Y el universo de la fantasía
Este es un texto muy corto con una historia muy larga. Empezó como un cuento, se convirtió luego en una obra de teatro y, finalmente, se presentó como una obra musical en un escenario de Nueva York.
Su origen data de principios de los años 50, cuando la autora fue libretista del programa “Alegrías infantiles” que se presentaba a diario en la radio pública, la WIPR, establecida en 1949. Y aunque ese libreto en particular se perdió en un fuego, la escritora reprodujo el personaje del duende en una obra teatral que se representó en una escuela. En 1960 la compró el legendario director teatral Leopoldo Santiago Lavandero para el Teatro Escolar que había creado en el Departamento de Educación. Allí se presentó en 1962 con los diseños escenográficos de Antonio Martorell.
Cincuenta años después -en el 2012- la obra, transformada en un musical, con canciones y música adicionales compuestas por Joshua Henry, se representó en Nueva York, traducida al inglés, en el teatro del Museo del Barrio, bajo la dirección de Luis Salgado, fundador y director del grupo Revolución Latina.
¿Qué tiene “El amigo duende” para haber sobrevivido en el tiempo, transformándose tantas veces? Lo central es que capta el encanto de la imaginación infantil en las edades pre-literarias, cuando aún son uno el sueño y la realidad y la imaginación no ha sido coartada por las imposiciones de la lógica ineludible de la vida. Todo es posible en la niñez temprana: la existencia de duendes, la vida de los muñecos, la solidez de los sueños.
Marisa, el personaje eje de la acción, es una niña de edad preescolar que no sabe, por lo tanto, de reglas de lógica. Su próximo ingreso en la escuela le presenta un problema: intuye que tendrá que renunciar a las visitas nocturnas de su amigo Remolino, el duende que anima a sus muñecos. Ese tema de los juguetes con vida data de los cuentos de hadas del siglo XIX. El alemán Hoffmann tiene uno titulado “El cascanueces y el rey de los ratones”, cuya trama versa sobre muñecos que se animan por las noches. Adaptado por Alejandro Dumas padre en 1892, se convirtió en el libreto del ballet “El cascanueces”. Hans Christian Andersen, por otro lado, escribió en 1838 “El soldadito de plomo”, donde también cobran vida los muñecos. En esos cuentos -como en “El amigo duende”- los juguetes reflejan, en sus actitudes, el mundo de los humanos: pelean, forman alianzas, se enamoran, juegan.
Hay algo nostálgico en esta pieza de teatro: toda niñez llega a su fin y el mundo de la fantasía debe atemperarse a la realidad. Marisa encuentra una ayuda para esa transición en su padre, que ha mantenido vivo en el recuerdo al niño que fue una vez, amigo también de Remolino.
Las ilustraciones y las canciones y versos que contiene el libro refuerzan su encanto. El cuento ha sobrevivido porque la infancia -la nuestra y la de nuestros hijossiempre estará con nosotros.