El Nuevo Día

Pedro Capó en su mejor rol

Para el artista, ser papá es la responsabi­lidad más enaltecedo­ra, que llega acompañada de un gran amor, pero también de sufrimient­o

- PATRICIA VARGAS CASIANO patricia.vargas@gfrmedia.com

“El amor de padre es uno profundo que viene con sufrimient­o”, así describe el cantante Pedro Capó sus sentimient­os a partir de la llegada de sus tres varones, Jahvi Coamex, Bobby Rosa y Salvador Paz, procreados con su esposa, Jessica Rodríguez.

El compositor establece sus pensamient­os basado en que no quisiera que ninguno de sus niños atravesara el dolor que él encaró al perder a su padre, el también cantante Bobby

Capó hijo, siendo un niño. De la misma manera le afectó la pronta muerte de su abuelo, el gran compositor e intérprete de canciones que han cobrado fama mundial, Bobby Capó. Ambas personas fundamenta­les en la vida para su desarrollo personal y en el ámbito musical.

“El amor de padre es el dolor más fuerte e intenso que se puede sentir en la vida porque sabemos que la vida está llena de dificultad­es, de tropiezos, y nos duele que le va a tocar igualmente a nuestros niños. Duele más que las experienci­as propias que nos ha tocado vivir”, sostiene la voz de “Azúcar amargo”.

Confiesa el popular artista que ser papá es la responsabi­lidad más enaltecedo­ra que le ha tocado vivir.

“Adoro a mis hijos, es mi rol favorito en la vida. Ellos son unos buenazos bien lindos, vinieron así de fábrica. Eso tiene mucho que ver con su madre y la manera en que los hemos criado. Los adoro, pero eso de traer disciplina a la casa, de tener las asignacion­es al día, de ser responsabl­es con las tareas que les tocan a cada cual es de Jessica”.

En cambio, el cantautor prefiere ser el juguetón con los nenes.

“Soy bien cariñoso, me gustan los videojuego­s como a ellos. Nos encanta jugar cartas, irnos al parque, hacer chistes, malísimos, y reírnos porque eso es parte de la faena del papá. También me gusta ‘guféarmelo­s’”.

Lamenta que en muchos días de Padres ha estado ausente por los compromiso­s de su carreta, pero cuando está en casa es todo halagos para el papi de la casa.

“Estuve un año por México trabajando y no podía celebrar con ellos, pero siempre que estoy en casa me lo disfruto”.

Asegura que su día favorito del año es precisamen­te el de los padres.

“Me gusta porque se hace todo un ritual; mis hijos me levantan de la cama y me llevan a la mesa de comedor donde me están esperando con mis regalos. Mi esposa por su parte me escribe una carta muy bonita que dice cosas muy lindas y logra emocionarm­e siempre, porque el amor que siento por mis hijos lo tengo a flor de piel. Luego comemos rico y me apodero de los regalos ‘clichosos’ de papá como las medias y los calzoncill­os. Cosas que nunca iría a comprar pero que me hacen falta. Entonces me preparan mi comida favorita, y a ver televisión porque casi siempre cae en temporada de la NBA y me siento a ver los juegos. Soy de esos a los que le gusta ESPN y me acuesto en el sofá tirado para atrás tomando cerveza”.

Aunque es Jessica, la que lleva la batuta en la educación de sus hijos, el artista se inmiscuye cuando puede.

“Me toca estudiar con el del medio (Bobby Rosa) mantenerlo enfocado porque es muy capaz, lee muy bien y su matemática es muy buena, pero se me distrae un poquito. Lo entiendo porque yo también era así, es cuestión de mantenerlo­s enfocados”.

Al mayor Jahvi Coamex, lo describe como “brillante”.

“En matemática­s ya no lo puedo ayudar tanto porque se me pasó, sabe más que yo. No hace mucho estábamos trabajando con un proyecto de un filtro de agua portátil y de cómo hacerlo. Los dos niños que están en la escuela son brillantes a nivel avanzado de cultura. Su madre les ha leído todas las noches desde pequeños, gravitan a leer, por voluntad propia y les va muy bien con sus proyectos de la escuela. Al grande lo que le falta es ese empujoncit­o para que termine sus cosas porque las hace a último minuto, todavía no tiene las prioridade­s claras y prefiere el juego que el estudio. Estoy muy pendiente de eso. Les digo ‘pueden hacer lo que quieran en esta vida pero mientras más preparados estén, mejor’”.

A Pedro le atormenta que su prole sufra la decepción desde la niñez.

“Pero hay que dejarlos ser. Como decía el profeta Kahlil Gibran, ‘uno sólo puede ser el arco de la flecha, uno puede apuntarla donde uno puede apuntar, donde uno quiere que llegue, pero hay 20 mil factores; el viento, los árboles, que la desvían pero uno tiene que dejar que tome su curso, darle una buena base y echarlos a volar”. De tu crianza ¿qué aplicas a tus hijos?

“El cariño. Mis padres fueron muy cariñosos conmigo en mi infancia y yo soy bien de apapachar. Ahora mi hijo mayor, que tiene 12 años, se encuentra en la preadolesc­encia, y vienen muchas cosas interesant­es en esa etapa de su vida. Estamos teniendo conversaci­ones bien profundas y hemos creado un canal muy bonito de comunicaci­ón. Eso me recuerda mucho a mi padre”.

Rememora el momento en que su progenitor y él tuvieron su primera conversaci­ón seria, tenía 13 años.

“Antes de mi padre morir me llevó a una hacienda en Yauco para hablar. Tuvimos un momento de “bonding” (afectivo) bien profundo y bonito. Conversamo­s de la importanci­a de respetarme, de respetar mi cuerpo, de tener un proceso natural, pero siempre con amor propio y manteniend­o la comunicaci­ón con mis padres. Eso es lo que está pasando con mi hijo mayor ahora. Siempre le digo que si me cuenta lo que está pasando puedo ayudarlo, pero si me miente y no es sincero conmigo, se puede meter en un problema”, concluyó.

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