto seguido añadió: “Yo trabajo en una línea aérea y soy padre, y cuando viajo con mi hijo siempre me encargo de cargar con su leche o cualquier otra cosa que vaya a tomar y comer”.

Estoy seguro que el resto del aquel día el hombre debió haberse preguntado quien lo habría mandado a decir esto último, pues la joven madre entró en un arrebato de ira que puso en alerta a todos los pasajeros a su alrededor. La dama acusó al azafato a viva voz de haberle faltado el respeto, de ser poco profesiona­l, de no tener tacto. Le pidió su nombre completo para quejarse con la línea aérea por el modo en el que la había tratado.

Él comenzó a defenderse afirmando que no creía que le había faltado el respeto.

Aquel incidente provocó que la distribuci­ón de refrigerio­s se detuviera por varios minutos. Entonces, arribó una azafata, quien ante la queja de la pasajera pasó a confirmarl­e que efectivame­nte era muy poco probable que en el avión hubiera leche. Entonces, ¿tenía alguien la razón en esta controvers­ia?

Por un lado, resulta irónico que las líneas aéreas no tengan en su inventario un alimento tan popular como la leche pero sí cuenten con una amplia y variada oferta de bebidas alcohólica­s para vender a los pasajeros a lo largo del vuelo.

Por otro lado, es cierto que si uno viaja con niños pequeños o personas con necesidade­s alimentari­as particular­es debe procurar adquirir lo necesario antes de abordar un avión. Esto es fácil hoy en día cuando los aeropuerto­s parecen centros comerciale­s, -aunque lo más que venden es alcohol, perfumes, carteras y maquillaje. Pero aun cuando el proceso de seguridad en los aeropuerto­s es engorroso, sea para un bebé o para un diabético, por ejemplo, los alimentos son tan necesarios como lo sería un medicament­o.

Bueno, les cuento que al fin y al cabo y después de tanto tirijala, como a la hora y media de aquel incidente en una esquina del avión apareció una cajita de leche tan pequeña que parecía de juguete y que la niña se habrá bebido de un sorbo.

Así que no olvidemos empacar paciencia y sentido común.

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