Es preciso poner fin a la crisis de gobernanza en la AEE
La crisis de gobernanza que se revela en la renuncia abrupta del pleno de la Junta de Directores de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), incluido el recién nombrado director ejecutivo, representa un lamentable retroceso para la recuperación y el desarrollo, no solo del sistema energético, sino de toda la isla.
Es inaceptable que la AEE quede a la deriva cuando más estabilidad le urge. La corporación necesita un organismo de gobierno claro e independiente que tome las decisiones impostergables que los políticos eluden. La AEE está en vísperas de recibir una asignación federal millonaria para reconstruir su infraestructura eléctrica. Está en medio de un proceso de quiebra ante el Tribunal Federal, donde negocia su deuda multimillonaria. Hoy, más que nunca, urge que recupere dirección y la confianza de ciudadanos, acreedores e inversionistas.
Con la designación de dos nuevos miembros, tarde ayer, la junta de la AEE ya cuenta otra vez con cuórum para su funcionamiento. La movida, sin embargo, no es suficiente para aliviar la caótica situación de la corporación.
El descabezamiento de esta empresa crítica retrata la crisis del país. Muestra en toda su desnudez el pie perverso de la política que corroe nuestras instituciones, que niega oportunidades y se alimenta del inmovilismo. Confirma que la única salida posible es privatizar la AEE mediante un sistema reglamentario efectivo.
En su carta de dimisión, los renunciantes consignaron una realidad que la corporación en particular, pero también el país en general, arrastran por décadas: “Las fuerzas políticas en Puerto Rico han proporcionado una declaración definitiva que quieren seguir en control de la AEE”. Así, una vez más prevalecen fuerzas que se valen de la demagogia populista en menoscabo de los mejores intereses de los ciudadanos.
Esta vez los políticos aprovecharon la coyuntura de la suma de la contratación del nuevo director para azuzar confusión, angustias y molestias entre los ciudadanos. Desde la Legislatura se torpedeó sin dejar espacios para alcanzar acuerdos. Pero la resistencia trasciende el desentendimiento sobre los márgenes salariales aplicables al mercado energético. Esa actitud descarriló antes el acuerdo alcanzado con los bonistas que hubiese evitado terminar en corte, bajo el cobijo del Título III de Promesa. Tras el paso del huracán María, esas mismas fuerzas provocaron la salida de cada uno de los titulares nombrados.
El inmovilismo que late en las entrañas de la corporación ha expulsado cualquier intento de modernización. Interrumpe y obstaculiza. Opera como un gobierno paralelo compuesto por cientos de empleados nombrados por políticos durante décadas. Son sellos de goma de los intereses partidistas pagados por el pueblo. Con ineficiencia, negligencias y corrupción, han puesto en riesgo a sus propios compañeros de trabajo y al resto de los ciudadanos.
Durante los diez meses pasados vivimos la ineficiencia de la AEE de la forma más cruda. Perdimos a miles de personas, familiares y amigos que murieron o emigraron por la inestabilidad de un servicio deficiente y costoso. Cientos de emprendedores han visto truncado su sueño de comenzar un negocio o han invertido miles de dólares para mantener sus operaciones a fuerza de plantas generadoras. Empresas, familias y profesionales hacen malabares para mantener su comunicación celular.
La falta de una gobernanza clara e independiente nos ha costado demasiado. Y costará más si esa cultura prevalece.
Hace falta valentía para tomar determinaciones inaplazables. Ya el sector privado y los propios ciudadanos, en hogares y comunidades, buscan alternativas para independizarse de la red eléctrica estatal. Mientras no se asuma con voluntad la creación de un sistema energético justo y competitivo, más clientes cansados se negarán a ser rehenes de una corporación que perdió su norte.
El país necesita una infraestructura eléctrica robusta, que provea servicio confiable a bajo costo. Si la AEE no despega, Puerto Rico continuará por décadas en el letargo, en espera de una nueva oportunidad de desarrollo.