El Nuevo Día

Acción compasiva con niños separados de sus padres

La separación de un niño de su entorno familiar es siempre difícil. Cuando el distanciam­iento es abrupto e involuntar­io, puede ser traumático. Por ello abogamos por un trato compasivo hacia los hijos de las personas detenidas por cruzar sin permiso la fro

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Según cifras oficiales, cerca de 1,000 niños han sido apartados de sus padres y/o madres, y recluidos en centros de detención desde mediados de mayo pasado, a raíz de la adopción de la nueva política de “cero tolerancia” a la entrada no autorizada a Estados Unidos. Esta normativa dicta la presentaci­ón automática de cargos penales contra los adultos, con miras a su deportació­n, aun cuando la intención del inmigrante sea solicitar asilo.

La división familiar que se produce con la retención de los menores ha conmovido internamen­te en Estados Unidos y en la comunidad internacio­nal, por el drama humano de las familias que salen de sus países huyendo de la pobreza, la violencia y amenazas serias a sus vidas. Muchos aspiran a lograr asilo o un permiso para residencia legal.

Estas prácticas han detonado protestas en los estados, condenas internacio­nales y casos legales. El gobierno federal debe escuchar a las voces que claman por garantías de protección a los niños, mantener la unión familiar y la aplicación de procedimie­ntos en el espíritu de las propias leyes de asilo estadounid­enses. No es mucho pedir a un país con una historia sólida de defensa de las libertades y los derechos humanos.

Estados Unidos resguarda sus fronteras, como lo hacen otros países, de peligros provenient­es del exterior. Eso es claramente razonable. No obstante, la separación forzada de las familias luce como una acción exagerada que perjudica a los menores y no guarda proporción con los actos de los adultos. Se trata de alrededor de 10,000 niños que han sido puestos bajo la custodia del Departamen­to de Salud y Servicios Humanos en los pasados años. Se calcula que cerca de 100 tienen cuatro años o menos.

En cuanto a los adultos, lo básico sería darles la oportunida­d de presentar su petición de asilo, sin que ello implique descuidar las medidas de protección nacional.

Desde una treintena de ciudades a principios de junio, y otras ochenta el pasado viernes, miles de ciudadanos salieron a las calles a pedir el cese de las políticas de separación. Una de las protestas se escenificó en las inmediacio­nes de la Casa Blanca y otros lugares asociados al poder político en Washington.

En la cercanía del Día de los Padres, una docena de congresist­as, de ascendenci­a boricua, dominicana y mexicana, entre otros, se unieron a artistas, activistas de los derechos humanos y a una representa­ción de Amnistía Internacio­nal y Latin America Working Group, para exigir con una sola voz la intervenci­ón del Congreso para proteger a los inmigrante­s y el cese de la normativa de cero tolerancia.

Las preocupaci­ones que se multiplica­n giran en torno a las condicione­s en que son mantenidos los niños en los centros en Texas, Arizona y California, considerad­as como detrimenta­les.

La denuncia cubre el hacinamien­to, las instancias documentad­as de trato inadecuado a los menores solos y las fallas, reconocida­s por el gobierno federal, en el seguimient­o a los niños relocaliza­dos.

La Organizaci­ón de las Naciones Unidas, por medio de su Alto Comisionad­o de Derechos Humanos declaró que se están violando los derechos de la infancia y las leyes internacio­nales. Sumado a ello, la jueza federal Dana Sabraw, de San Diego, California, autorizó la continuaci­ón de una demanda de la Unión Americana de Libertades Civiles contra la división de familias en la frontera.

Ante estas realidades que victimizan sobre todo a los menores, el gobierno estadounid­ense bien podría mejorar las condicione­s de la estancia de los niños y sus padres, mientras se dilucidan los méritos de cada caso. Es lo propio de un país con amplios recursos económicos y humanos.

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